Borboleta
Miembro Conocido
PESADILLAS: El ángel (Episodio2)
Empieza el deceso de la tarde, es la hora que regreso de mi jornada laboral, camino a paso lento por la calle lidiando con el aire que revolotea entre mis piernas, como si quisiera derribarme y desaparecerme del paisaje. Llego a la puerta de mi casa, tomo la llave y mi cerebro se desconecta de mi cuerpo de tal manera que permanezco inmóvil por algunos minutos, sin poder coordinar pensamientos y de movimientos ni esperarlo; finalmente se articula uno que se convierte en acción, abro la puerta y me siento en el sillón a observar como devora la noche la poca claridad que se rehusaba a dispersarse. Permanezco ahí con los pensamientos inconscientes.
El despertador aturde mi silencio, me levanto y coloco mis pies en el suelo, siento una suavidad combinada con aspereza que tocan mis pies, hay montones de plumas tiradas, no recuerdo en qué instante llegué a la cama. Es, en ese momento que siento el dolor de los dedos de mis manos y un intenso cansancio en mis brazos; como si me hubiera ejercitado por muchas horas, colapsan en mi cerebro imágenes y sensaciones, surge como fotografía la blancura de un cuerpo, mis manos aún sienten lo terso de su piel y el manantial carmín que burbujeaba de su espalda y resbalaba por mis brazos. Recorre mi cuerpo un sentimiento de abrigo y lo placentero que un abrazo me dejó.
Pienso: “Otra pesadilla, quiero dejar de soñar”
Sin tomar importancia tomo mi ducha matutina de siempre, intento desayunar pero mi apetito está saciado, veo en la mesa lo que parece ser la mitad de un tremendo banquete y no recuerdo haber preparado tal cantidad de comida, me he vuelto apática y los pensamientos se vuelven aleatorios en las circunstancias, dejando para después las congruencias.
Regreso a la habitación y levanto las plumas; seguramente se escaparon de mi almohada como resultado de mis pesadillas, termino y me dispongo para salir a trabajar, antes me hinco y elevo una plegaria al bello ángel que me aguarda al pie de mi cama, acaricio su figura y recorro con mis dedos una lágrima seca en su mejilla, no irradian calor sus alas, ha dejado de hablarme, sus rezos se apagaron con el primer bocado que mi boca probó, pero sé que… Me amará eternamente. Cierro la puerta de la habitación.
Y pienso: “Prepararé para cenar un delicioso costillar al Anís, invitaré esta noche a una buena amiga”
Salgo de casa y me sumerjo en un día más de mi existencia, embebida en lo habitual de las mañanas... Sobreviviendo a la vida.
D.R.A. 180814900 (EBA ROMA)
Última edición: