Poeta Errante
Miembro Conocido
Tuve la oportunidad hace unos años, cuando era soltero aún de tomar un café con una dama que tendría ya unas cuatro décadas, venía de divorciarse de su esposo hace un año.
Buscamos un bar y pedimos un café, todavía se podía fumar en los cafés de Buenos Aires y encendí un cigarrillo. Nos miramos y ella comenzó a contarme de su vida, nos estábamos conociendo.
El mozo llegó con los cafés humeantes, era un día de junio muy frio, así que este brebaje fue un aliciente para mi cuerpo. Comenzó a llover y el dialogo comenzó.
-Ya sabes que me llamo Natalia- yo asentí con mi cabeza –todavía me estoy recuperando de un horror.
- ¿Qué te sucedió? – le pregunté intrigado.
- No imaginas lo que viví durante diez años – me dijo con los ojos a punto de derramar una lagrima de dolor.
- No, no me lo imagino, dime- le dije invitándole a descargar su dolor.
- Me divorcie porque mi marido me maltrataba- dijo con toda la tristeza del mundo.
-¿te pegaba?- le pregunte imaginando la respuesta.
-No- me respondió, eso me intrigó aún más, en mi ingenuidad la interrogue una vez más- ¿entonces?
-Su maltrato era psicológico, comenzó por criticarme que había engordado después de haber tenido tres hijos, luego comenzó a tratarme de inútil, “no sabes esto, no sabes aquello”, a desautorizarme delante de mis hijos, luego comenzaron los insultos, boluda, estúpida, tarada y todo el vocabulario de improperios que existe, cuando iba a trabajar me decía lo que tenía que vestirme, nada provocativo para su gusto, no podía usar lápiz labial ni maquillaje y menos teñirme el pelo, al final un día me cansé y fui a la peluquería, me puse bien bonita porque pensaba que me lo merecía como mujer, además para agradarle a él y así dejara de atacarme.
-¿Entonces qué sucedió? – le pregunte intrigado
- Intento levantarme la mano, allí fue cuando le pedí el divorcio y ahora estoy tomando un café con vos.
Por un mundo en contra de la violencia de género, Gerardo A. Pace Bruno o Poeta errante
Buscamos un bar y pedimos un café, todavía se podía fumar en los cafés de Buenos Aires y encendí un cigarrillo. Nos miramos y ella comenzó a contarme de su vida, nos estábamos conociendo.
El mozo llegó con los cafés humeantes, era un día de junio muy frio, así que este brebaje fue un aliciente para mi cuerpo. Comenzó a llover y el dialogo comenzó.
-Ya sabes que me llamo Natalia- yo asentí con mi cabeza –todavía me estoy recuperando de un horror.
- ¿Qué te sucedió? – le pregunté intrigado.
- No imaginas lo que viví durante diez años – me dijo con los ojos a punto de derramar una lagrima de dolor.
- No, no me lo imagino, dime- le dije invitándole a descargar su dolor.
- Me divorcie porque mi marido me maltrataba- dijo con toda la tristeza del mundo.
-¿te pegaba?- le pregunte imaginando la respuesta.
-No- me respondió, eso me intrigó aún más, en mi ingenuidad la interrogue una vez más- ¿entonces?
-Su maltrato era psicológico, comenzó por criticarme que había engordado después de haber tenido tres hijos, luego comenzó a tratarme de inútil, “no sabes esto, no sabes aquello”, a desautorizarme delante de mis hijos, luego comenzaron los insultos, boluda, estúpida, tarada y todo el vocabulario de improperios que existe, cuando iba a trabajar me decía lo que tenía que vestirme, nada provocativo para su gusto, no podía usar lápiz labial ni maquillaje y menos teñirme el pelo, al final un día me cansé y fui a la peluquería, me puse bien bonita porque pensaba que me lo merecía como mujer, además para agradarle a él y así dejara de atacarme.
-¿Entonces qué sucedió? – le pregunte intrigado
- Intento levantarme la mano, allí fue cuando le pedí el divorcio y ahora estoy tomando un café con vos.
Por un mundo en contra de la violencia de género, Gerardo A. Pace Bruno o Poeta errante