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Miedo

¡Pufff! No puedo dormir. Esta sensación de ser observado en la obscuridad desde el armario me hace sentir que me estoy volviendo loco.
Tengo nueve años de edad y aunque no quiero creer en estas cosas, algo me dice que debo tener cuidado del armario.
Se me figura que sale un monstruo en cualquier momento, y tengo ganas de gritar, llamar a mi papà. Que es grande y fuerte y puede defenderme.
Pero… Tengo miedo de que se burle de mi como lo hacen mis amigos en la escuela cuando les platico de esta sensación de todas las noches.
Escucho pequeños ruidos dentro del ropero y el miedo me paraliza. Lagrimas de terror resbalan por las mejillas.
Esto ha sido de todos los días, desde hace mucho tiempo.
Pero esta noche… el temor es màs grande que otras veces. Escucho pequeños ruidos y una pequeña risa de burla. ¡Grotesca!
Enciendo la luz de la lámpara de mi buró a punto de lanzar un gran grito y salir corriendo.
Miro atentamente a las puertas corredizas del armario y creo ver que se abren un poco, lentamente.
¡Asoma una cara horrible! cuyos ojos rojos, encendidos como fuego del infierno me miran con odio, una mueca que parece sonrisa llena de burla en una boca casi desdentada, de la cual asoman dos enormes colmillos como manchados con sangre. ¡Babeante!
Escucho una voz que parece murmurarme al oído –Yo soy quien soy y nunca te libraras de mi. Estarè contigo hasta el dìa de tu partida- Y pierdo el sentido, o al menos eso creo.

Cosa curiosa, desde ese dìa nunca màs volvì a tener esa sensación, y aunque el temor a la obscuridad y los armarios no remite, tampoco me han quitado el sueño. Hasta hace unos días atrás. Después de veinte años.
Aunque no lo había olvidado, el recuerdo casi disipado ya no me atormentaba. Al paso del tiempo llegue a creer que solo había sido un sueño. Una mala pesadilla.

Otra vez se acerca la noche y mi ànimo se debilita. ¡Ya no creo soportarlo!
Otra vez esa sensación de que algo puede salir, ya no del armario sino ahora es de bajo de la cama, porque en mi habitación no hay armario o algo que se le paresca.
Duermo con mi lámpara de noche encendida, y ni asì puedo evitar el temor que se apodera de mi mente y vuelvo a creer que tengo solo nueve años.
La casi vigilia en que paso las noches me han debilitado, física y mentalmente.
Creyendo en mi debilidad, creo también que es esto lo que me hace tener este miedo de muerte y me tranquilizo un poco, muy poco.

Esta noche como aquella en la que aùn era pequeño, vuelvo a tener esa sensación de que algo ocurrirá.
Llegada la hora, me voy a dormir, dejando todas las luces de la casa encendidas. En mi habitación también encendida la luz del foco del plafón, además de encender la lámpara de noche. Asì quiero remitir el miedo, màs bien el terror que poco a poco me ha ido invadiendo.
Pasada la media noche y estando yo aùn despierto, vuelvo a oir como en aquel lejano dìa, una risa, ahora màs bien carcajada.
Lleno de terror miro hacia todos lados, cuando bajo la vista al lado de la cama veo algo terrible, miro un cuerpo deforme, arrastrándose, estirando una mano llena de llagas y supurante, con largas uñas que màs bien parecen garras, como queriéndome agarrar.
En ese momento recuerdo las palabras escuchadas aquella terrible noche –Yo soy quien soy y nunca te libraras de mi. Estarè contigo hasta el dìa de tu partida- y pienso que ha llegado la hora de mi muerte.
Quiero desmayarme, como aquella ocasión. Un grito de terror pugna por brotar de mi garganta, mi cerebro ordena a las piernas salir corriendo. Pero estoy paralizado de terror, siento que mis ojos quieren brotar de sus cuencas.
Siento un fuerte golpe dentro de mi cabeza, como si mi cerebro hubiere estallado en el instante en que siento que esta mano demoniaca me rosa la mejilla. Y en ese mismo instante se vuelve a escuchar una carcajada demoniaca.
El grito que pugnaba por salir, al fin escapa de la garganta que, cerrada le querìa impedir el paso.
Se escuchan gritos fuera de mi apartamento, golpes en la puerta y los vecinos preguntando que pasaba. Todo parece volver a la normalidad pero… yo no puedo moverme.

Escucho comentarios, palabras que de principio no entiendo y después todo se empieza a aclarar.
-Su historial clìnico no nos dice nada, al parecer era una persona sana.
-Pues al parecer algo ocurrió que le provoco un fuerte shock que le ocasiono un gran daño cerebral.
-No se observan reacciones motoras, ni concientes ni inconcientes.
-El paciente no muestra signos de conciencia. Aunque sería bueno saber por que todas las noches en algún momento grita tan fuerte que pareciera que algo le ocasiona un gran terror.
-Pero… ¿què le hizo caer en estado vegetativo?

¡Dios! Se acerca la noche y recomienza el horror. ¿Hasta cuàndo?
 
jajajaja Estimado amigo Javier Tomàs, es muy agradable tu presencia en estas humildes letras, mil gracias por la deferencia. Un saludo y un fuerte abrazo.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
¡Pufff! No puedo dormir. Esta sensación de ser observado en la obscuridad desde el armario me hace sentir que me estoy volviendo loco.
Tengo nueve años de edad y aunque no quiero creer en estas cosas, algo me dice que debo tener cuidado del armario.
Se me figura que sale un monstruo en cualquier momento, y tengo ganas de gritar, llamar a mi papà. Que es grande y fuerte y puede defenderme.
Pero… Tengo miedo de que se burle de mi como lo hacen mis amigos en la escuela cuando les platico de esta sensación de todas las noches.
Escucho pequeños ruidos dentro del ropero y el miedo me paraliza. Lagrimas de terror resbalan por las mejillas.
Esto ha sido de todos los días, desde hace mucho tiempo.
Pero esta noche… el temor es màs grande que otras veces. Escucho pequeños ruidos y una pequeña risa de burla. ¡Grotesca!
Enciendo la luz de la lámpara de mi buró a punto de lanzar un gran grito y salir corriendo.
Miro atentamente a las puertas corredizas del armario y creo ver que se abren un poco, lentamente.
¡Asoma una cara horrible! cuyos ojos rojos, encendidos como fuego del infierno me miran con odio, una mueca que parece sonrisa llena de burla en una boca casi desdentada, de la cual asoman dos enormes colmillos como manchados con sangre. ¡Babeante!
Escucho una voz que parece murmurarme al oído –Yo soy quien soy y nunca te libraras de mi. Estarè contigo hasta el dìa de tu partida- Y pierdo el sentido, o al menos eso creo.

Cosa curiosa, desde ese dìa nunca màs volvì a tener esa sensación, y aunque el temor a la obscuridad y los armarios no remite, tampoco me han quitado el sueño. Hasta hace unos días atrás. Después de veinte años.
Aunque no lo había olvidado, el recuerdo casi disipado ya no me atormentaba. Al paso del tiempo llegue a creer que solo había sido un sueño. Una mala pesadilla.

Otra vez se acerca la noche y mi ànimo se debilita. ¡Ya no creo soportarlo!
Otra vez esa sensación de que algo puede salir, ya no del armario sino ahora es de bajo de la cama, porque en mi habitación no hay armario o algo que se le paresca.
Duermo con mi lámpara de noche encendida, y ni asì puedo evitar el temor que se apodera de mi mente y vuelvo a creer que tengo solo nueve años.
La casi vigilia en que paso las noches me han debilitado, física y mentalmente.
Creyendo en mi debilidad, creo también que es esto lo que me hace tener este miedo de muerte y me tranquilizo un poco, muy poco.

Esta noche como aquella en la que aùn era pequeño, vuelvo a tener esa sensación de que algo ocurrirá.
Llegada la hora, me voy a dormir, dejando todas las luces de la casa encendidas. En mi habitación también encendida la luz del foco del plafón, además de encender la lámpara de noche. Asì quiero remitir el miedo, màs bien el terror que poco a poco me ha ido invadiendo.
Pasada la media noche y estando yo aùn despierto, vuelvo a oir como en aquel lejano dìa, una risa, ahora màs bien carcajada.
Lleno de terror miro hacia todos lados, cuando bajo la vista al lado de la cama veo algo terrible, miro un cuerpo deforme, arrastrándose, estirando una mano llena de llagas y supurante, con largas uñas que màs bien parecen garras, como queriéndome agarrar.
En ese momento recuerdo las palabras escuchadas aquella terrible noche –Yo soy quien soy y nunca te libraras de mi. Estarè contigo hasta el dìa de tu partida- y pienso que ha llegado la hora de mi muerte.
Quiero desmayarme, como aquella ocasión. Un grito de terror pugna por brotar de mi garganta, mi cerebro ordena a las piernas salir corriendo. Pero estoy paralizado de terror, siento que mis ojos quieren brotar de sus cuencas.
Siento un fuerte golpe dentro de mi cabeza, como si mi cerebro hubiere estallado en el instante en que siento que esta mano demoniaca me rosa la mejilla. Y en ese mismo instante se vuelve a escuchar una carcajada demoniaca.
El grito que pugnaba por salir, al fin escapa de la garganta que, cerrada le querìa impedir el paso.
Se escuchan gritos fuera de mi apartamento, golpes en la puerta y los vecinos preguntando que pasaba. Todo parece volver a la normalidad pero… yo no puedo moverme.

Escucho comentarios, palabras que de principio no entiendo y después todo se empieza a aclarar.
-Su historial clìnico no nos dice nada, al parecer era una persona sana.
-Pues al parecer algo ocurrió que le provoco un fuerte shock que le ocasiono un gran daño cerebral.
-No se observan reacciones motoras, ni concientes ni inconcientes.
-El paciente no muestra signos de conciencia. Aunque sería bueno saber por que todas las noches en algún momento grita tan fuerte que pareciera que algo le ocasiona un gran terror.
-Pero… ¿què le hizo caer en estado vegetativo?

¡Dios! Se acerca la noche y recomienza el horror. ¿Hasta cuàndo?

Que historia Ruben sin duda de miedo y mas cuando cae la noche,una historia que de tan sola leerla da miedo pero que has llevad maravillosamente bien,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 
Querida amiga Maru, de verdad que agradezco infinito tu paso. Es un placer la atenciòn brindada a estas humildes letras. mil gracias y recibe un fraternal beso.
 

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