Yaneth Hernández
Miembro Conocido
He renunciado a ti,
como el cielo a las aves.
Te creí amapola al amanecer,
eran ilusiones
de un alma enamorada
que brillaba,
en las ánforas de tus ojos.
Te marchaste
de los velos de mi piel
con una sonrisa
que abrió heridas a mi esencia,
y te imaginé blanca
como una luna de playa,
me di cuenta, tarde ya,
que eras una fantasía.
Te amo,
es cierto, pero de que vale
si eres oscuridad,
una hiena sedienta
de amores confitados,
basta de armar rompecabezas
con mi sinceridad;
compraré barcos de azulejos
y partiré lejos de tu faro
ya no tengo puerto,
solo un continente solitario.
Hoy siento mis alas roídas
por tus mentiras,
gané una libertad que no se compara
con las estepas del universo,
pero helada como los Alpes
que se congelan a mis pies.
He renunciado a ti,
escupiendo trozos de amargura,
dejando volar un recuerdo
que atornilla mis sienes
a tu magra sombra,
y me niego a tenerte
entre las aguas muertas
que corren en mis manos,
mis lágrimas se transforman
en cristales que cortan,
el último suspiro que te brindo
antes de negar tu nombre tres veces
y morir en el hastío,
de mi fracaso bajo la luz.
Derechos reservados.
como el cielo a las aves.
Te creí amapola al amanecer,
eran ilusiones
de un alma enamorada
que brillaba,
en las ánforas de tus ojos.
Te marchaste
de los velos de mi piel
con una sonrisa
que abrió heridas a mi esencia,
y te imaginé blanca
como una luna de playa,
me di cuenta, tarde ya,
que eras una fantasía.
Te amo,
es cierto, pero de que vale
si eres oscuridad,
una hiena sedienta
de amores confitados,
basta de armar rompecabezas
con mi sinceridad;
compraré barcos de azulejos
y partiré lejos de tu faro
ya no tengo puerto,
solo un continente solitario.
Hoy siento mis alas roídas
por tus mentiras,
gané una libertad que no se compara
con las estepas del universo,
pero helada como los Alpes
que se congelan a mis pies.
He renunciado a ti,
escupiendo trozos de amargura,
dejando volar un recuerdo
que atornilla mis sienes
a tu magra sombra,
y me niego a tenerte
entre las aguas muertas
que corren en mis manos,
mis lágrimas se transforman
en cristales que cortan,
el último suspiro que te brindo
antes de negar tu nombre tres veces
y morir en el hastío,
de mi fracaso bajo la luz.
Derechos reservados.
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