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Poema 11
Y esa noche…
Y esa noche te perdí entre estrellas y luceros
entre violines y chelos, entre tormento y pandero.
En el rugido del mar y en el canto de sirenas
entre agónicos sonidos de flautas y guitarras.
En el silencio de un piano arrumbado en las sombras
y en la triste ingenuidad de mi alma encadenada.
Y esa noche me perdí en la oscuridad de tu alma.
Entre negros nubarrones que llovieron margaritas
desojadas sin piedad por la fuerza de los vientos.
Entre los pétalos secos de mis rosas amarillas
dibujando tu silueta a través de mi ventana
aplastados por las páginas del libro de mi vida.
Y esa noche nos vimos envueltos en la demencia
entre besos y susurros, entre pasión y deseo.
Tendidos en la arena de una playa solitaria
arropados con la brisa de una noche veraniega.
Alejados del bullicio de una vida insostenible
de una noche de pasión sin esperanzas.
Y esa noche…
Y esa noche te perdí entre estrellas y luceros
entre violines y chelos, entre tormento y pandero.
En el rugido del mar y en el canto de sirenas
entre agónicos sonidos de flautas y guitarras.
En el silencio de un piano arrumbado en las sombras
y en la triste ingenuidad de mi alma encadenada.
Y esa noche me perdí en la oscuridad de tu alma.
Entre negros nubarrones que llovieron margaritas
desojadas sin piedad por la fuerza de los vientos.
Entre los pétalos secos de mis rosas amarillas
dibujando tu silueta a través de mi ventana
aplastados por las páginas del libro de mi vida.
Y esa noche nos vimos envueltos en la demencia
entre besos y susurros, entre pasión y deseo.
Tendidos en la arena de una playa solitaria
arropados con la brisa de una noche veraniega.
Alejados del bullicio de una vida insostenible
de una noche de pasión sin esperanzas.