Jorge Toro
Miembro Conocido
Anoche revisé mi vida junto a ti,
rememoré tu piel, tus ojos, tu mirada,
tu primorosa boca tan lejos hoy de mí,
y lánguido entendí que ya no tengo nada.
Mis ojos observaban aquél salón sombrío
buscando en vano un rastro de tu presencia amada
mas solo los recuerdos llenaban el vacío
que me dejó tu adiós aquella madrugada.
Entonces me envolvió el más atroz anhelo,
el férvido deseo de verte justo aquí,
un ansia de tenerte conmigo aquí, mi cielo,
y una mortal certeza: saber que te perdí.
Tu amor me palpitó y me llagó el costado,
sentí por todo el cuerpo dolor por no tenerte,
entonces, como siempre, me lamenté abrumado
por tan horrenda pérdida que me entregó la suerte.
Al levantar los ojos y verme en el espejo
reconocí de nuevo el crudo desconsuelo,
mi pesarosa cara postrada en su reflejo,
un colosal penar y un infinito duelo.
Te quiero más que siempre, me oí gritar quebrado,
apiádate de mí, regresa por piedad.
El eco repitió mi mísero llamado,
conmigo sólo habita siniestra soledad.
rememoré tu piel, tus ojos, tu mirada,
tu primorosa boca tan lejos hoy de mí,
y lánguido entendí que ya no tengo nada.
Mis ojos observaban aquél salón sombrío
buscando en vano un rastro de tu presencia amada
mas solo los recuerdos llenaban el vacío
que me dejó tu adiós aquella madrugada.
Entonces me envolvió el más atroz anhelo,
el férvido deseo de verte justo aquí,
un ansia de tenerte conmigo aquí, mi cielo,
y una mortal certeza: saber que te perdí.
Tu amor me palpitó y me llagó el costado,
sentí por todo el cuerpo dolor por no tenerte,
entonces, como siempre, me lamenté abrumado
por tan horrenda pérdida que me entregó la suerte.
Al levantar los ojos y verme en el espejo
reconocí de nuevo el crudo desconsuelo,
mi pesarosa cara postrada en su reflejo,
un colosal penar y un infinito duelo.
Te quiero más que siempre, me oí gritar quebrado,
apiádate de mí, regresa por piedad.
El eco repitió mi mísero llamado,
conmigo sólo habita siniestra soledad.
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