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Las Mentiras de Abril - Mi novela (Adelanto)

1
PRELUDIO: LA MUERTE DEL JEFE

Me hallaba dentro de una limusina dentro de una nebulosa noche. A mi lado estaba el Jefe, quien no tardó en exhibir su mal genio ante el de adelante (el chofer), exigiéndole prisa con malos tratos e insultos.
Su voz era escuchada, respetada y acatada. Su excéntrica soberanía era reforzada por una oscura gabardina que arropaba su figura alta. Su macilento rostro no escondía su avanzada edad, mas su llovida cabellera negra le refrescaba algunas gotas de juventud.
Los cuchicheos constantes de los de atrás (los dos asistentes acomodados) me resultaban irritantes. Los llamé a rigor:
—¡Cállense! Si los oigo proferir injurias contra mi jefe voy a hacer que se arrepientan —dejé a las lacras en absoluto silencio.
Nadie comprende la inquebrantable lealtad que le guardo a este hombre. A veces yo tampoco la comprendo.
La Bentley Arnage de tres cabinas se detuvo en algún oscuro lugar de Santiago. El conductor nos abrió las puertas al Jefe y a mí. Ambos bajamos para subir la colina donde se elevaba la casa del científico que dirigía un proyecto experimental para el jefe.
Siempre resguardando a mi patrón, siempre con mi arma cargada, yo le cuidaba la espalda.
Quise acompañarlo. Decidió entrar solo. Su asunto era muy privado… inclusive para mí.
Desde afuera pude olfatear el nauseabundo hedor a sustancias químicas y demás.
Los minutos transcurrían, los nervios me mantenían expectante.
Advertí que discutían, aunque no pude distinguir la causa, no pude discernir palabras perspicuas.
A veces siento que ambos dos hablan en clave.
Firmes pisadas advenían hacia mí de una en una.
La pesada puerta se abrió con un golpe abrupto y ensordecedor.
El jefe salió con la furia en la cara y un sobre en la mano.
—¡Nos largamos, Erin! ¡Este viejo es un imbécil!
Retornamos a nuestros asientos, el viaje siguió su curso hasta una nueva diligencia. Ocasión en la que marché solo.
Me adentré en una feria repleta de gente aglomerada. El aroma a incienso acariciaba el olfato y lo distraía un poco del humo gris viscoso de ciudad. Entre la muchedumbre de rostros intermitentes distinguí a un muchacho de gorra, mirando hacia mi persona.
—Este es un puzzle —señaló y lo dejó encima de un maletín.
De hecho, no era un Puzzle, era una Matrioska.
Interesante: Una muñeca que esconde una muñeca que esconde una muñeca que esconde una muñeca que esconde una muñeca que esconde una muñeca…
Con mucho disimulo cargué el maletín hasta el vehículo.
—En ningún momento lo abriste —observó el jefe empleando una expresión facial retórica—. ¿No crees que podría yacer una bomba adentro?
—No. Yacen un millón veinticuatro de reales y un par de sobres sellados que le enviaron sus clientes de Brasil a modo de presente.
El jefe lo abrió y una sonrisa sobreexcitó su cara.
—No sé cómo lo haces, pero nunca fallas, Erin… Nunca fallas.
No era el dinero lo que lo más le satisfacía, él ya estaba acostumbrado a bañarse en inmensas fortunas. Era la sensación de victoria al cumplir cada desafío lo que verdaderamente lo regocijaba, encumbrando su poderoso ego.
No obstante, su júbilo subsistió sólo hasta escuchar el minidisc hallado dentro del sobre que le había entregado el anciano.
—¡Me engañó, Erin! ¡El anciano me engañó!
—Ese viejo miserable… Vuelvo por él y me encargo.
—Tendrás que hacerlo… en otro momento. Ahora es preciso concurrir a otro lar.
El viaje perpetuaba su curso, y, tras varias horas, el de adelante empezó a rogarle al jefe que le permitiera detenerse, alegando que acarreaba días sin probar bocado, que ya no resistía.
—¡Al diablo con esa basura! ¡Aguántate florcita!
—Por favor —rogó Carlo, el conductor.
—¡Que te aguantes he dicho!
—Jefe: La gente tiene hambre, y nosotros poseemos dinero en opulencia —intercedí señalando el maletín—. Creo que lo más adecuado es detenernos en algún comedido restaurante.
—Ni en broma. Nos restan muchas diligencias por cumplir aún. Se alimentará otro día… eso si estoy de buen humor.
—Jefe: Carlo es de los nuestros, y a los nuestros hay que mantenerlos complacidos para que nos rindan.
Si no me escucha a mí, no escuchará a nadie. Siempre he sido su mano derecha.
—¡Por un demonio! ¡No sé porqué atiendo a tus puerilidades!
Vilipendió, volteó su cara hacia la ventanilla y finalmente moderó su tono de voz.
—De acuerdo, dile al alfeñique ese que se estacione por aquí. No acudiremos a ningún restaurante, compraremos en un local de comida rápida y que se conforme.
—Me parece apropiado, yo voy por la colación.
—Vamos —corrigió.
—¿Ha enloquecido? Yo puedo efectuar la simple encomienda solo, no es necesario que usted se exponga a…
—Erin, nunca olvides quién es el jefe. Todos hacen lo que exijo. Voy contigo.
Y se hizo su voluntad…
Juntos emprendimos el camino. Todo acaecía con serenidad hasta que, llegando a cierto punto, mi intuición me dijo que algo no andaba bien.
Miré para arriba del collado y vi a una mujer.
Sus piernas eran bellas… demasiado bellas, pero portaban cuchillos… muchos cuchillos.
—¡No se mueva! —le advertí al jefe mientras ella se avecinaba.
Instantáneamente atiné a coger mi pistola Glock plateada, pero… ¡Había desaparecido!
Parece un maldito sueño surrealista: Durante toda mi vida he estado armado, y cuando más necesito mis armas… desaparecen.
Mi única alternativa era improvisar: cogí una silla de Nogal que se me presentaba allí a causa de un misterio burdo e inconcebible, y, con una actitud digna del teatro de lo absurdo, me cubrí de la lluvia de dagas que me iba a inundar.
—¿Tienes miedo, cariño? —susurró la asesina con sensualidad.
—¡Jefe, debemos irnos! —le supliqué.
—¡Ni por todo el oro del rey Midas! —contestó mal humorado como era su costumbre—. Yo no me muevo de aquí. Que me mate si es que puede.
—¡Claro que puede: Es una asesina! ¡Nos marchamos! ¡Ahora!
Yo insistí e insistí, pero él, hinchado de orgullo, no se permitió dar un paso atrás.
Yo no gozaba de tiempo para pensar, y no sé por que hice lo que hice, pero simplemente corrí por mi vida, corrí de regreso a la limusina… sin él.
—¡Nos vamos! —le decreté al chofer.
—¿Y el jefe?
—Está muerto.


PARTE I: SOBRE EXTRAÑAS REALIDADES
(INVESTIGACIÓN)




2
El misterio de los detalles olvidados

Todos queríamos ser parte de un gran proyecto que nos eleve a la categoría de inmortales, todos queríamos convertirnos en una estrella del cielo que brille admirada por los ojos mortales. Algunos… aún no lo sabíamos.
Encerrado en la cárcel ficticia que creé en mi habitación me halló mi mejor amigo.
Sin comer, sin beber, sin salir. Me castigaba a mí mismo viviendo sin querer vivir y no muriendo con ganas de morir.
—Te ahogas en una pileta vacía —me animaba Raymundo—. En lo que le sucedió al señor Khan no tienes culpa alguna, ese viejo era un necio. Hiciste lo correcto.
—Lo correcto era estar con él hasta el fin de los tiempos: Era mi jefe. Yo lo quería como a un padre, no sé por que cometí esa cobardía.
Yo estaba inerte, sin mover una célula, sin signos de vida, con la mirada perdida, con el cuerpo en la cama y con la mente lejos… muy lejos de todo lugar, de toda realidad y de todo universo.
—Mucho temo no ser el tremendo electricista.
Raymundo intentaba inútilmente ajustar un foco de luz en la araña del pulverulento techo (faro que yo mismo había aflojado).
—De hecho es una de las pocas cosas en el mundo en las que yo no soy tan óptimo —agregó con su típica arrogancia—. ¿Por qué no mejor salimos de esta húmeda cueva y vamos en búsqueda de un par de chicas?
Mi amigo era muy gustoso de la buena vida y, principalmente, de las muchachas jóvenes.
—No quiero —respondí.
—Mm, tengo que admitirlo: La persona que organizó la muerte del jefe… fui yo.
—¿Qué? —reaccioné de inmediato con G18 en mano.
Raymundo echose a reír sin poder frenar la eterna carcajada.
—¡Eres un imbécil! —le reclamé—. No se bromea con esos asuntos. Debes tener más cuidado con tu carácter.
—El que debe tener más cuidado eres tú: ya dicen los gringos que quien es víctima de una mentira el primero de abril, será victima de mentiras durante todo el año.
Me fui otra vez a la cama, no estaba de humor para semejantes bufonadas. El se puso de cuclillas y se dirigió a mí con una mirada directa:
—Óyeme bien: Lo que hiciste no fue cobardía, fue sensatez. Eso es lo que te distingue de un escolta ordinario: Tú eres el cerebro que dirige las operaciones, y el cerebro de este cártel. Si no tienes una posición más prestigiosa es por tu falta de ambiciones.
—No necesito una posición más prestigiosa, ni tampoco la que ostento. Yo solamente…
—Sí, claro: “Tú solamente naciste en esto” —imitó mi voz de manera burlona—. Ya te oí muchas veces, Erin, pero posees un don, y hasta diría que eres el mejor (de no ser porque estoy yo, claro está).
Raymundo terminó de apretar el foco, pero la luz que se encendió no fue la de ella, sino la de mi portátil. Ambos nos quedamos consternados. Él procuró restarle importancia al extraño acontecimiento y continuó hablando:
—Acepta de una vez que tu jefe (el jefe de todos) murió, y tú deberías estar pensando en ascender, ¿si yo pasé de escolta a narcotraficante, por qué tú no podrías? —cuestionó con su espontaneidad—. Yo soy el mejor, pero tú tienes eso… Proyección: Sabes leer lo que planean los oponentes y adelantarte a ellos con inteligencia y precisión. Es una cualidad admirable.
—Sólo soy un arma… un arma que abandonó a la mano que le dio todo… Y nadie asegura que el Jefe esté muerto, aún no encuentran su cuerpo.
—Erin: Tú mejor que nadie sabes que los cuerpos nunca aparecen. Ha pasado un mes, “tu jefecito” no ha de volver.
Un silencio y una melancolía estridente me gobernaban, como desde aquel fatídico veintinueve de febrero en el que sucedió ese desgraciado incidente.
Es triste consagrar la vida entera a algo que un día desaparece y te deja sin nada. Eso era lo que tenía sin la inquebrantable lealtad hacia mi jefe: Nada.
Raymundo cogió un libro de mis desordenadas cajas y simuló que leía. En realidad, únicamente salteaba las páginas para delante y para atrás. Arqueé mis cejas.
O no sabe leer o el nerviosismo le delata su intención de abordar algún asunto perturbador.
—Escucha Erin —pronunció por fin—: Es necesario que seas conciente de lo caldeada que está la situación: El Cártel de Santiago se fragmentó tras la muerte de Samuel Khan. Adinolfi e Iturriaga se disputan el poder.
—¿Por qué debería importarme?
—Porque el señor Adinolfi te ambiciona como su mano derecha. Te vendrá bien, él es como nuestro padrino en el negocio y no tardará en convertirse en el nuevo Capo Máximo.
—Padrino tuve uno solo y ya no está. Además, el señor Adinolfi, con el aval de los otros jefes, decretó que no se investigara la muerte de Khan por catalogarla de “incidente aislado”.
—¿Cómo pretendías que obráramos? Prácticamente todo el país tenía razones para matar a Khan… Si investigábamos no íbamos a obtener nada, excepto tener a la policía y a la DEA respirándonos en la nuca.
No les interesa. Nadie mira más que por su propia ambición. En este desalmado mundo no hay tiempo para la lealtad.
—Como sea —le repliqué—. No apetezcas que trabaje para un cobarde como ese.
—¿Y que piensas hacer? ¿Salirte del negocio? Vamos, Erin, sólo en dos bolsas de basura lograrías eso.
—¿Es una amenaza?
Fue la primera vez que me levanté y lo enfrenté.
—¿Estás loco? ¡Soy tu amigo! —me golpeó el hombro—. Siempre quiero lo mejor para ti, y desde luego que no es este encierro.
>>Debes tomar una decisión.
—No tengo ganas.
—Respetaré eso, pero dime algo: ¿Si tuvieras que describir con una sola palabra a la asesina que los atacó, cuál sería?
—Hermosa —pronuncié casi como un acto condicionado y al instante reflexioné: En aquella ocasión pude distinguir en ella a una asesina profesional, entrenada y hasta destacada. Sin embargo, la adjetivaba con la palabra “hermosa”.
—Bien, existe otra mujer en el mundo… —emitió Raymundo mientras partía—. Ahora sé porque escapaste.
¿Que diablos quiso decir?
Contemplé en mi mente la escena donde la vi, como si aún permaneciera allí: La belleza de de sus piernas, los cuchillos en sus piernas, aunque presentía que ella tenía algo más prodigioso y temerario.
¿De que se trata? ¿Que hay de especial en ti?
Por un momento recordé la silla de Nogal con la que me protegí en aquella ocasión.
¿Silla de Nogal? ¿Qué hacía eso allí?
Era absurdo, pero más absurdo era que yo olvidara un detalle tan absurdo, porque si existe algo capaz de inquietarnos hasta ganarse un tedioso lugar en nuestras mentes es lo absurdo.
Una visión me fue transportando a la otra: De la asesina a la silla de Nogal, de la silla de Nogal al misterioso Minidisc que desató la furia de Khan, de la furia de Khan al altercado con ese anciano.
¡El anciano! ¿Cuál era su nombre?
Arturo Dan Isakson.
Algo volvió a sacudir mi interior. Alcancé a Raymundo justo en la puerta de retirada de la casa.
—Ray: voy a reunir a mis hombres. Pero en este momento necesito que tú me ayudes a investigar a alguien que, según creo, estuvo implicado en la muerte de mi jefe.
—Me place lo de tu regreso, aunque eso de las venganzas personales…
—¿Vas a coadyuvarme o no?
—Ah, ya dicen que “el primero de abril los burros van donde no deben ir.”[1] —asumió con resignación pero con presteza.
—Gracias.

Me sentía absorto…
¿Por qué olvide detalles tan importantes: La silla de nogal, el MiniDisc, la presunta asesina de mi jefe, el científico sospechoso de ser el autor intelectual? ¿Qué fue lo que me hizo olvidar todo eso?
Como sea, voy a encontrarlos a todos, voy a demostrar que la lealtad hacia una persona va más allá de la muerte.
Finalizaba mi corto letargo. Iniciaba mi expedición hacia la venganza. Dan Isakson o quien fuera el autor de la muerte del jefe… la pagaría con sangre.

* * *

Nos procuramos un coche de alquiler con el que partimos de mi parcela en Maipo hacia la morada del viejo en Santiago Centro. Merodeamos de forma sigilosa.
Tal como lo había conjeturado, Dan Isakson se había mudado inmediatamente después de la muerte de Khan. No obstante, era necesario investigar a las personas que ocupaban su antigua vivienda. Debía comprobar si eran los nuevos dueños del terreno o empleados encubiertos de mi sospechoso.
La psicosis en este tipo de trabajos es el arma primordial. La mentira en este mundo es lo que más abunda: es mentira lo naturalizado y lo que se jacta de ser civilizado; es mentira la apariencia y lo irrefutable de la ciencia; es mentira en los rostros la bondad y a veces la maldad. Es mentira todo… inclusive la verdad.
En setenta y dos horas de estricta vigilancia, el señor y la señora Amaya no realizaron ningún movimiento llamativo.
Eso no era suficiente para descartarlos como posibles cómplices, necesitaba pruebas más concluyentes.
Por eso, la mañana a posteriori, los visitamos usando placas y uniformes falsos de policías. Alegando que Dan Isakson estaba bajo investigación federal, les demandamos todos los documentos legales propios y los referidos a la transacción del inmueble.
No se mostraron reacios a colaborar. Por el contrario, fueron amables y nos enseñaron que todos sus títulos eran legítimos.
Sin embargo, mi entrevista escondía una finalidad oculta: Si ellos eran informantes, no tardarían en comunicarle a su patrón que dos presuntos policías habían estado preguntando por él.
Así que Tobías Lambert, mi experto en redes y tecnología, les había pinchado todas las líneas de comunicación ya antes de mi visita.
El hacker rastreó todas las llamadas, mensajes y correos electrónicos. Me los enseñó y no advertí nada sospechoso en ellos.
Ulteriormente de una semana de estudiar severamente a los jóvenes cónyuges, concluí que no tenían implicancia alguna en el asunto.
Únicamente me restaba recalar en los datos del viejo, obtenidos a través de los registros de transacción: Nada.
Dan Isakson fue lo suficientemente ávido para deslindarse de toda huella que cualquier curioso pudiera rastrear.
No era para menos, dada la mala relación que había mantenido con Khan, Arturo sería conciente de que más de un mafioso lo acecharía. Culpable o no.
Procuré calmar mis emociones y desistir de rejuntar enredosos datos que no conducían a nada para detenerme en un aspecto clave: La relación entre Samuel Khan y Arturo Dan Isakson.
La pegunta era, ¿cuál era la naturaleza de esa relación?
Mi jefe solía tratar algunos asuntos como si fuesen verdaderos secretos de estado, y, pese a ser yo su mano derecha y el hombre al que le confiaba usualmente todo, nunca me había hablado mucho sobre el sujeto en cuestión.
Apenas lo había mencionado como el director de su proyecto más importante: El Proyecto M. pero…
¿Qué es el proyecto M?
Si hasta su nombre es ambiguo: la M es la inicial de un sinfín de palabras...
También se refirió a Dan Isakson como un proveedor de armas bélicas, pero yo estaba al corriente de que eso era una mera pantalla para encubrir algo, pues Khan únicamente compraba armamento a traficantes extranjeros.
Lo del fabricante de armas es una mentira… salvo que Dan Isakson haya fabricado para Khan un arma especial...
Busqué y busqué y en ninguno de los archivos a los que accedí logré encontrar información relevante.
Diablos, cuanto más me inmiscuyo en este caso más desorientado estoy.
Pensaba y pensaba y a nada llegaba. El hombre que buscaba permanecía desaparecido y mi investigación en pañales.
¿Dónde puedo obtener un maldito dato que me sirva de guía para empezar?
Me sentí perdido en un oscuro laberinto… hasta recordar la irrefutable ley de la simpleza: Los seres humanos, en el afán de resolver un dilema y cegados por nuestro insulso dios que es la razón, tomamos la senda más compleja en lugar de buscar en lo obvio.
Y el lugar obvio era la Mansión de mi jefe.
Seguramente sus habitaciones ocultaban algún oscuro secreto que, de ser revelado, le otorgaría algo de luz a este caso.
Conocía el mapa para acceder a semejante oportunidad: La viuda de Khan, una joven tan excéntrica como bella.
Tiempo sin verte… nuestros destinos volverán a cruzarse.



CONTINUARÁ...

Próximo episodio: 3 Secretos dentro de secretos

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NelRamírez

Miembro Conocido
Leí sólo el primer Capítulo en la radio del foro y quiero coger el libro completo...
Abrazos y felicitaciones.
 

NelRamírez

Miembro Conocido
Me encantaaaaaaaa es que lo quiero leer todo...
Envuelve esta historia.
Segunda parte leída en la radio del foro.
Abrazos.
 

NelRamírez

Miembro Conocido
Jajajajajaja, si con eso la gente se anima a comprar y leer tu libro lo narro completo en la radio y dónde me lo pidas. :eek:
 

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