Jorge Toro
Miembro Conocido
Lo que perdí contigo fue mi vida,
mis más queridos sueños, la esperanza,
la innata bizarría,- siempre erguida -
mis ímpetus, valores y confianza.
Murieron, a tu lado, mis certezas:
mi adagio que “es la vida el gran tesoro”,
el franco compromiso en mis promesas,
el tino, el entusiasmo y el decoro.
Lanzaste por abismos mi cordura,
mi nombre, mis conceptos, mi decencia,
y prontos encontraron sepultura
mis ansias de luchar y mi conciencia.
Se fue de mi semblante la sonrisa,
la fe en el verdadero sentimiento,
las ganas de vivir, de oler la brisa
y verme alborozado de contento.
De tajo y al unísono borrados
quedaron mis recuerdos de la euforia
y aquellos gratos brillos alcanzados
cuando coqueteaba con la gloria.
Los sueños al final desfallecieron
resecos, agotados, sin aliento,
y rotos, en silencio, se me fueron,
dejándome un vacío virulento.
La voluntad partió sin darme cuenta,
un día la busqué pero no estaba,
quizás porque escapó de forma lenta,
queriéndome ocultar que se marchaba.
Del gusto que sentí por los placeres
quedó la certidumbre de su ausencia,
paseos, juegos, fiestas y mujeres
me causan hoy rotunda indiferencia.
Proyectos y objetivos más queridos,
se fueron sin retorno hacia la nada;
y opté por afiliarme a los vencidos,
que admiten sin dudar su suerte echada.
Felicidad es mito que se esboza
apenas en la risa de los niños;
la farsa, la quimera artificiosa
experta en seducir con falsos guiños.
Si fui de los humildes defensor
y presto resguardé la libertad;
observo hoy impasible al transgresor
que ultima al quien expresa una verdad.
La música y los libros que gocé,
quedaron olvidados en estantes;
corté con el afecto y renuncié
a todos los asuntos de mis antes.
De aquello que antes fui, - ahora ido -
me queda un cuerpo sano que palpita,
mas cargo entre mi pecho corroído
la fetidez del alma que me habita.
mis más queridos sueños, la esperanza,
la innata bizarría,- siempre erguida -
mis ímpetus, valores y confianza.
Murieron, a tu lado, mis certezas:
mi adagio que “es la vida el gran tesoro”,
el franco compromiso en mis promesas,
el tino, el entusiasmo y el decoro.
Lanzaste por abismos mi cordura,
mi nombre, mis conceptos, mi decencia,
y prontos encontraron sepultura
mis ansias de luchar y mi conciencia.
Se fue de mi semblante la sonrisa,
la fe en el verdadero sentimiento,
las ganas de vivir, de oler la brisa
y verme alborozado de contento.
De tajo y al unísono borrados
quedaron mis recuerdos de la euforia
y aquellos gratos brillos alcanzados
cuando coqueteaba con la gloria.
Los sueños al final desfallecieron
resecos, agotados, sin aliento,
y rotos, en silencio, se me fueron,
dejándome un vacío virulento.
La voluntad partió sin darme cuenta,
un día la busqué pero no estaba,
quizás porque escapó de forma lenta,
queriéndome ocultar que se marchaba.
Del gusto que sentí por los placeres
quedó la certidumbre de su ausencia,
paseos, juegos, fiestas y mujeres
me causan hoy rotunda indiferencia.
Proyectos y objetivos más queridos,
se fueron sin retorno hacia la nada;
y opté por afiliarme a los vencidos,
que admiten sin dudar su suerte echada.
Felicidad es mito que se esboza
apenas en la risa de los niños;
la farsa, la quimera artificiosa
experta en seducir con falsos guiños.
Si fui de los humildes defensor
y presto resguardé la libertad;
observo hoy impasible al transgresor
que ultima al quien expresa una verdad.
La música y los libros que gocé,
quedaron olvidados en estantes;
corté con el afecto y renuncié
a todos los asuntos de mis antes.
De aquello que antes fui, - ahora ido -
me queda un cuerpo sano que palpita,
mas cargo entre mi pecho corroído
la fetidez del alma que me habita.
Última edición: