Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
Este romance me fue plagiado por un "poeta" español, no diré su nombre que ya se llevó lo suyo.
Fue descubierto y denunciado por www.elbuscadordelplagio.com o algo así. El plagio es inevitable, amigos.
Fue descubierto y denunciado por www.elbuscadordelplagio.com o algo así. El plagio es inevitable, amigos.
El tren rodaba deprisa,
mas semejaba ser lento
al corazón que anhelaba
ir de su amor al encuentro.
Voló por tierras manchegas,
dejó atrás Despeñaperros;
En Córdoba se detuvo,
la parada fue un infierno.
Por fin reemprendió la marcha,
otra vez voló de nuevo
acercándose a Sevilla,
que al fin se mostró a lo lejos.
El corazón, palpitante,
no me cabía en el pecho;
mi ser estaba intranquilo,
era todo un puro nervio.
Se detuvo en Santa Justa,
parada y fin de trayecto.
Haciendo acopio de fuerzas
me levanté de mi asiento.
¡Azul cielo sevillano
que iluminaste mis sueños!
Otro he contemplado nunca
tan brillante y tan sereno.
Pisé el andén con presteza,
con paso firme y resuelto.
Iba a verme con mi amada...
¿Qué habría de pasar luego?
Estaba en el restaurante,
me dijo por el teléfono.
Me acerqué y, estando al lado,
en sus labios puse un beso.
Luego emprendimos la marcha,
de la mano y satisfechos.
Al menos yo sí lo estaba.
Ella, no sé, mas lo pienso.
Ya en el hotel nos fundimos
los dos en un solo cuerpo.
Supónganse lo demás,
porque yo no se lo cuento.
Después se fue todo al traste,
pero viví unos momentos
que en el alma me han dejado
un grato y bello recuerdo.
Concluye todo en la vida,
pues todo es perecedero.
Se terminó aquella historia
y otra no habrá, pues soy viejo.
mas semejaba ser lento
al corazón que anhelaba
ir de su amor al encuentro.
Voló por tierras manchegas,
dejó atrás Despeñaperros;
En Córdoba se detuvo,
la parada fue un infierno.
Por fin reemprendió la marcha,
otra vez voló de nuevo
acercándose a Sevilla,
que al fin se mostró a lo lejos.
El corazón, palpitante,
no me cabía en el pecho;
mi ser estaba intranquilo,
era todo un puro nervio.
Se detuvo en Santa Justa,
parada y fin de trayecto.
Haciendo acopio de fuerzas
me levanté de mi asiento.
¡Azul cielo sevillano
que iluminaste mis sueños!
Otro he contemplado nunca
tan brillante y tan sereno.
Pisé el andén con presteza,
con paso firme y resuelto.
Iba a verme con mi amada...
¿Qué habría de pasar luego?
Estaba en el restaurante,
me dijo por el teléfono.
Me acerqué y, estando al lado,
en sus labios puse un beso.
Luego emprendimos la marcha,
de la mano y satisfechos.
Al menos yo sí lo estaba.
Ella, no sé, mas lo pienso.
Ya en el hotel nos fundimos
los dos en un solo cuerpo.
Supónganse lo demás,
porque yo no se lo cuento.
Después se fue todo al traste,
pero viví unos momentos
que en el alma me han dejado
un grato y bello recuerdo.
Concluye todo en la vida,
pues todo es perecedero.
Se terminó aquella historia
y otra no habrá, pues soy viejo.