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Punto final

Sentado a la orilla de su lecho, los brazos sobre las piernas sosteniendo un cigarrillo entre los dedos de su mano izquierda, miraba hacia la ventana que daba al jardín del patio de su casa. El cuarto se encontraba completamente a obscuras, èl calculaba que serìan como las dos de la mañana, y era la primera vez que no podía dormir en casi tres meses.
Casi tres meses ya, que vivía tranquilamente después de… aquello. No querìa pensar en ese suceso, se imaginaba que si pensaba mucho en … eso, se podría desestabilizar su estado de animo y eso pondría fin a su tranquilidad, ya que ahora después de muchos años se sentía por fin, no solo tranquilo, sino pdrìa decirse que hasta cierto grado feliz.
Claro que no debería mostrarse en ese estado de animo ante sus vecinos y conocidos, pues sería fatal. Ante todos sus conocidos debía seguir presentándoles a un individuo con un acervo de penalidades. Incluso había dejado de satisfacer su hambre para adelgazar y mostrarse como si las penas estuvieran acabando con èl. Tambièn a algunos les decía que èl la seguìa esperando. Cosa que reforzó la teoría de su inocencia.
Despuès de… ese suceso, había podido dormir con tranquilidad ya que se había quitado un gran peso de encima. No sabìa como era posible el haber soportado tanto tiempo vivir en esas circunstancias.
Bueno, ahora sería lo mejor tratar de dormir y no pensar en nada.
Parecìa que ya estaba ganada la partida. La justicia se había creído el cuento de que su mujer había huido con algún amante. Sus constantes infidelidades eran conocidas por todo el barrio, y èl era el hazmerreir de toda la comunidad. Asì mismo sabían que su esposa lo maltrataba. Le gritaba obscenidades no importando quièn estuviera, ni donde estuvieran. En algunas ocasiones le llego hasta a dar un manotazo en la cabeza cuando iban por la calle, y muchos vecinos lo vieron. Además a sus amigas y amigos, les llego a comentar que “en cualquier momento dejo a este idiota, ya me tiene hasta la coronilla” lo tildaba de inútil y tonto, les decía que “posiblemente tiene un cierto retraso mental”
El se justificaba diciéndose que todo se lo aguantaba porque la amaba demasiado. Y sì, es cierto, también pensó en algún momento en abandonarla. Irse a… ¿A dónde? Si no lo hizo es porque no tenía a donde ir. Ademàs tenía miedo a vivir en soledad.
Mira que cosas, ahora que ya tenía casi tres meses de vivir solo, se daba cuenta que estaba mucho mejor y que de haber sabido èsto, lo hubiera hecho -lo que hizo- hacìa mucho tiempo.
Después de las investigaciones de la policía, con las declaraciones de los vecinos, que llegaròn hasta a conmiserarse de èl, porque, “pobre hombre, después de haberle soportado todo lo que le hacìa y amarla como la amaba, la muy ingrata lo había abandonado” Ella “no tenía perdón de Dios” por haberse ido. Todo se hallaba solucionado.
Alguièn, alguna amiga, comento a las autoridades, que la difunta le había dicho hacìa poco que ya lo iba a abandonar. Que había un hombre que le prometió llevársela a vivir con èl y que le daría vida de reina.
Esto èl no lo sabìa en su momento, pero esta noticia le había caído como anillo al dedo. Y si después de haber sentido cierto temor por que las autoridades no le creyeran nada cuando denuncio su desaparición, al conocer esto se sintió muy aliviado. Y bueno, con las declaraciones de los vecinos, y después de soportar las burlas calladas de los detectives, esas miradas indiscretas que le deciàn que era un estúpido, el caso se había dado por cerrado, quedando en abandono de hogar simplemente.
Èl le llego a decir en algún momento, que cambiara, por que llegarìa el momento en que se cansarìa y quièn sabe què pudiera suceder. Pero al parecer ella creìa en verdad que era un estúpido, y que la soportarìa toda la vida. Bueno, ya podìa seguir acostándose con quièn quisiera allà donde estuviera, que èl, al fin conocerìa la felicidad.
El sentir una ligera quemada en los dedos que sostenían el cigarrillo, lo saco de su ensimismamiento, se hallaba tan concentrado en sus pensamientos que no se acordó del cigarrillo. Ponièndolo en el cenicero mientras pisaba las pequeñas brasas que habían caído sobre la alfombra se dispuso a acostarse.
Poniendo màs atención hacia el jardín que se alcanzaba a ver por sobre las cortinas de tul que cubrían la ventana, se dio cuenta que no había luna, que la obscuridad de su casa era tanta como la que pudiera haber en el jardín.
Pensò que eso podría ayudarle a conciliar el sueño. Y efectivamente al poco se quedo dormido.

Esa noche soñò con eso que èl no querìa recordar.
Se vio y se escuchò a sì mismo diciéndole a su mujer que debiera ser màs discreta en sus asuntos amorosos, por que ya estaba cansado de ser la burla de sus vecinos, de sus cuchicheos y miradas furtivas. De sus sonrisas disimuladas y que a ella la vieran como a una mala mujer.
La agresión que ella mostrò hacia el fue quizás la mas fuerte en toda su vida.
Le llamò cobarde, “por que si tuvieras aunque fuera pocos pantalones te defenderìas y me defenderìas” Pero que se podía esperar de una persona cobarde y pusilánime como èl, que para lo único que servìa era para ocupar espacio en la casa, por que no funcionaba para nada màs.
Se mirò en su sueño como si fuera otra persona la que actuara. Se vio por primera vez en su vida agrediéndola, y sintiendo por primera vez un gran odio hacia ella. Ella comenzó a soltar golpes contra èl, y esquivándola le propino un puñetazo con la diestra en la quijada que la atontò, y fue fácil seguirla golpeando, aunque los golpes ya fueron dirigidos únicamente al cuerpo. Ella cayò y entonces le comenzó a pegar patadas en el estomago y una que otra en la cabeza. Se escucho decirle que ya se lo había advertido, y que al fin ya se había cansado.
Cuando dejo de golpearla, ella ya no se moviò.
Cosa rara, no sintió temor alguno, sino fue lo contrario. Se sintió completamente tranquilo. Como sì al fin se diera cuenta que esa podía ser su liberación de una vida llena de agresiones e insultos.
Agradeció que su mujer tuviera demasiado valor o fuera muy tonta, por que no grito ni una sola vez.
Tranquilamente se puso a pensar de que manera podría deshacerse del cuerpo.
Serìan apenas como las diez de la noche cuando metiò el cuerpo a una bolsa de plástico demasiado grueso. Se dijo que si no morìa de la golpiza, seguro se asfixiaba.
En ese momento escucho un ligero gemido, parecía que aùn estaba viva. Pero pensó que no le quedarìa mucho tiempo de vida. Al estarla golpeando se había dado cuenta que le reventò las viseras y aunque no sangrò
–que suerte, no sangro para nada, ni una gota de sangre se veìa. Bueno, el estaba seguro que no tenía corazón, y por lógica no tenía sangre- estaba seguro que la había matado, bueno, casi, pero ya no tardarìa demasiado. Recordò que por alla fuera del estado donde vivía había un paraje solitario, tan solitario que la gente le llamaba “La zona del Silencio” porque además no se escuchaba ni un ruido.
Allì vio una poza como de veinte metrtos de diàmetro, tan alejada de cualesquier lugar habitado que no había visto a nadie en su recorrido hacia ningún lado. Uno de esos días que pensaba escapar de su vida tormentosa. Cuando se agarraba a pasear y caminar por cualquier lado donde no tuviera que verla ni escucharla.
Como si ya lo tuviera premeditado se le ocurrió preguntar en el pueblo que encontró como a hora y media del lugar si en esa poza se podía nadar. Ademàs de enterarse que era el pueblo màs cercano –y que en ese momento no recordó el nombre- le informaron que si no era muy ducho en nadar mejor no se le ocurriera, por que en esa poza como que existía una corriente de agua muy fuerte que jalaba hacia el fondo de la misma. Eso lo sabìa la gente que había perdido algún animal en ella y no habían podido salvar a ninguna. Es màs ni siquiera sus cuerpos habían salido a flote en los días posteriores.
Parecìa el lugar ideal.
El problema sería como llevar el cuerpo sin que los vecinos escucharan el encendido y la marcha del auto.
Bueno, el trabajaba en su taller mecànico, arreglando autos y uno de estos le podría servir.
Calculò el tiempo. Su taller se encontraba solo a diez o quince minutos caminando de donde vivía. El lugar se encontraba como a dos horas y algunos minutos de allì.
Bueno, si se fuera ahora al taller, tomara un auto y regresara por el cuerpo, llevarlo al lugar y aventarlo a la poza no le llevarìa màs de cinco horas en finiquitar el asunto.
Mirò el reloj y se diò cuenta que apenas eran las diez con cuarenta y cinco.
¡puff! El tiempo transcurrido se le había echo una eternidad. Hasta llegó a pensar que el plan lo tendrìa que dejar para el otro dìa.
Saliò hacia su taller . Regreso con una camioneta que dejo estacionada como a treinta metros de su casa, recogió el cuerpo y lo llevo a donde tenía pensado.
Envolviò el cuerpo embolsado en una manta gruesa, junto con bastantes cosas de hierro, lo suficientemente pesados para que en caso de que este tendiera a flotar –no se fiaba mucho de eso que “ni los cuerpos de los animales ahogados habían regresado” Lanzo el cuerpo a la “poza de la muerte” –se le ocurrió bautizarla en ese momento- y regreso tranquilamente a su hogar.
Al dìa siguiente despues de salir de su trabajo, a la hora acostumbrada –debìa actuar como si no pasara nada- regreso a su casa.
Dejò pasar un buen rato antes de salir a preguntar a los vecinos si no la habían visto llegar en algún momento porque “regrese de trabajar y la casa esta igual que como la deje en la mañana” se veìa que no había estado allí en ningún momento.
Es màs la noche anterior no había llegado a dormir, pero “Ustedes saben como es, a faltado algunas noches, pero normalmente llega temprano al otro dìa” y esta vez no había sucedido asì.
De las personas que le mencionaron haberla visto el dìa anterior, todas le dijeron que la habían visto temprano, durante la mañana, pero nadie la había visto la noche anterior ni el dìa de hoy.
¡Uff! ¡Que suerte! Parecìa que el destino estaba de su lado. Esto era algo que aunque el no lo había pensado, podría haberle acarreado problemas de haber sido asì. El que la hubieran visto por la noche el dìa anterior.
Hasta les llegó a comentar a los vecinos que esperarìa al otro dìa, si no regresaba tendría que reportarlo a las autoridades “para evitarme problemas, ¿verdad?”
Y asì fue, al otro dìa fue a reportar a las autoridades su desaparición, diciéndoles también –eso ayudarìa- que “a faltado algunas noches pero normalmente llega temprano al otro dìa” y esta vez no había sido asì.
Las autoridades le dijeron que tendría que esperar setenta y dos horas. Si en ese lapso no llegaba entonces se podría reportar como desaparecida o perdida.
El se mostro un poco molesto, acusándolos de apàticos, e irresponsables. Pero no consiguió nada, que era lo que le convenía. Entre màs tiempo pasara sería màs difícil encontrarla.
Dejo pasar las setenta y dos horas recomendadas y regreso a denunciar su desaparición.
Las investigaciones como ya se dijo no llegaron a ningún lado, y se dio por cerrado el caso. Punto final y a disfrutar de una nueva vida.
 
Yaneth Hernandez, primeramente seas bienvenida a este grupo al cual pertenezco hace poco, y estoy feliz. Agradesco tu paso por mis letras y es un gran placer el que te gusten, Muchas gracias y felicidades.
 

MARIPOSA NEGRA

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excelente relato Ruben, las medidas bastante drásticas que ha tomado para solucionar su problema marital jajaja, solo confirman que a veces no es bueno dejar que los problemas crezcan de tal manera que la solución sea tan radial, un enorme placer leerte, besos
 
Mariposa es cierto lo que dices, aunque conozco a algun que otro que le gustarìa solucionar sus problemas de esa manera. jajajaja Mil Gracias y recibe un fuerte abrazo.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Sentado a la orilla de su lecho, los brazos sobre las piernas sosteniendo un cigarrillo entre los dedos de su mano izquierda, miraba hacia la ventana que daba al jardín del patio de su casa. El cuarto se encontraba completamente a obscuras, èl calculaba que serìan como las dos de la mañana, y era la primera vez que no podía dormir en casi tres meses.
Casi tres meses ya, que vivía tranquilamente después de… aquello. No querìa pensar en ese suceso, se imaginaba que si pensaba mucho en … eso, se podría desestabilizar su estado de animo y eso pondría fin a su tranquilidad, ya que ahora después de muchos años se sentía por fin, no solo tranquilo, sino pdrìa decirse que hasta cierto grado feliz.
Claro que no debería mostrarse en ese estado de animo ante sus vecinos y conocidos, pues sería fatal. Ante todos sus conocidos debía seguir presentándoles a un individuo con un acervo de penalidades. Incluso había dejado de satisfacer su hambre para adelgazar y mostrarse como si las penas estuvieran acabando con èl. Tambièn a algunos les decía que èl la seguìa esperando. Cosa que reforzó la teoría de su inocencia.
Despuès de… ese suceso, había podido dormir con tranquilidad ya que se había quitado un gran peso de encima. No sabìa como era posible el haber soportado tanto tiempo vivir en esas circunstancias.
Bueno, ahora sería lo mejor tratar de dormir y no pensar en nada.
Parecìa que ya estaba ganada la partida. La justicia se había creído el cuento de que su mujer había huido con algún amante. Sus constantes infidelidades eran conocidas por todo el barrio, y èl era el hazmerreir de toda la comunidad. Asì mismo sabían que su esposa lo maltrataba. Le gritaba obscenidades no importando quièn estuviera, ni donde estuvieran. En algunas ocasiones le llego hasta a dar un manotazo en la cabeza cuando iban por la calle, y muchos vecinos lo vieron. Además a sus amigas y amigos, les llego a comentar que “en cualquier momento dejo a este idiota, ya me tiene hasta la coronilla” lo tildaba de inútil y tonto, les decía que “posiblemente tiene un cierto retraso mental”
El se justificaba diciéndose que todo se lo aguantaba porque la amaba demasiado. Y sì, es cierto, también pensó en algún momento en abandonarla. Irse a… ¿A dónde? Si no lo hizo es porque no tenía a donde ir. Ademàs tenía miedo a vivir en soledad.
Mira que cosas, ahora que ya tenía casi tres meses de vivir solo, se daba cuenta que estaba mucho mejor y que de haber sabido èsto, lo hubiera hecho -lo que hizo- hacìa mucho tiempo.
Después de las investigaciones de la policía, con las declaraciones de los vecinos, que llegaròn hasta a conmiserarse de èl, porque, “pobre hombre, después de haberle soportado todo lo que le hacìa y amarla como la amaba, la muy ingrata lo había abandonado” Ella “no tenía perdón de Dios” por haberse ido. Todo se hallaba solucionado.
Alguièn, alguna amiga, comento a las autoridades, que la difunta le había dicho hacìa poco que ya lo iba a abandonar. Que había un hombre que le prometió llevársela a vivir con èl y que le daría vida de reina.
Esto èl no lo sabìa en su momento, pero esta noticia le había caído como anillo al dedo. Y si después de haber sentido cierto temor por que las autoridades no le creyeran nada cuando denuncio su desaparición, al conocer esto se sintió muy aliviado. Y bueno, con las declaraciones de los vecinos, y después de soportar las burlas calladas de los detectives, esas miradas indiscretas que le deciàn que era un estúpido, el caso se había dado por cerrado, quedando en abandono de hogar simplemente.
Èl le llego a decir en algún momento, que cambiara, por que llegarìa el momento en que se cansarìa y quièn sabe què pudiera suceder. Pero al parecer ella creìa en verdad que era un estúpido, y que la soportarìa toda la vida. Bueno, ya podìa seguir acostándose con quièn quisiera allà donde estuviera, que èl, al fin conocerìa la felicidad.
El sentir una ligera quemada en los dedos que sostenían el cigarrillo, lo saco de su ensimismamiento, se hallaba tan concentrado en sus pensamientos que no se acordó del cigarrillo. Ponièndolo en el cenicero mientras pisaba las pequeñas brasas que habían caído sobre la alfombra se dispuso a acostarse.
Poniendo màs atención hacia el jardín que se alcanzaba a ver por sobre las cortinas de tul que cubrían la ventana, se dio cuenta que no había luna, que la obscuridad de su casa era tanta como la que pudiera haber en el jardín.
Pensò que eso podría ayudarle a conciliar el sueño. Y efectivamente al poco se quedo dormido.

Esa noche soñò con eso que èl no querìa recordar.
Se vio y se escuchò a sì mismo diciéndole a su mujer que debiera ser màs discreta en sus asuntos amorosos, por que ya estaba cansado de ser la burla de sus vecinos, de sus cuchicheos y miradas furtivas. De sus sonrisas disimuladas y que a ella la vieran como a una mala mujer.
La agresión que ella mostrò hacia el fue quizás la mas fuerte en toda su vida.
Le llamò cobarde, “por que si tuvieras aunque fuera pocos pantalones te defenderìas y me defenderìas” Pero que se podía esperar de una persona cobarde y pusilánime como èl, que para lo único que servìa era para ocupar espacio en la casa, por que no funcionaba para nada màs.
Se mirò en su sueño como si fuera otra persona la que actuara. Se vio por primera vez en su vida agrediéndola, y sintiendo por primera vez un gran odio hacia ella. Ella comenzó a soltar golpes contra èl, y esquivándola le propino un puñetazo con la diestra en la quijada que la atontò, y fue fácil seguirla golpeando, aunque los golpes ya fueron dirigidos únicamente al cuerpo. Ella cayò y entonces le comenzó a pegar patadas en el estomago y una que otra en la cabeza. Se escucho decirle que ya se lo había advertido, y que al fin ya se había cansado.
Cuando dejo de golpearla, ella ya no se moviò.
Cosa rara, no sintió temor alguno, sino fue lo contrario. Se sintió completamente tranquilo. Como sì al fin se diera cuenta que esa podía ser su liberación de una vida llena de agresiones e insultos.
Agradeció que su mujer tuviera demasiado valor o fuera muy tonta, por que no grito ni una sola vez.
Tranquilamente se puso a pensar de que manera podría deshacerse del cuerpo.
Serìan apenas como las diez de la noche cuando metiò el cuerpo a una bolsa de plástico demasiado grueso. Se dijo que si no morìa de la golpiza, seguro se asfixiaba.
En ese momento escucho un ligero gemido, parecía que aùn estaba viva. Pero pensó que no le quedarìa mucho tiempo de vida. Al estarla golpeando se había dado cuenta que le reventò las viseras y aunque no sangrò
–que suerte, no sangro para nada, ni una gota de sangre se veìa. Bueno, el estaba seguro que no tenía corazón, y por lógica no tenía sangre- estaba seguro que la había matado, bueno, casi, pero ya no tardarìa demasiado. Recordò que por alla fuera del estado donde vivía había un paraje solitario, tan solitario que la gente le llamaba “La zona del Silencio” porque además no se escuchaba ni un ruido.
Allì vio una poza como de veinte metrtos de diàmetro, tan alejada de cualesquier lugar habitado que no había visto a nadie en su recorrido hacia ningún lado. Uno de esos días que pensaba escapar de su vida tormentosa. Cuando se agarraba a pasear y caminar por cualquier lado donde no tuviera que verla ni escucharla.
Como si ya lo tuviera premeditado se le ocurrió preguntar en el pueblo que encontró como a hora y media del lugar si en esa poza se podía nadar. Ademàs de enterarse que era el pueblo màs cercano –y que en ese momento no recordó el nombre- le informaron que si no era muy ducho en nadar mejor no se le ocurriera, por que en esa poza como que existía una corriente de agua muy fuerte que jalaba hacia el fondo de la misma. Eso lo sabìa la gente que había perdido algún animal en ella y no habían podido salvar a ninguna. Es màs ni siquiera sus cuerpos habían salido a flote en los días posteriores.
Parecìa el lugar ideal.
El problema sería como llevar el cuerpo sin que los vecinos escucharan el encendido y la marcha del auto.
Bueno, el trabajaba en su taller mecànico, arreglando autos y uno de estos le podría servir.
Calculò el tiempo. Su taller se encontraba solo a diez o quince minutos caminando de donde vivía. El lugar se encontraba como a dos horas y algunos minutos de allì.
Bueno, si se fuera ahora al taller, tomara un auto y regresara por el cuerpo, llevarlo al lugar y aventarlo a la poza no le llevarìa màs de cinco horas en finiquitar el asunto.
Mirò el reloj y se diò cuenta que apenas eran las diez con cuarenta y cinco.
¡puff! El tiempo transcurrido se le había echo una eternidad. Hasta llegó a pensar que el plan lo tendrìa que dejar para el otro dìa.
Saliò hacia su taller . Regreso con una camioneta que dejo estacionada como a treinta metros de su casa, recogió el cuerpo y lo llevo a donde tenía pensado.
Envolviò el cuerpo embolsado en una manta gruesa, junto con bastantes cosas de hierro, lo suficientemente pesados para que en caso de que este tendiera a flotar –no se fiaba mucho de eso que “ni los cuerpos de los animales ahogados habían regresado” Lanzo el cuerpo a la “poza de la muerte” –se le ocurrió bautizarla en ese momento- y regreso tranquilamente a su hogar.
Al dìa siguiente despues de salir de su trabajo, a la hora acostumbrada –debìa actuar como si no pasara nada- regreso a su casa.
Dejò pasar un buen rato antes de salir a preguntar a los vecinos si no la habían visto llegar en algún momento porque “regrese de trabajar y la casa esta igual que como la deje en la mañana” se veìa que no había estado allí en ningún momento.
Es màs la noche anterior no había llegado a dormir, pero “Ustedes saben como es, a faltado algunas noches, pero normalmente llega temprano al otro dìa” y esta vez no había sucedido asì.
De las personas que le mencionaron haberla visto el dìa anterior, todas le dijeron que la habían visto temprano, durante la mañana, pero nadie la había visto la noche anterior ni el dìa de hoy.
¡Uff! ¡Que suerte! Parecìa que el destino estaba de su lado. Esto era algo que aunque el no lo había pensado, podría haberle acarreado problemas de haber sido asì. El que la hubieran visto por la noche el dìa anterior.
Hasta les llegó a comentar a los vecinos que esperarìa al otro dìa, si no regresaba tendría que reportarlo a las autoridades “para evitarme problemas, ¿verdad?”
Y asì fue, al otro dìa fue a reportar a las autoridades su desaparición, diciéndoles también –eso ayudarìa- que “a faltado algunas noches pero normalmente llega temprano al otro dìa” y esta vez no había sido asì.
Las autoridades le dijeron que tendría que esperar setenta y dos horas. Si en ese lapso no llegaba entonces se podría reportar como desaparecida o perdida.
El se mostro un poco molesto, acusándolos de apàticos, e irresponsables. Pero no consiguió nada, que era lo que le convenía. Entre màs tiempo pasara sería màs difícil encontrarla.
Dejo pasar las setenta y dos horas recomendadas y regreso a denunciar su desaparición.
Las investigaciones como ya se dijo no llegaron a ningún lado, y se dio por cerrado el caso. Punto final y a disfrutar de una nueva vida.

Vaya ,vaya tremenda historia por estar de lista termino trágicamente en manos de su marido,excelente relato que engancha al lector,te felicito,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Sentado a la orilla de su lecho, los brazos sobre las piernas sosteniendo un cigarrillo entre los dedos de su mano izquierda, miraba hacia la ventana que daba al jardín del patio de su casa. El cuarto se encontraba completamente a obscuras, èl calculaba que serìan como las dos de la mañana, y era la primera vez que no podía dormir en casi tres meses.
Casi tres meses ya, que vivía tranquilamente después de… aquello. No querìa pensar en ese suceso, se imaginaba que si pensaba mucho en … eso, se podría desestabilizar su estado de animo y eso pondría fin a su tranquilidad, ya que ahora después de muchos años se sentía por fin, no solo tranquilo, sino pdrìa decirse que hasta cierto grado feliz.
Claro que no debería mostrarse en ese estado de animo ante sus vecinos y conocidos, pues sería fatal. Ante todos sus conocidos debía seguir presentándoles a un individuo con un acervo de penalidades. Incluso había dejado de satisfacer su hambre para adelgazar y mostrarse como si las penas estuvieran acabando con èl. Tambièn a algunos les decía que èl la seguìa esperando. Cosa que reforzó la teoría de su inocencia.
Despuès de… ese suceso, había podido dormir con tranquilidad ya que se había quitado un gran peso de encima. No sabìa como era posible el haber soportado tanto tiempo vivir en esas circunstancias.
Bueno, ahora sería lo mejor tratar de dormir y no pensar en nada.
Parecìa que ya estaba ganada la partida. La justicia se había creído el cuento de que su mujer había huido con algún amante. Sus constantes infidelidades eran conocidas por todo el barrio, y èl era el hazmerreir de toda la comunidad. Asì mismo sabían que su esposa lo maltrataba. Le gritaba obscenidades no importando quièn estuviera, ni donde estuvieran. En algunas ocasiones le llego hasta a dar un manotazo en la cabeza cuando iban por la calle, y muchos vecinos lo vieron. Además a sus amigas y amigos, les llego a comentar que “en cualquier momento dejo a este idiota, ya me tiene hasta la coronilla” lo tildaba de inútil y tonto, les decía que “posiblemente tiene un cierto retraso mental”
El se justificaba diciéndose que todo se lo aguantaba porque la amaba demasiado. Y sì, es cierto, también pensó en algún momento en abandonarla. Irse a… ¿A dónde? Si no lo hizo es porque no tenía a donde ir. Ademàs tenía miedo a vivir en soledad.
Mira que cosas, ahora que ya tenía casi tres meses de vivir solo, se daba cuenta que estaba mucho mejor y que de haber sabido èsto, lo hubiera hecho -lo que hizo- hacìa mucho tiempo.
Después de las investigaciones de la policía, con las declaraciones de los vecinos, que llegaròn hasta a conmiserarse de èl, porque, “pobre hombre, después de haberle soportado todo lo que le hacìa y amarla como la amaba, la muy ingrata lo había abandonado” Ella “no tenía perdón de Dios” por haberse ido. Todo se hallaba solucionado.
Alguièn, alguna amiga, comento a las autoridades, que la difunta le había dicho hacìa poco que ya lo iba a abandonar. Que había un hombre que le prometió llevársela a vivir con èl y que le daría vida de reina.
Esto èl no lo sabìa en su momento, pero esta noticia le había caído como anillo al dedo. Y si después de haber sentido cierto temor por que las autoridades no le creyeran nada cuando denuncio su desaparición, al conocer esto se sintió muy aliviado. Y bueno, con las declaraciones de los vecinos, y después de soportar las burlas calladas de los detectives, esas miradas indiscretas que le deciàn que era un estúpido, el caso se había dado por cerrado, quedando en abandono de hogar simplemente.
Èl le llego a decir en algún momento, que cambiara, por que llegarìa el momento en que se cansarìa y quièn sabe què pudiera suceder. Pero al parecer ella creìa en verdad que era un estúpido, y que la soportarìa toda la vida. Bueno, ya podìa seguir acostándose con quièn quisiera allà donde estuviera, que èl, al fin conocerìa la felicidad.
El sentir una ligera quemada en los dedos que sostenían el cigarrillo, lo saco de su ensimismamiento, se hallaba tan concentrado en sus pensamientos que no se acordó del cigarrillo. Ponièndolo en el cenicero mientras pisaba las pequeñas brasas que habían caído sobre la alfombra se dispuso a acostarse.
Poniendo màs atención hacia el jardín que se alcanzaba a ver por sobre las cortinas de tul que cubrían la ventana, se dio cuenta que no había luna, que la obscuridad de su casa era tanta como la que pudiera haber en el jardín.
Pensò que eso podría ayudarle a conciliar el sueño. Y efectivamente al poco se quedo dormido.

Esa noche soñò con eso que èl no querìa recordar.
Se vio y se escuchò a sì mismo diciéndole a su mujer que debiera ser màs discreta en sus asuntos amorosos, por que ya estaba cansado de ser la burla de sus vecinos, de sus cuchicheos y miradas furtivas. De sus sonrisas disimuladas y que a ella la vieran como a una mala mujer.
La agresión que ella mostrò hacia el fue quizás la mas fuerte en toda su vida.
Le llamò cobarde, “por que si tuvieras aunque fuera pocos pantalones te defenderìas y me defenderìas” Pero que se podía esperar de una persona cobarde y pusilánime como èl, que para lo único que servìa era para ocupar espacio en la casa, por que no funcionaba para nada màs.
Se mirò en su sueño como si fuera otra persona la que actuara. Se vio por primera vez en su vida agrediéndola, y sintiendo por primera vez un gran odio hacia ella. Ella comenzó a soltar golpes contra èl, y esquivándola le propino un puñetazo con la diestra en la quijada que la atontò, y fue fácil seguirla golpeando, aunque los golpes ya fueron dirigidos únicamente al cuerpo. Ella cayò y entonces le comenzó a pegar patadas en el estomago y una que otra en la cabeza. Se escucho decirle que ya se lo había advertido, y que al fin ya se había cansado.
Cuando dejo de golpearla, ella ya no se moviò.
Cosa rara, no sintió temor alguno, sino fue lo contrario. Se sintió completamente tranquilo. Como sì al fin se diera cuenta que esa podía ser su liberación de una vida llena de agresiones e insultos.
Agradeció que su mujer tuviera demasiado valor o fuera muy tonta, por que no grito ni una sola vez.
Tranquilamente se puso a pensar de que manera podría deshacerse del cuerpo.
Serìan apenas como las diez de la noche cuando metiò el cuerpo a una bolsa de plástico demasiado grueso. Se dijo que si no morìa de la golpiza, seguro se asfixiaba.
En ese momento escucho un ligero gemido, parecía que aùn estaba viva. Pero pensó que no le quedarìa mucho tiempo de vida. Al estarla golpeando se había dado cuenta que le reventò las viseras y aunque no sangrò
–que suerte, no sangro para nada, ni una gota de sangre se veìa. Bueno, el estaba seguro que no tenía corazón, y por lógica no tenía sangre- estaba seguro que la había matado, bueno, casi, pero ya no tardarìa demasiado. Recordò que por alla fuera del estado donde vivía había un paraje solitario, tan solitario que la gente le llamaba “La zona del Silencio” porque además no se escuchaba ni un ruido.
Allì vio una poza como de veinte metrtos de diàmetro, tan alejada de cualesquier lugar habitado que no había visto a nadie en su recorrido hacia ningún lado. Uno de esos días que pensaba escapar de su vida tormentosa. Cuando se agarraba a pasear y caminar por cualquier lado donde no tuviera que verla ni escucharla.
Como si ya lo tuviera premeditado se le ocurrió preguntar en el pueblo que encontró como a hora y media del lugar si en esa poza se podía nadar. Ademàs de enterarse que era el pueblo màs cercano –y que en ese momento no recordó el nombre- le informaron que si no era muy ducho en nadar mejor no se le ocurriera, por que en esa poza como que existía una corriente de agua muy fuerte que jalaba hacia el fondo de la misma. Eso lo sabìa la gente que había perdido algún animal en ella y no habían podido salvar a ninguna. Es màs ni siquiera sus cuerpos habían salido a flote en los días posteriores.
Parecìa el lugar ideal.
El problema sería como llevar el cuerpo sin que los vecinos escucharan el encendido y la marcha del auto.
Bueno, el trabajaba en su taller mecànico, arreglando autos y uno de estos le podría servir.
Calculò el tiempo. Su taller se encontraba solo a diez o quince minutos caminando de donde vivía. El lugar se encontraba como a dos horas y algunos minutos de allì.
Bueno, si se fuera ahora al taller, tomara un auto y regresara por el cuerpo, llevarlo al lugar y aventarlo a la poza no le llevarìa màs de cinco horas en finiquitar el asunto.
Mirò el reloj y se diò cuenta que apenas eran las diez con cuarenta y cinco.
¡puff! El tiempo transcurrido se le había echo una eternidad. Hasta llegó a pensar que el plan lo tendrìa que dejar para el otro dìa.
Saliò hacia su taller . Regreso con una camioneta que dejo estacionada como a treinta metros de su casa, recogió el cuerpo y lo llevo a donde tenía pensado.
Envolviò el cuerpo embolsado en una manta gruesa, junto con bastantes cosas de hierro, lo suficientemente pesados para que en caso de que este tendiera a flotar –no se fiaba mucho de eso que “ni los cuerpos de los animales ahogados habían regresado” Lanzo el cuerpo a la “poza de la muerte” –se le ocurrió bautizarla en ese momento- y regreso tranquilamente a su hogar.
Al dìa siguiente despues de salir de su trabajo, a la hora acostumbrada –debìa actuar como si no pasara nada- regreso a su casa.
Dejò pasar un buen rato antes de salir a preguntar a los vecinos si no la habían visto llegar en algún momento porque “regrese de trabajar y la casa esta igual que como la deje en la mañana” se veìa que no había estado allí en ningún momento.
Es màs la noche anterior no había llegado a dormir, pero “Ustedes saben como es, a faltado algunas noches, pero normalmente llega temprano al otro dìa” y esta vez no había sucedido asì.
De las personas que le mencionaron haberla visto el dìa anterior, todas le dijeron que la habían visto temprano, durante la mañana, pero nadie la había visto la noche anterior ni el dìa de hoy.
¡Uff! ¡Que suerte! Parecìa que el destino estaba de su lado. Esto era algo que aunque el no lo había pensado, podría haberle acarreado problemas de haber sido asì. El que la hubieran visto por la noche el dìa anterior.
Hasta les llegó a comentar a los vecinos que esperarìa al otro dìa, si no regresaba tendría que reportarlo a las autoridades “para evitarme problemas, ¿verdad?”
Y asì fue, al otro dìa fue a reportar a las autoridades su desaparición, diciéndoles también –eso ayudarìa- que “a faltado algunas noches pero normalmente llega temprano al otro dìa” y esta vez no había sido asì.
Las autoridades le dijeron que tendría que esperar setenta y dos horas. Si en ese lapso no llegaba entonces se podría reportar como desaparecida o perdida.
El se mostro un poco molesto, acusándolos de apàticos, e irresponsables. Pero no consiguió nada, que era lo que le convenía. Entre màs tiempo pasara sería màs difícil encontrarla.
Dejo pasar las setenta y dos horas recomendadas y regreso a denunciar su desaparición.
Las investigaciones como ya se dijo no llegaron a ningún lado, y se dio por cerrado el caso. Punto final y a disfrutar de una nueva vida.

Vaya ,vaya tremenda historia por estar de lista termino trágicamente en manos de su marido,excelente relato que engancha al lector,te felicito,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 
Ruben: te felicito por ésta obra, muy interesante prosa que yo identificaría como cuento policial; y que aún siendo ficción no está lejos de lo que ocurre en la realidad. Tiene muchos aspectos para analizar, sobre la conducta humana en la intimidad y a la vista de los demás, los vínculos patológicos, las desvalorizaciones que sufrimos a partir de ellos, la vida en pareja como trampa cuando no se logra construir con amor y respeto etc. y vas abriendo un abanico de situaciones límites que en consecuencia llevan a un resultado también límite de extrema gravedad.
Me resulta muy atractivo el eje argumental y que lleva quizá a la creencia de que el protagonista dió fín a su vida de tortuoso matrimonio, sacando definitivamente de escena a su mujer, a lo que pareciera ser el crimen perfecto que nunca sería descubierto, sin embargo el relato del hecho aberrante, está dentro de un sueño....."Esa noche soñó con eso que no quería recordar" ....por lo tanto interpreto, que ésta historia, bien podría tener otro final, por eso es tan apasionante!!! deja un espacio para la imaginación del lector. Gracias por compartirla, aplausos!
 

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