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La vaciedad

LA VACIEDAD


Hoy el reflejo de aquella mirada arrogante tornó contra mí. Las sombras del pasado, las promesas incumplidas y todos esos deseos guardados en la alcoba de mi mente, gesticulaban a modo de parodia sobre aquel rostro abatido, sustentado por una mente vencida que alimentaba los efectos del fracaso. Limpié el espejo para ver claro mi rostro, pero no podía mentir a aquella imagen etérea vacilando sobre el aire viciado que se concentraba en forma de nube sobre mi cabeza.

Miles de preguntas se agolpaban en mi mermada mente, dejándome exento de oxígeno, para propiciar una respuesta convincente. Que la realidad supera la ficción es sabido por todos, pero que te arrebate esos pilares en los que se forjó tu existencia, es difícil de admitir, un dolor difícil de mitigar.

Aún los ojos intentan emular al jade, simulando esperanza para todos esos sentimientos albergados, que se ven bombardeados por las cuchillas oxidadas de la cruda realidad. Acicalé mi rostro y aún así me sentía un extraño ante el espejo que siempre me negué a ver. Cortinas de humo impuestas por la razón me susurran al oído, creando la falsa esperanza que tanto anhela el alma, sintiéndose presa fácil, ante la sutil palabra deseada por aquellos muertos en mi sinrazón. Anfitriones de batallas perdidas que hoy se hacen eco en ese rincón de la mente, donde se alojan las causas perdidas, esas que tras fracasar en el intento de fortalecer un alma hundida, gritan como descosidas, llamando la atención de un subconsciente ya abatido por la frustración de su propósito.

Frunzo el ceño fingiendo no conocer a ese personaje salido de un espejo olvidado, miro buscando vida y no hallo más que lamento, el quebranto de sílabas entrecortadas, la dormida luz que alguien dejó apagada, dejando sin vida un alma desencantada, que viendo apagar su brillo, rompe su garganta alzando un quejido al viento, siendo éste recogido por nadie. Pupilas dilatadas sobre un lienzo rojizo me hacen penetrar en las profundidades de la vaciedad, una nada inmortalizada por aquel instante en que me preguntaba, por lo existente tras el velo de la impasividad. Una sonrisa irónica intentaba poner música ante aquel desierto de emociones, pero todo tornaba en silencio, un silencio aterrador que me hacía sentir preso de mis propios miedos, mientras una pregunta retumbaba una y otra vez dentro de mi cabeza ¿qué puede haber peor que una vida sumergida en el fracaso? y mi propia mente intentaba responder- ¡la vaciedad!- ser absorbido por la nada, que los sentimientos y emociones formen parte de un pasado olvidado y la impasividad recubra un alma ya desteñida y cansada, dejándola muerta en vida.

Aquel espejo en el que tantas veces mi rostro deslumbró, destacando un aura inquebrantable, fijada sobre la arrogancia del buen juicio, hoy se vengaba de todos aquellos guiños lanzados al aire. Pero poco a poco la coraza de aquel corazón sufrido se iba haciendo infranqueable, la vida y la muerte ya eran sólo una, muertas las emociones, la vida sólo era el envoltorio de lo inerte, sentimientos envueltos en papel de regalo para la insaciable parca, que tras aquella mirada perdida con ansias aguardaba. El espejo se oscurecía por momentos y aquellas pupilas dilatadas que no cejaban en su empeño de arrojarme al foso de la desesperación, ya me tenían convencido. Desde el fondo del abismo aún saqué fuerzas para enfrentarme a ellos, apelando a la chispa de vida con la que fui dotado, por un instante vi vacilar una tenue luz alrededor de mi rostro y por un momento creí recuperar el afán de un alma ya desahuciada, pero la luz se fue apagando y sólo quedaban sombras, las sombras de la nada. En un último recurso por renovar las fuerzas perdidas, como los nobles guerreros de antaño, lancé un grito al viento, con la intención de levantar a los caídos en mi batalla con lo inerte, pero no encontré aliados, ni tampoco resistencia, el corazón ya había muerto y la mente estaba maltrecha y el alma rota y enferma ya dejó de lamerse las heridas.
 
T

TRINA ORTIZ

Guest
Densas letras nos dejas Manuel. Te confieso que llegando al final esperaba el giro de un cierre esperanzador. Pero no fué así y tienes razón. No siempre se sale airoso del desencanto. Excelente tu grito.
Cariños y estrellas te dejo.
 

Queenire

Miembro Conocido
Mis aplausos a tu prosa Manuel, intrigantes recursos bien utilizados, que mantiene al lector atento al desarrollo intuyendo un final casi conocido; pero en cambio giras y nos dejas pensando en lo frágil que somos.

Estrellas y un café
 
Así es amigo Carlos, la vaciedad es el peor enemigo del ser humano, aunque suele durar poco aparece con frecuencia y eso nos hace aprender mucho sobre nosotros mismos y sobre todo renovarnos, un abrazo.
 
Gracias Queenire por tus palabras, como bien dices nos refleja la fragilidad del ser humano y el necesario conocimiento de nuestro interior para esquivar la temida vaciedad. Un abrazo.
 

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