Maria Jose
Miembro Conocido
Dedicado a Manticora.
Por el sentimiento hallado en sus dos poemas: La dulce caricia y Pasado y presente.
Con todo mi respeto.
Os siento triste y desolado esta mañana,
vuestros ojos han quedado cual la noche
que se niega recibir a la alborada
y se obstinan ser reflejo de azabache.
Ella ha sido y aún será su blanca estrella,
la que indica el caminar de su existencia,
la que os perfumó de azahar con su belleza
y con su aliento consumió vuestra tristeza.
No podéis quedar en desaliento,
ella lloraría si así os viera,
y no querréis que un murmullo el viento
le haga saber que aún hay lágrimas por ella.
Ella fue el diván en que mi alma
cansada, recobraba nueva vida,
sólo ella y el color de sus mejillas
me alegraban, me ofrecían vida y calma.
Si ya no está conmigo no hay sentido
para este cuerpo que no tiene más remedio
que aceptar con valentía mi destino,
o morir en soledad con su recuerdo.
Y se inclina la balanza hacia su lado
y un océano me ruge en las entrañas,
solo quiero sumergirme en ese lago
que escondían con cuidado sus pestañas.
Mi señor, no habléis así, que yo no puedo
consentir que vuestra voz se resquebraje
cual cristal, que aunque templado es ligero,
y frágil, cuando sois hierro forjado.
¡Qué no veis alrededor de vuestro mundo!
¿Por qué no levantáis vuestra mirada?
Estas flores necesitan vuestro cuido,
que son brotes de la Luna plateada.
Y miró noble señor aquellos ojos
y esas manos que pequeñas, le agarraban,
y en su cara vio nacer los mismos gestos
y mejillas en que flores estallaban.
EL Amor perpetuó su pura esencia
en la niña que en sus brazos acunaba,
y encontró en la criatura la presencia
y el amor que en bella esposa le faltaba.
Por el sentimiento hallado en sus dos poemas: La dulce caricia y Pasado y presente.
Con todo mi respeto.
Os siento triste y desolado esta mañana,
vuestros ojos han quedado cual la noche
que se niega recibir a la alborada
y se obstinan ser reflejo de azabache.
Ella ha sido y aún será su blanca estrella,
la que indica el caminar de su existencia,
la que os perfumó de azahar con su belleza
y con su aliento consumió vuestra tristeza.
No podéis quedar en desaliento,
ella lloraría si así os viera,
y no querréis que un murmullo el viento
le haga saber que aún hay lágrimas por ella.
Ella fue el diván en que mi alma
cansada, recobraba nueva vida,
sólo ella y el color de sus mejillas
me alegraban, me ofrecían vida y calma.
Si ya no está conmigo no hay sentido
para este cuerpo que no tiene más remedio
que aceptar con valentía mi destino,
o morir en soledad con su recuerdo.
Y se inclina la balanza hacia su lado
y un océano me ruge en las entrañas,
solo quiero sumergirme en ese lago
que escondían con cuidado sus pestañas.
Mi señor, no habléis así, que yo no puedo
consentir que vuestra voz se resquebraje
cual cristal, que aunque templado es ligero,
y frágil, cuando sois hierro forjado.
¡Qué no veis alrededor de vuestro mundo!
¿Por qué no levantáis vuestra mirada?
Estas flores necesitan vuestro cuido,
que son brotes de la Luna plateada.
Y miró noble señor aquellos ojos
y esas manos que pequeñas, le agarraban,
y en su cara vio nacer los mismos gestos
y mejillas en que flores estallaban.
EL Amor perpetuó su pura esencia
en la niña que en sus brazos acunaba,
y encontró en la criatura la presencia
y el amor que en bella esposa le faltaba.