Jorge Toro
Miembro Conocido
Mujer, hermoso ser de nuestra tierra,
sublime creación del universo;
encarnas el ejemplo que se aferra
al tino, la ternura y el esfuerzo.
Mujer, preciosa flor entre las flores,
ofreces a tu paso simpatía,
cariños, optimismos y valores,
a más de tu prestancia y tu energía.
Mujer, a tus valores hoy dedico
los diminutos versos que presento,
pues tu sinfín de dones hace chico
cualquier afán de su cabal recuento.
Por siempre y desde siempre, a cada paso,
enseñas el camino más correcto,
rescatas a los tuyos de un fracaso
y excusas su indolente desafecto.
Tu vida, siempre en obra silenciosa
anhela la justicia y la concordia
y muestra en su faena generosa
preclara y sinigual misericordia.
Tu vientre cuna prima de tus hijos
alberga sus auroras con dulzura
y a fuerza de atenciones y cobijos
promueves en su vida la ventura.
Tus manos, laboriosas y apacibles,
semejan las de un ángel protector,
dispuestas por igual a la labor
que a tus pasmosas curas infalibles.
Tus ojos, dos estrellas cristalinas,
reflejan lo virtuoso de tu pecho;
y solo con mirarlos eliminas
la desazón de quien está maltrecho.
En tus palabras brilla la templanza
y la tranquilidad de tu existencia,
nos hablan del tesón, de la esperanza;
y de alojar la paz en la conciencia.
Tu cuerpo es un oasis delicioso,
un manantial de carne y corazón,
un paraíso dulce, tierno y brioso
en donde consumarnos con pasión.
Por todas las virtudes que he nombrado
y tantas más que suman un raudal,
os dejo mi poema que es honrado
y loa su presencia sinigual.
sublime creación del universo;
encarnas el ejemplo que se aferra
al tino, la ternura y el esfuerzo.
Mujer, preciosa flor entre las flores,
ofreces a tu paso simpatía,
cariños, optimismos y valores,
a más de tu prestancia y tu energía.
Mujer, a tus valores hoy dedico
los diminutos versos que presento,
pues tu sinfín de dones hace chico
cualquier afán de su cabal recuento.
Por siempre y desde siempre, a cada paso,
enseñas el camino más correcto,
rescatas a los tuyos de un fracaso
y excusas su indolente desafecto.
Tu vida, siempre en obra silenciosa
anhela la justicia y la concordia
y muestra en su faena generosa
preclara y sinigual misericordia.
Tu vientre cuna prima de tus hijos
alberga sus auroras con dulzura
y a fuerza de atenciones y cobijos
promueves en su vida la ventura.
Tus manos, laboriosas y apacibles,
semejan las de un ángel protector,
dispuestas por igual a la labor
que a tus pasmosas curas infalibles.
Tus ojos, dos estrellas cristalinas,
reflejan lo virtuoso de tu pecho;
y solo con mirarlos eliminas
la desazón de quien está maltrecho.
En tus palabras brilla la templanza
y la tranquilidad de tu existencia,
nos hablan del tesón, de la esperanza;
y de alojar la paz en la conciencia.
Tu cuerpo es un oasis delicioso,
un manantial de carne y corazón,
un paraíso dulce, tierno y brioso
en donde consumarnos con pasión.
Por todas las virtudes que he nombrado
y tantas más que suman un raudal,
os dejo mi poema que es honrado
y loa su presencia sinigual.