Jorge Toro
Miembro Conocido
No era amor, era deseo,
más que deseo, locura;
una obsesión, desde luego,
que era peor que ninguna…
Recuerdo y casi la veo
con la mirada ceñuda
si acaso tomaba en juego
su excitación y premura...
Y es que era grande su ego
-tan grande como en ninguna-
pero más allá de ello
era mi cuerpo su gula,
y me requería presto
para brindarle ternuras...
La conocí, lo recuerdo,
en una noche de luna;
ella me vino directo
y me propuso aventura...
Supuse que no era cierto
y le dije “está confusa”
aunque pensaba, de hecho,
que era quizás una burla.
Pero miraba directo
con avidez absoluta
y en el vaivén de sus pechos
pulsaban ansias profusas.
Y entonces tuvimos sexo
en una cabaña oculta;
y en medio del desespero
perdió toda compostura..
Me miró llena de fuego
y montándome desnuda
cabalgó sobre mi cuerpo
esclava de la lujuria...
Gritaba con fuertes dejos
y con la mirada turbia
mientras orgasmos inmensos
explotaban como lluvia...
Ella bajó de su cielo
mirándome con ternura
y me dijo “eres mi dueño,
seré para siempre tuya”…
Y así le dimos comienzo
a unas relación abrupta,
un episodio complejo
al que me lancé con dudas;
que fue en principio bueno
pero terminó en disputa,
porque se volvió un tormento
y cotidiana tortura:
un eterno desenfreno;
y de amor, total hambruna…
Cierto día, era febrero,
fui y le dije " tú me abrumas
y por eso ahora quiero
que apartemos nuestras rutas”...
Me escupió y con desprecio
salió como quien no escucha;
dejándome solo y quedo
en medio de la penumbra.
Regresó en muy corto tiempo
esta vez ausente, muda,
y con unos pasos prestos
se encerró entre la ducha.
Creí que era un signo bueno
creí que era autocensura…
¡Ah tonto cerebro inepto,
ah pobre cabeza ilusa
pensar en un gesto honesto!...
De pronto salió y con furia
me apuñaló en pleno pecho;
y, colérica, sañuda,
dijo "te prefiero muerto"...
Hoy cuento con amargura
que tuve un final sangriento
y escribo mi desventura
guardado en un cementerio…
más que deseo, locura;
una obsesión, desde luego,
que era peor que ninguna…
Recuerdo y casi la veo
con la mirada ceñuda
si acaso tomaba en juego
su excitación y premura...
Y es que era grande su ego
-tan grande como en ninguna-
pero más allá de ello
era mi cuerpo su gula,
y me requería presto
para brindarle ternuras...
La conocí, lo recuerdo,
en una noche de luna;
ella me vino directo
y me propuso aventura...
Supuse que no era cierto
y le dije “está confusa”
aunque pensaba, de hecho,
que era quizás una burla.
Pero miraba directo
con avidez absoluta
y en el vaivén de sus pechos
pulsaban ansias profusas.
Y entonces tuvimos sexo
en una cabaña oculta;
y en medio del desespero
perdió toda compostura..
Me miró llena de fuego
y montándome desnuda
cabalgó sobre mi cuerpo
esclava de la lujuria...
Gritaba con fuertes dejos
y con la mirada turbia
mientras orgasmos inmensos
explotaban como lluvia...
Ella bajó de su cielo
mirándome con ternura
y me dijo “eres mi dueño,
seré para siempre tuya”…
Y así le dimos comienzo
a unas relación abrupta,
un episodio complejo
al que me lancé con dudas;
que fue en principio bueno
pero terminó en disputa,
porque se volvió un tormento
y cotidiana tortura:
un eterno desenfreno;
y de amor, total hambruna…
Cierto día, era febrero,
fui y le dije " tú me abrumas
y por eso ahora quiero
que apartemos nuestras rutas”...
Me escupió y con desprecio
salió como quien no escucha;
dejándome solo y quedo
en medio de la penumbra.
Regresó en muy corto tiempo
esta vez ausente, muda,
y con unos pasos prestos
se encerró entre la ducha.
Creí que era un signo bueno
creí que era autocensura…
¡Ah tonto cerebro inepto,
ah pobre cabeza ilusa
pensar en un gesto honesto!...
De pronto salió y con furia
me apuñaló en pleno pecho;
y, colérica, sañuda,
dijo "te prefiero muerto"...
Hoy cuento con amargura
que tuve un final sangriento
y escribo mi desventura
guardado en un cementerio…