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Tragedia

Un ósculo muy breve, casi nada,
pusiste al despedirte en su mejilla,
después te dirigiste a la capilla
dejando su esperanza liquidada.

Pasaron los minutos y saliste
del brazo de tu sórdido consorte,
aquél que te brindara el pasaporte
a un mundo de riquezas, aunque triste.

Notó desde lo lejos tu expresión
tan falsa, tan minúscula, tan fría,
que supo que eras solo mercancía
vendida al millonario de ocasión.

Volvieron a su mente por instantes
los años de confianza plena y ciega,
los besos, las caricias y la entrega,
lo tanto que vivieron tiempos antes.

No pudo contener esa tortura
y ciego de dolor y de despecho
corrió desesperado y en tu pecho
su daga te clavó con amargura.

Caíste y tu vestido inmaculado
de rojo se tiñó tras breve lapso,
-volamos a asistirte en tu colapso-
en tanto aquél huía desbocado.

Las calles devoró en veloz carrera
dejando atrás el fúnebre escenario,
mas pronto comenzó su atroz calvario
al ver tu sangre fresca en su campera.

Paró de caminar y consternado
buscó la soledad en un zaguán;
y para reparar aquél desmán
igual clavó la daga en su costado.

Tu sangre, con la suya que fluía,
juntáronse viscosas en sus dedos
y un frío terminal y vastos miedos
vinieron a la par de su agonía.

Llegaron inmediatos, en jauría,
por su alma satanás y sus leales,
que en medio de estrambóticos rituales
le halaron hacia ignota lejanía.

Suscrito sin remedio al cruel infierno
juzgado y conducido a tal suplicio,
sintió en la lejanía un gran bullicio…
entrabas majestuosa al cielo eterno.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Un ósculo muy breve, casi nada,
pusiste al despedirte en su mejilla,
después te dirigiste a la capilla
dejando su esperanza liquidada.

Pasaron los minutos y saliste
del brazo de tu sórdido consorte,
aquél que te brindara el pasaporte
a un mundo de riquezas, aunque triste.

Notó desde lo lejos tu expresión
tan falsa, tan minúscula, tan fría,
que supo que eras solo mercancía
vendida al millonario de ocasión.

Volvieron a su mente por instantes
los años de confianza plena y ciega,
los besos, las caricias y la entrega,
lo tanto que vivieron tiempos antes.

No pudo contener esa tortura
y ciego de dolor y de despecho
corrió desesperado y en tu pecho
su daga te clavó con amargura.

Caíste y tu vestido inmaculado
de rojo se tiñó tras breve lapso,
-volamos a asistirte en tu colapso-
en tanto aquél huía desbocado.

Las calles devoró en veloz carrera
dejando atrás el fúnebre escenario,
mas pronto comenzó su atroz calvario
al ver tu sangre fresca en su campera.

Paró de caminar y consternado
buscó la soledad en un zaguán;
y para reparar aquél desmán
igual clavó la daga en su costado.

Tu sangre, con la suya que fluía,
juntáronse viscosas en sus dedos
y un frío terminal y vastos miedos
vinieron a la par de su agonía.

Llegaron inmediatos, en jauría,
por su alma satanás y sus leales,
que en medio de estrambóticos rituales
le halaron hacia ignota lejanía.

Suscrito sin remedio al cruel infierno
juzgado y conducido a tal suplicio,
sintió en la lejanía un gran bullicio…
entrabas majestuosa al cielo eterno.

Que historia mas triste en un precioso poema,una historia muy bien llevada en versos y un destino dividido por el pecado,me encanto este poema felicidades,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 

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