Raquel Fraga
Miembro Conocido
Todos los días a la misma hora recorría aquel enorme pasillo hasta llegar a la habitación.
Allí estaba mi madre, viendo simplemente pasar el tiempo, esperando verme llegar para dedicarme una sonrisa, me cogía las manos muy fuerte como intentando querer decirme que no me fuera más, su rostro reflejaba el paso de los años. Había sido hermosa, ese tipo de mujer que por donde pasa todos los hombres se vuelven a mirarla.
Sus bellos ojos azules aun desprendían un suave destello que impregnaban de luz a quien la mirara. En la mesita reposaba el libro de sus memorias que había escrito hacia algunos años y que era su acompañante de cabecera. Parecía mentira que mi madre hubiera vivido tantas cosas…
Para mi simplemente era mamá, la que estaba allí para apoyarme en todo, la que siempre me escuchaba y ahora se me iba. Aquel fulgor de sus ojos se iba apagando lentamente y yo..., yo no sabía qué haría cuando ella no estuviera más.
Allí estaba mi madre, viendo simplemente pasar el tiempo, esperando verme llegar para dedicarme una sonrisa, me cogía las manos muy fuerte como intentando querer decirme que no me fuera más, su rostro reflejaba el paso de los años. Había sido hermosa, ese tipo de mujer que por donde pasa todos los hombres se vuelven a mirarla.
Sus bellos ojos azules aun desprendían un suave destello que impregnaban de luz a quien la mirara. En la mesita reposaba el libro de sus memorias que había escrito hacia algunos años y que era su acompañante de cabecera. Parecía mentira que mi madre hubiera vivido tantas cosas…
Para mi simplemente era mamá, la que estaba allí para apoyarme en todo, la que siempre me escuchaba y ahora se me iba. Aquel fulgor de sus ojos se iba apagando lentamente y yo..., yo no sabía qué haría cuando ella no estuviera más.