Yaneth Hernández
Miembro Conocido
Me decía un viejo poeta,
de esos que siempre andan cavilando bajo las estrellas:
mujer,
de ojos adormecidos
piel escondida entre la incertidumbre,
murmura al filo de la nostalgia
un verso con tonalidades ocultas, que sólo un alma barda
pueda comprender en su más íntima silaba,
erotiza la rima, llora con su musicalidad
y en su corola profunda hunde
la tempestad de tus impaciencias.
Beatifícate en su espíritu,
en el canto quijotesco que emana de la pluma
en las páginas amargas que sostienen la demencia,
al sentir que la vida en negra luz, campea en cada estrofa.
Mujer,
tus pupilas son la memoria cabalística
de tus amoríos rancios,
esparce sobre el papel con tinta de tu sangre
las voces galantes del desamor
y con pompones argentinos acompaña tu exigua soledad
mientras la luna en austeridad luminosa,
busca la gracia de tus crisálidas manos
que paren una copla, con antojos, de aquellos labios granate
que maldijeron tu destino.
Tu rostro póstumo de rebeldía centellea
cuando del tizne nocturno
aparece Neruda, y su séquito de estrellas marinas.
Derechos reservados.
de esos que siempre andan cavilando bajo las estrellas:
mujer,
de ojos adormecidos
piel escondida entre la incertidumbre,
murmura al filo de la nostalgia
un verso con tonalidades ocultas, que sólo un alma barda
pueda comprender en su más íntima silaba,
erotiza la rima, llora con su musicalidad
y en su corola profunda hunde
la tempestad de tus impaciencias.
Beatifícate en su espíritu,
en el canto quijotesco que emana de la pluma
en las páginas amargas que sostienen la demencia,
al sentir que la vida en negra luz, campea en cada estrofa.
Mujer,
tus pupilas son la memoria cabalística
de tus amoríos rancios,
esparce sobre el papel con tinta de tu sangre
las voces galantes del desamor
y con pompones argentinos acompaña tu exigua soledad
mientras la luna en austeridad luminosa,
busca la gracia de tus crisálidas manos
que paren una copla, con antojos, de aquellos labios granate
que maldijeron tu destino.
Tu rostro póstumo de rebeldía centellea
cuando del tizne nocturno
aparece Neruda, y su séquito de estrellas marinas.
Derechos reservados.