QUINSONNAS
Miembro Conocido
De ébano, de nácar y caoba,
presumen las figuras de un tiovivo
luciendo un misticismo sugestivo
reflejo de su lujo artesanal.
Barroco es el retablo que ornamentan
rotando alrededor de un bello eje
columna que, entorchada, las protege
y acuna de manera celestial.
En idas y venidas infinitas
avanzan sus efigies dando vueltas
mostrándose del todo desenvueltas
delante de su público infantil.
A seres de leyendas y de cuentos
dan vida sus tallados fantasiosos
con frescos de motivos deliciosos
girando en sus paredes de marfil.
Sirenas, unicornios y pegasos,
levitan acoplados en manijas,
en barras que, hace poco, estaban fijas
y ahora son en círculo un vaivén.
Ascienden y descienden de igual forma
moviendo su universo y personajes,
juguetes que se adentran en paisajes
que siempre, al evocarlos, me hacen bien.
Exhiben sus concéntricas carrozas
el tiro de unos mágicos ratones,
a globos coloridos, a dragones,
y a trenes que parecen despegar.
Compone, rococó, los caballitos
que son de mar, del éter y del suelo,
a gnomos que saludan hacia el cielo
y gárgolas que invitan a volar.
La carpa de la cúpula que luce
magnífica en su cúspide se asienta,
corona que se yergue y se sustenta
de sueños que le otorgan esplendor.
Su imagen de dibujos animados
los niños que columpia le realzan
al tiempo que aproximan y le ensalzan
su júbilo inocente y su clamor.
Por todo el carrusel, allí reunidos,
resuenan sus acordes halagüeños
montando en marabunta los pequeños
adentro de una caja musical.
Lejanos, sus latidos, se los noto
oyéndolos, inmune, a cada instante
sabiendo que mi época de infante
llegó, con mi adultez, a su final.
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