Yaneth Hernández
Miembro Conocido
Mi propia existencia ha sido una oración verbal de la vida, con el continuo desborde de mis sensaciones, sentimientos y acciones ante las que ceden mis muros internos, mi cuerpo intentando capturar el espíritu, los lentos derrumbes provocados por mí misma, por mis propias acciones o aquellas producidas por el mundo circundante, convergen en mi interior más profundo, aquel lugar que nadie puede tocar jamás. El mar que me sorprende con el correlato de mis propias profundidades y miserias, la noche que me fortalece, me cubre con aquel manto negro y me protege de mis propios temores. Nada de eso me ocurre exclusivamente a mí, ni tampoco me pertenece.
Sin embargo, escribo, como si mi búsqueda y el hallazgo de un cierto ritmo cardiaco fueran mi dialéctica y reflexión necesaria para alcanzar un estado efímero de realización y serenidad.
Después de eso, la vida recomienza una y otra vez. Si se trata de vivir, ahí está la vida para tomarla y disfrutar de ella con lo bueno, lo malo, lo perfecto y lo imperfecto. Si se trata de preservar el sentido y dirección que cada uno desea dar a ella, igualmente está ahí para abrazarla y amarla.
He aspirado a la unidad de mi cuerpo y mi alma a través de la doble dimensión lingüística; el deseo de representar mis sentimientos, sensaciones y emociones y la exteriorización de ellas para que puedan ser sentidas por otros individuos. Que la luz desprendida de cada palabra, cubra en su totalidad, la esencia de quien penetre en mis huellas.
A través de las palabras, he encontrado el método para transmitir mi interior, manifestado con el sentir desbordado que brota a raudales de mi propio espíritu. Encontré la esencia del lenguaje; las sencillas y complejas palabras. La profundidad y la abstracción; las relaciones entre el lenguaje y el mundo, esto es, entre lo lingüístico y lo extralingüístico, o entre el lenguaje y el pensamiento. Esta la vida, a veces simple, a veces complicada: intento expresar y exteriorizar lo que la propia vida me ha entregado, aquello que observo, aquello que disfruto con mis sentidos, aquello que guardo del mundo externo, en mi interior, para manifestarlo a través de las palabras.
Mi cuerpo y mi espíritu se entregan por completo y nace en mí, la urgencia de transformar mi vida en verbo para dar forma y contenido a mis propias experiencias capturadas por un prisma particular y único, guardándolo en la profundidad de mi alma y exteriorizándolo a través de la luz de mi esencia.
He abstraído lo mejor de este mundo maravilloso; la creación divina, los detalles imperceptibles, las formas análogas y disímiles, la acción y reacción del universo, los sentimientos humanos, el movimiento de las energías positivas y negativas. Sin embargo, no es la anécdota, la circunstancia o mi propia biografía lo que hace de mi vida lo que es. La experiencia transforma mi vida en verbo y sobre esas experiencias he podido crear defensas magnificas, a partir del elemento más compacto que poseo… “La palabra”.
En mis reflexiones sobre los objetos del mundo he desentrañado el sentido íntimo de las cosas, de los elementos, del paisaje y de mi propia mezcla y unión en ellos.
La realidad latente no es poesía; las calles, las personas que deambulan en ellas, los dioses que portan y el tamaño de su amor son parte de la mecánica social, de la confusión política y ética, del análisis científico y de la frivolidad que hace de todo eso una fiesta. Sin embargo, la realidad logra a veces impactar mi ser interior y lo exteriorizo a través de la palabra hecha verbo, de esta forma puedo extraer todo el sentido o sin-sentido del mundo como una experiencia mística en donde nace mi propio éxtasis.
Derechos reservados.
Sin embargo, escribo, como si mi búsqueda y el hallazgo de un cierto ritmo cardiaco fueran mi dialéctica y reflexión necesaria para alcanzar un estado efímero de realización y serenidad.
Después de eso, la vida recomienza una y otra vez. Si se trata de vivir, ahí está la vida para tomarla y disfrutar de ella con lo bueno, lo malo, lo perfecto y lo imperfecto. Si se trata de preservar el sentido y dirección que cada uno desea dar a ella, igualmente está ahí para abrazarla y amarla.
He aspirado a la unidad de mi cuerpo y mi alma a través de la doble dimensión lingüística; el deseo de representar mis sentimientos, sensaciones y emociones y la exteriorización de ellas para que puedan ser sentidas por otros individuos. Que la luz desprendida de cada palabra, cubra en su totalidad, la esencia de quien penetre en mis huellas.
A través de las palabras, he encontrado el método para transmitir mi interior, manifestado con el sentir desbordado que brota a raudales de mi propio espíritu. Encontré la esencia del lenguaje; las sencillas y complejas palabras. La profundidad y la abstracción; las relaciones entre el lenguaje y el mundo, esto es, entre lo lingüístico y lo extralingüístico, o entre el lenguaje y el pensamiento. Esta la vida, a veces simple, a veces complicada: intento expresar y exteriorizar lo que la propia vida me ha entregado, aquello que observo, aquello que disfruto con mis sentidos, aquello que guardo del mundo externo, en mi interior, para manifestarlo a través de las palabras.
Mi cuerpo y mi espíritu se entregan por completo y nace en mí, la urgencia de transformar mi vida en verbo para dar forma y contenido a mis propias experiencias capturadas por un prisma particular y único, guardándolo en la profundidad de mi alma y exteriorizándolo a través de la luz de mi esencia.
He abstraído lo mejor de este mundo maravilloso; la creación divina, los detalles imperceptibles, las formas análogas y disímiles, la acción y reacción del universo, los sentimientos humanos, el movimiento de las energías positivas y negativas. Sin embargo, no es la anécdota, la circunstancia o mi propia biografía lo que hace de mi vida lo que es. La experiencia transforma mi vida en verbo y sobre esas experiencias he podido crear defensas magnificas, a partir del elemento más compacto que poseo… “La palabra”.
En mis reflexiones sobre los objetos del mundo he desentrañado el sentido íntimo de las cosas, de los elementos, del paisaje y de mi propia mezcla y unión en ellos.
La realidad latente no es poesía; las calles, las personas que deambulan en ellas, los dioses que portan y el tamaño de su amor son parte de la mecánica social, de la confusión política y ética, del análisis científico y de la frivolidad que hace de todo eso una fiesta. Sin embargo, la realidad logra a veces impactar mi ser interior y lo exteriorizo a través de la palabra hecha verbo, de esta forma puedo extraer todo el sentido o sin-sentido del mundo como una experiencia mística en donde nace mi propio éxtasis.
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