Daniel
Miembro Conocido
Las noches eran fuegos cautivantes,
ayeres de misiles extranjeros,
el cielo y sus estrellas palpitantes,
morían en la cruz de los senderos.
Las aves que surcaban rutilantes,
cargaban en su vientre los aceros,
creando en las ciudades más brillantes,
mil fosos plenilunios sin luceros.
La muerte anda rondando por la historia,
pariendo soledad en la penumbra,
los huérfanos que quedan de esta "gloria",
aúllan en la tierra que relumbra.
En vano, nadie escucha sus gemidos
y sigue el diablo alegre a los silbidos.