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Perdido

Horacio y yo manteníamos una amistad de veinte años, nos conocimos en la guardería, y por cuestiones de la vida cursamos juntos la primaria, la secundaria y parte de la universidad. El quería ser médico y salvar vidas, con ese espíritu que tenía de curar al mundo, yo deje la facultad para ser escritor.
Una noche tuvimos una discusión, el se veía fuera de control, ese debate que manteníamos era algo de poca importancia pero el pareciá “poseído por algo”.
Nos distanciamos por 10 años, yo seguí mi camino entre poesías y novelas, mi trabajo, y mi familia por cuidar. De él no supe nada más.
Un día donde uno se encuentra en total paz y la familia sale a pasear, yo me encontraba escribiendo mi última novela, cuando sonó el timbre de mi casa. Abrí la puerta y vi a un hombre 10 años mayor que yo, con el cabello desprolijo y largo, con una barba descuidada, muy delgado que se notaban los huesos de sus enclenques hombros, “no tengo nada para darte” le die, pensando que era un mendigo. El me respondió “Augusto, soy yo, Horacio, tu mejor amigo”. En ese momento sentí que mi humanidad se desmoronaba, lo mire en las manos recuerdo que llevaba un tatuaje de un león, asi fue que todavía lo tenía en su arrugada mano. Lo abrase fuertemente y lo hice pasar a mi hogar.
Tras un charla me había contado que hace diez años, cuando tuvimos esa estúpida discusión, estaba consumiendo drogas, y que poco a poco fue perdiendo la familia que formó, el trabajo, su casa y el control de su vida.
El me dijo que comenzó a consumir drogas por las compañías que tenía, luego cuando ya no tuvo más dinero los “amigos” desaparecieron, y que ahora estaba viviendo en la calle consumiendo “pasta base” o Paco. ¿Qué había quedado de ese estudiante tan brillante e idealista? Solo despojos de un ser humano. Nos comenzamos a ver con frecuencia y lo interne con su consentimiento en un centro de recuperación para adictos. Al cabo de unos meses se recuperó, pero ya había perdido por la droga a su esposa e hijos, sus bienes, y su trabajo, de ahora en más debería comenzar nuevamente a transitar su vida. Lamentablemente su mente ya está muy deteriorada por el consumo de drogas. Nunca fue el mismo.
Gerardo Pace o Poeta Errante, por un mundo sin drogas.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Horacio y yo manteníamos una amistad de veinte años, nos conocimos en la guardería, y por cuestiones de la vida cursamos juntos la primaria, la secundaria y parte de la universidad. El quería ser médico y salvar vidas, con ese espíritu que tenía de curar al mundo, yo deje la facultad para ser escritor.
Una noche tuvimos una discusión, el se veía fuera de control, ese debate que manteníamos era algo de poca importancia pero el pareciá “poseído por algo”.
Nos distanciamos por 10 años, yo seguí mi camino entre poesías y novelas, mi trabajo, y mi familia por cuidar. De él no supe nada más.
Un día donde uno se encuentra en total paz y la familia sale a pasear, yo me encontraba escribiendo mi última novela, cuando sonó el timbre de mi casa. Abrí la puerta y vi a un hombre 10 años mayor que yo, con el cabello desprolijo y largo, con una barba descuidada, muy delgado que se notaban los huesos de sus enclenques hombros, “no tengo nada para darte” le die, pensando que era un mendigo. El me respondió “Augusto, soy yo, Horacio, tu mejor amigo”. En ese momento sentí que mi humanidad se desmoronaba, lo mire en las manos recuerdo que llevaba un tatuaje de un león, asi fue que todavía lo tenía en su arrugada mano. Lo abrase fuertemente y lo hice pasar a mi hogar.
Tras un charla me había contado que hace diez años, cuando tuvimos esa estúpida discusión, estaba consumiendo drogas, y que poco a poco fue perdiendo la familia que formó, el trabajo, su casa y el control de su vida.
El me dijo que comenzó a consumir drogas por las compañías que tenía, luego cuando ya no tuvo más dinero los “amigos” desaparecieron, y que ahora estaba viviendo en la calle consumiendo “pasta base” o Paco. ¿Qué había quedado de ese estudiante tan brillante e idealista? Solo despojos de un ser humano. Nos comenzamos a ver con frecuencia y lo interne con su consentimiento en un centro de recuperación para adictos. Al cabo de unos meses se recuperó, pero ya había perdido por la droga a su esposa e hijos, sus bienes, y su trabajo, de ahora en más debería comenzar nuevamente a transitar su vida. Lamentablemente su mente ya está muy deteriorada por el consumo de drogas. Nunca fue el mismo.
Gerardo Pace o Poeta Errante, por un mundo sin drogas.

Gerardo muy bueno tu escrito,es así como la droga lleva al hombre a perder lo mas valioso que tiene en la vida y la misma droga solo le va brindando soledad y dolor,porque aunque las personas se rehabiliten es muy difícil permanecer sin recaídas y más difícil aún volver a tener lo que se tenía a nivel de familia y empleo,por eso nunca hay que consumir ni siquiera para probar porque uno nunca sabe si tan solo probando no llegará un día que se transforme en adicción.
Comparto el deseo de un mundo sin drogas,excelente prosa,gracias por compartir,un beso grande.
 
Comparto tu pensamiento Sandra, esta no es una historia que no me sucedió pero creo que se asemeja mucho a la realidad y es bueno concientizar, gracias por leerme, un fuerte abrazo!
 

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