Daniel
Miembro Conocido
Amanecía sin más
que oscuridad en tu espejo
y helaba aquel palpitar
cuando se henchía tu pecho,
pero no era esa la faz
que vertía tu silencio,
si no el poema guardián
donde el amor era el lecho.
Era un remanso de paz
el que mostraba tu cielo,
la belleza y el trinar
de aquel pájaro de fuego,
la habitación floral
donde vendías el sueño,
naturaleza de mar
en tu sonrisa de miedo.
Me enamoré sin pensar,
con la avidez del sediento,
con el hambre del quizás,
como un niño al descubierto,
con la promesa voraz,
de hallar agua en el desierto,
y con las ganas de anclar
en la luna de tu puerto.
Allí supe de ansiedad,
de calidez y tormento,
al encontrar el jaguar
de la maldad en tu cuerpo,
quedando mudo al final,
en el gris de tu aposento,
pues solo migas de pan
hallé en tu alma de hielo.
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