isidro4755parra@gmail.com
Miembro Conocido
Hay cosas inexplicables en la vida, situaciones fuera de lo normal, que se dan en cualquier lugar y en determinados momentos, y que muchas personas creen y otras no.
Vivo en una casa grande con mi esposa y mis tres hijos, un lugar donde reina la paz, la tranquilidad y la alegría.
Por muchos años todo en ella marchó con normalidad, y como toda familia católica todos los días damos gracias a Dios por
los beneficios que nos brinda.
Soy un hombre de estudios, profesional de la educación, que a pesar de lo que oigo decir a las personas por la calle,y a mi colegas y alumnos en la escuela o el liceo, jamás ha creído en cosas del "más allá" o sobrenaturales y así se los hacía saber.
Pasados unos años, mi esposa y mis hijos me hicieron saber de ciertos fenómenos que estaban pasando en la casa,por lo que se encontraban asustados. Empezaron a contarme uno a uno los pormenores: (licuadoras y luces que se prendian y apagaban solas, movimientos de enseres de cocina, sombras que aparecían como almas en penas).
Como siempre he sido incrédulo; pero muy animoso para estas cosas, decidí comprobar la verdad de estos hechos y pasaba noches en vela para ello; pero nada sucedía, en vista de ello, yo mismo los invocaba para que aparecieran o hicieran algo ante mi, todo fue en vano.
Hasta que cierto día, en el que mi esposa y yo fuimos a la cocina a comer unas galletas con salsa y al rato la tapa de la salsa voló por los aires llegando hasta el lugar donde yo estaba dando de lleno en mi pecho. ¿Quién la lanzó?
misterio por resolver. Quedamos petrificados ante el suceso, pero reponiéndome de inmediato empecé a vociferar y a gritar insultos contra el supuesto fantasma, ese día lo recuerdo muy bien: fue un día de difuntos.
La noche de ese mismo día jamás la olvidaré, mi esposa y yo trabajabamos hasta muy tarde la artesanía con material de desecho(carcoles, cartón, arena, huesos de pescado, raíces y ramas de árboles) haciendo fachadas, relojes, lámparas de pie y colgantes, telefoneras y otros). En una mesa teníamos todo el material a utilizar para realizar nuestras
creaciones, y en un frasco de compota habiamos metido unos palos de altura que utilizaríamos en las ventanas de las fachadas, dichos palo habían sido traídos por nuestro hijo menor de los que botaban en las afueras del cementerio de la localidad y que había sacado de los restos de las coronas que desechan cuando las flores se marchitan, en el espacio donde estabamos se respiraba una paz apacible, cada uno sentado en su silla, cuando yo, que me encontraba cortando un patrón para la realización de una nueva fachada, veo de reojo que el bendito frasco con sus palos adentro se movía y se dirigía hacia mi, y sin pensarlo, como si fuera un ser vivo, le grité: yo no fui quien los mando a buscar, fue ella, y aquel
envase como si hubiera entendido se paró en seco, y cambió de rumbo hacia donde estaba mi esposa. Esta salio gritando como alma que llevaba el Diabo y con una severa crisis nerviosa. Al otro día, ella misma llevó los palos a su lugar de procedencia.
Desde ese día, los muertos, fantasmas o como queramos llamarlos no han dejado de molestarnos y nos quitan la
cobija, imitan nuestras voces, nos hacen insinuaciones sexuales, nos acompañan cuando escribimos o trabajamos.
Muchos me han aconsejado realizar un exorcismo; pero no, ya son como quien dice "de la familia".
El único problema que se me ha presentado es con mis nietos, que muchas veces no quieren entrar a la casa por
miedo "al de abajo" como ellos dicen.
Yo, a pesar de lo que he visto y sentido ¡Aún me resisto a creerlo!
¡Pero... de que vuelan, vuelan!
09/07/2014
Ysidro Parra-Venezuela
Reservados Derechos de Autor.
Vivo en una casa grande con mi esposa y mis tres hijos, un lugar donde reina la paz, la tranquilidad y la alegría.
Por muchos años todo en ella marchó con normalidad, y como toda familia católica todos los días damos gracias a Dios por
los beneficios que nos brinda.
Soy un hombre de estudios, profesional de la educación, que a pesar de lo que oigo decir a las personas por la calle,y a mi colegas y alumnos en la escuela o el liceo, jamás ha creído en cosas del "más allá" o sobrenaturales y así se los hacía saber.
Pasados unos años, mi esposa y mis hijos me hicieron saber de ciertos fenómenos que estaban pasando en la casa,por lo que se encontraban asustados. Empezaron a contarme uno a uno los pormenores: (licuadoras y luces que se prendian y apagaban solas, movimientos de enseres de cocina, sombras que aparecían como almas en penas).
Como siempre he sido incrédulo; pero muy animoso para estas cosas, decidí comprobar la verdad de estos hechos y pasaba noches en vela para ello; pero nada sucedía, en vista de ello, yo mismo los invocaba para que aparecieran o hicieran algo ante mi, todo fue en vano.
Hasta que cierto día, en el que mi esposa y yo fuimos a la cocina a comer unas galletas con salsa y al rato la tapa de la salsa voló por los aires llegando hasta el lugar donde yo estaba dando de lleno en mi pecho. ¿Quién la lanzó?
misterio por resolver. Quedamos petrificados ante el suceso, pero reponiéndome de inmediato empecé a vociferar y a gritar insultos contra el supuesto fantasma, ese día lo recuerdo muy bien: fue un día de difuntos.
La noche de ese mismo día jamás la olvidaré, mi esposa y yo trabajabamos hasta muy tarde la artesanía con material de desecho(carcoles, cartón, arena, huesos de pescado, raíces y ramas de árboles) haciendo fachadas, relojes, lámparas de pie y colgantes, telefoneras y otros). En una mesa teníamos todo el material a utilizar para realizar nuestras
creaciones, y en un frasco de compota habiamos metido unos palos de altura que utilizaríamos en las ventanas de las fachadas, dichos palo habían sido traídos por nuestro hijo menor de los que botaban en las afueras del cementerio de la localidad y que había sacado de los restos de las coronas que desechan cuando las flores se marchitan, en el espacio donde estabamos se respiraba una paz apacible, cada uno sentado en su silla, cuando yo, que me encontraba cortando un patrón para la realización de una nueva fachada, veo de reojo que el bendito frasco con sus palos adentro se movía y se dirigía hacia mi, y sin pensarlo, como si fuera un ser vivo, le grité: yo no fui quien los mando a buscar, fue ella, y aquel
envase como si hubiera entendido se paró en seco, y cambió de rumbo hacia donde estaba mi esposa. Esta salio gritando como alma que llevaba el Diabo y con una severa crisis nerviosa. Al otro día, ella misma llevó los palos a su lugar de procedencia.
Desde ese día, los muertos, fantasmas o como queramos llamarlos no han dejado de molestarnos y nos quitan la
cobija, imitan nuestras voces, nos hacen insinuaciones sexuales, nos acompañan cuando escribimos o trabajamos.
Muchos me han aconsejado realizar un exorcismo; pero no, ya son como quien dice "de la familia".
El único problema que se me ha presentado es con mis nietos, que muchas veces no quieren entrar a la casa por
miedo "al de abajo" como ellos dicen.
Yo, a pesar de lo que he visto y sentido ¡Aún me resisto a creerlo!
¡Pero... de que vuelan, vuelan!
09/07/2014
Ysidro Parra-Venezuela
Reservados Derechos de Autor.
