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La timorata

¡Vaya calor!. Llevaba mucho tiempo viviendo en Soria. La empresa me trasladó allí por un proyecto que se alargó por varios años. Me acostumbré a inviernos muy largos, con máximas de un par de grados, y noches gélidas, metía las cosas en la nevera para que se calentaran. Ahora, en pleno mes de junio, me cambian el destino a Sevilla. Llevaba dos días y había sudado ya más que en cuatro años en Soria. El termómetro marcaba durante el día los 42 grados, y el Guadalquivir se empeñaba en subir el indice de humedad de la ciudad. Me era imposible dormir, menos mal que hasta septiembre no empezaríaa trabajar a pleno rendimiento, por que no podía con mi alma.
Desesperado de dar vueltas en la cama instalé el telescopio en la terraza e intentaba pasar la noche entretenido, pero fue misión imposible. La contaminación lumínica y la ligera neblina que cubría Sevilla me dejaba sin visibilidad para ver las estrellas. Me había instalado en una urbanización de apartamentos, en el medio había un amplio jardín rodeado por los edificios, así que desquiciado del insomnio, me puse a cotillear a los vecinos. Me daba mucha vergüenza, apaguéla luz y me parapeté detrás de un par de sombrillas, descubrí un nuevo mundo. Los vecinos, en su mayoría, tampoco podían dormir, así que la vida se prolongaba más allá de lo que sería una hora razonable.
Los días fueron pasando, y fui conociendo y clasificando a los vecinos. Estaban los aburridos, gente que se afincaba en la terraza fumando, leyendo, jugando a solitarios, gente que no levantaban ni el más mínimo interés, pero otros...Había unas cuantas parejas que aprovechaban el desvelo para hacer el amor, algunas de vez en cuando ,pero otras a menudo, “muy” a menudo, ni en mis mejores tiempos tuve tal actividad. De estos algunos eran sosos, digamos un polvo decatálogo, pero la imaginación corría libre en otras casa, siempre pensé que el salto del tigre era un mito, pero me equivoqué, había una pareja que tenía más puntería que Robin Hood, no se como no se destrozó en algún salto fallido. Y lo de los disfraces también tenía sus seguidores. Pero lo que más me gustaba era un apartamento donde vivían tres chicas jóvenes, siempre alegres, de fiesta, se dedicaban a bailar solo con las braguitas puestas hasta muy tarde, y otro en el que vivían dos lesbianas cuya actividad sexual dejaría en ridículo a cualquier actor porno. Día y noche andaban por la casa desnudas. A tanto llegó mi obsesión por ellas, que empecé a masturbarme mientras las observaba. Una noche, cuando andaba en el asunto el telescopio se me movió y apuntó a otro apartamento ,aunque estaba a oscuras me pareció que alguien me observaba. La erección desapareció por arte de magia y me escondí entre las jardineras. Reptando saqué los prismáticos que tenía guardados e intenté averiguar si era cierta mi impresión. Los aposté entre las hortensias y mi corazón dio un vuelco cuando comprobé que era una mujer la que miraba sin quitar ojo. ¿Cuanto tiempo llevaba allí viéndome?, ¿o cuantas noches?. Recogí todo y me fui a la cama.
La siguiente mañana salí pronto de trabajar y me acerqué a un supermercado cercano para hacer mis compras. Andaba cargando mi carro cuando noté una sensación extraña, como si alguien te vigilase. Con un poco de disimulo giré la cabeza y pude comprobar que una mujer de pelo rizado y negro, al igual que los ojos, me miraba. ¡Era ella! ¡La mujer de la noche anterior! Se dio cuenta que la vi y bajo inmediatamente la cara, eso me alivió, pues parecía tener más vergüenza que yo. Se escabulló entre los pasillos y desapareció.
Esa noche decidí ir a tomar algo a un discobar cercano. Siempre se llenaba de gente joven que vivía la vida con alegría. Yo, con mis cuarenta años, daba la nota, pero me daba igual, solo quería salir de la rutina del telescopio. Me tomé un gintonic, y cuando quedaba algo menos de la mitad un camarero, con más vasos de los que debiera llevar en la bandeja, no me vio y recibí un empujón por sorpresa, que llevó el liquido de mi vaso sobre la camisa. Se disculpó de inmediato y me trajo otra entero. Me separé de la barra para evitar otro encontronazo y vi a las tres vecinitas dando saltos y bailando, estas chicas no se cansaban nunca de bailar. De inmediato noté que mi miembro tomaba cuerpo, y eso que allí llevaban más ropa que en su apartamento. Me armé de valor y en un momento que pararon me acerque.
-Como os gusta bailar, ¿os dedicáis a ello?
Me miró con cara rara.
-Que dites-vous?
-Yo me llamó Ramón, ¿y vosotras?
Se acercó otra de las chicas.
-Vousce que ce grand-père raconte?
-Jene sais pas, doit être bu, sentez-vous pas?
-Sois muy guapas.
La que faltaba se incorporó a la conversación, y por lo que se ve era la que hablaba español.
-Señor, ¿esta buscando a su nieta?
Me dejó bastante cortado, y con voz vacilante la contesté
-No, no, solo quería pasar un rato agradable con vosotras.
-Pues búsquese alguna mujer de su edad.
Se volvió y les dijo algo a sus amigas que de inmediato se pusieron a reír entre grandes aspavientos. Salí de allí como alma que lleva el diablo. Todavía con la desazón metida en mi ánimo deambulé por las calles, arrastrando mi mal trecho orgullo de escaparate en escaparate. Me situé delante de una zapatería cuando vi el reflejo en el cristal de mi vecina observadora. Sin saber muy bien por qué la seguí. Llevaba un vestido veraniego de flores con mucho vuelo, que a mi me pareció feisimo, y su pelo recogido en un moño sin forma, bastante descuidado. La mirada la fijaba al suelo y sus pasos eran poco seguros. Entró en un ultramarinos a comprar, y me aposté afuera protegido por un cartel de helados, así la pude observar minuciosamente. Sus ojos eran de un negro profundo, grandes y con marcadas pestañas, boca de tamaño mediano pero carnosa, y facciones bien proporcionadas. Era guapa, aunque su actitud timorata y la sexpresiones vergonzosas le quitara lucimiento. Era algo ancha de hombros y cadera, pero proporcionada, el vestido se transparentaba un poco con la luz del local y se notaba que su cuerpo estaba cuidado, sin grasas, las bragas le quedaban como a un maniquí. Las pantorrillas mostraban unas piernas bien torneadas y de piel suave. Me sorprendió comprobar que la chica estaba bastante bien, cuando la impresión a primera vista era todo lo contrario. Salió de la tienda y se fue a su casa, yo regresé a la mía, pero esta vez en vez de dirigir mi telescopio a donde siempre me puse a mirar a las ventanas de mi observadora.
Al salir del trabajo me dirigí a un restaurante vegetariano que me recomendaron. El sitio era diferente, la decoración muy personal, ya mi no me disgustaba en lo más mínimo ese tipo de comida. Andaba dándole gusto al paladar con una hamburguesa de tofu cuando la puerta se abrió y entraron las dos vecinas lesbianas. Si a través del telescopio estaban buenas, al natural mejoraban, no sé que deporte practicarían, bueno, uno si lo sé, pero tenían un cuerpo escultural, con el culo podían partir nueces, y estaba convencido de que si colocaba un vaso de agua entre las dos tetas no se caería ni aunque saltaran. Intenté disimular, ya había tenido bastante con lo de las noche anterior, pero se sentaron en la mesa de al lado. Creo que hablaban alemán y no entendía nada. Parecía que la conversación era animada, en mi intento de disimular mantenía la vista hacia el suelo, como perdida en el espacio, y me encontré que la morena tenía la mano por debajo de la mesa, exactamente debajo de la falda de la rubia, y sin lugar a dudas, masturbaba a su compañera que hablaba como si no pasara nada. Pedí la cuenta, me imaginaba en medio de esas dos máquinas sexuales, no duraría ni el primer asalto.
Vagaba por la calle maldiciendo mi suerte. No conocía a nadie en la ciudad, y mi libido estaba disparada, no se si por el calor, por las vecinas, o por estar tan solo. Necesitaba encontrar una solución o mi salud mental se resentiría. Andaba con estos pensamientos cuando vi a mi observadora sentada en la banqueta de un bar tomando un café. ¿Ella?. Al menos era más real, parecía una mujer normal, tímida, pero normal, tampoco estaba mal de físico, y me sería más fácil acercarme sin sentirme acomplejado. Tomé aire y entré.
-Un café por favor. ¡Hola! ¿me conoces?, somos vecinos en la urbanización.
Ella me soltó un “hola” casi sin voz a la vez que se hundía en su taza encogiendo los hombros.
-Me he fijado unas cuantas veces en ti. Me llamo Ramón, ¿y tú?.
-A..a...Alejandra.
-Encantado. Siempre te veo sola, yo también lo estoy. Me han trasladado hace poco aquí y no conozco a nadie. ¿Podíamos quedar algún día? Sería agradable tener compañía, aparte de los del trabajo claro.
Soltó un “si” a un más perdido que el “hola” y sin sacar la vista del café.
-¿Te gustaría esta tarde? He visto un bar con una terraza muy acogedora, El Paraiso; ¿a las ocho te iría bien?.
Ya ni habló, movió la cabeza ligeramente insinuando un si.
-Pues luego nos vemos. ¡Camarero! ¿me cobra los dos cafés?.
Las siguientes tres tardes quedamos. Su conversación se componía de monosílabos, pequeñas sonrisas y algún amago de iniciar una frase que se diluía antes de empezar. A pesar de ello me encontraba acompañado.
-¿Te gustaría que mañana quedáramos en mi casa? Preparo algo de picotear y cenamos.
Me miró a los ojos y acercó sus labios a los míos. Fue un beso sin alma, pero me sentó de maravilla.
Sonó el timbre. Me encontraba nervioso, esperaba que todo saliese bien .Abrí la puerta y apareció Alejandra, vestida como siempre, pero con una bolsa de deporte. De momento me extrañó, pero no pregunté nada. La dí un pequeño beso y la invité a entrar.
-¿El baño?
Se lo indiqué y saqué un par de cervezas. Tardaba, y yo me encontraba como un león enjaulado. Me senté en una silla enfrente de la puerta del baño. “¿pero que estará haciendo esta mujer?”. Por fin se abrió, al igual que mi boca y mis ojos, no me podía creer lo que estaba pasando. Se había puesto un traje entero de cuero, incluido un antifaz y unas altas botas con un tacón de escándalo. El pecho salia hacia afuera por dos orificios que tenía el traje, y que una especie de corpiño sujetaban a modo de mostrador. En la parte de abajo ocurría algo parecido, ya que el traje dejaba al aire todo el pubis y se abría descubriendo también las nalgas. De su bota salía una fusta, y en el otro lado colgaba un látigo. Ese pelo alborotado y siempre recogido en moño se convirtió en una melena aleonada que enmarcaba unos labios de carmín rojo intenso, sus ojos, intensos bajo unas pinceladas de rímel, me miraban con intensidad, con rabia,con pasión, con...con...con no se qué. ¡Me acojone! El corazón medio un vuelco y me quedé paralizado. Avanzó hacia mí con un contoneo de caderas que me robó el sentido, el cuero se ajustaba a su cuerpo como un guante y tenía un tipo maravilloso. Cuando llegó a mi altura soltó la bolsa a mi lado ¡Otro vuelco de corazón!,sonó, pero sonó, esa bolsa no llevaba la ropa de recambio. Antes de que pudiera balbucear algo levanto la pierna, lo que ahora era una larga pierna, y poniendo su pie en mi pecho me tiró para tras. Menudo golpe me metí; le dio una patada a la silla y se me sentó mirando hacia mis piernas encima de mi boca. Lo tenía totalmente rasurado. Yo me encontré saturado por la situación, no la esperaba ,pero llevado por su forma enérgica de actuar hice lo que se suponía que se esperaba. Me fue arrancando los botones de la camisa, no se con que, parecía un objeto duro, pero con la cabeza metida entre sus piernas no veía nada. Siguió con el pantalón. Me empecé a excitar y como consecuencia de ello tuve una erección, de repente noté un fuerte golpe en mi miembro a la vez que se oía un chasquido, a pesar de tenerla encima pegué un grito de dolor. Se retiró y me retorcí, antes de que reaccionara me pasó un cordón de cuero por el cuello y tiró de mí. Ahogado, retrocedí hasta mi cama sin poder evitarlo.Pasó el cordón por los barrotes del cabecero y me puso unas esposas en una mano atándolas al cabecero, con la otra mano hizo lo mismo, antes de soltar la presión. Cuando aún recuperaba el resuello me aprisionó las piernas con unas cuerdas a las patas y me dejó inmovilizado. Sacó una vela y un mechero de su bolsa y se subió ahorcajadas sobre mi, encendió la vela, ahora tenía más miedo aún. Se frotaba sobre mi flácido pene, que aullaba de dolor por el golpe recibido, pero tanto froté le fue animando, cuando parecía que la excitación volvía dejó volcar parte de la cera viva sobre mi pecho. Pegué un grito, y ella siguió frotando. Repetía la operación una y otra vez. No se como se me puso erecto a pesar de que el pecho me escocía entero. La sensación fue extraña, la mezcla del placer y del dolor me resulto sugestiva, nunca lo hubiera pensado. Cuando más violenta era la penetración la vela fue sustituida por una fusta con la punta de cuero plano que dejó mis piernas encarnadas como su carmín. El orgasmo fue increíble, no se como resistieron las esposas los espasmos, y lo más curioso de todo es que la erección se negaba a dejarme. La sesión se alargo durante toda la noche. Al día siguiente no pude ir a trabajar, me quedé dormido hasta bien pasado el mediodía.
Desde entonces ¡AY!, Alejandra se ha convertido en mi pareja habitual ¡AY!, en la calle hablo yo y ella sigue tartamudeando, pero en privado ¡AY!, ella es la que manda ¡AY!. Os tengo que dejar, aún no he terminado de lamerla las botas y ¡AY!, se enfada.
 

MARIPOSA NEGRA

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jajajajajajajajajajajaja que experiencia tan salvaje la tuya pero veo que te ha hecho muy feliz, mira que una leona en piel de cordero, pense que no podrías sorprenderme más pero veo que contigo siempre me equivoco, un enorme placer leerte, besos
 

Sexandsoul

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La timorata, que tal con el poeta en absoluta y libre expresión!!! Sencillamente me hizo pensar y sentir intensamente con cada línea. Cuando tal cosa me sucede, disfruto a placer y de que manera. Gracias por compartir, besos por el placer de besar en esta noche de tinte apasionado.
 
Jajajaja Impresionante relato Javier, con toques casi eróticos pero con una buena cantidad de humor. Entretenido y sensual ¿Qué más se le puede pedir a un poema? Felicitaciones y saludos poeta
 

Janeth Escobar

Miembro Activo
Gracias Javier, no pare de reir, extraordinaria manera de redacción, buenísima descripción de los hechos, que lo hacen muy reales, fue agradable leerte y lo mejor fue como finalizaste el relato, mis felicitaciones poeta
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SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Jajajjajajajajajjajaja me encanto Javier y me dio mucha gracias el final y dolor ajeno el resto jajajja,ha tener en cuenta las apariencias engañan jjajajjaja,muy buena prosa,gracias por compartir,un beso grande.
 
Magnifica entrega Javier, es esta historia que entretiene y divierte al lector, con ribetes de comicidad que la hace más amena aún, una prolija prosa con muy buen gusto, excelente el lenguaje que utilizas, te felicito y siempre es un placer leer lo que plasmas con tu pluma, un abrazo estimado amigo a la distancia.
 
Javier, estimado amigo a la distancia me pareció muy profesional tu trabajo en este foro, si no lo consideraría así hubiese puesto un comentario menor. Incluso al momento de votar te puse el puntaje máximo porque así lo merecía tu obra, más allá de nuestra amistad.
 
Lo sé, si realmente disfruto con la prosa, tengo fluidez, imaginación y facilidad para plasmar la idea, suelo acabar muy contento con mis trabajos, y lo que es también muy importante, mis lectores, pero aun así siempre pienso que los comentarios son mejores de lo que me merezco. Puede que sea una estupidez, pero es como lo siento.
 

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