Tony_Drüms
Miembro Conocido
I
Te podría contar miles de llantos,
el día a día de mi humilde prosa,
para imaginarse cuando el mar
traga la tierra con sus alas náuticas;
tácito sorbo los momentos perdidos
directo a lo más simétricamente interno
de los átomos de mis entrañas
que me hacen cobarde y despoblado.
Así pierdo el reloj difícil,
entre el tiempo que me carcome día a día
mientras cada historia que vivo,
apaga las ampolletas del telón
y la luna escupe sus rayos contagiosos
a mis paredes ricas en penumbra.
Bambolea mi experiencia rígidamente absoluta.
He sacudido en el silencio toda mi soledad,
y cambio los movimientos por un canto
tan triste como la de los grillos sin pareja.
Invierno, no es nada el invierno;
que sería el invierno sin tipos como yo,
que lloran y miran entre los vidrios las hojas
y los cantos del viento aterrador.
Solo trepo entre el frío que no me hace daño
y al salir directo a ver su cuerpo poco acogedor
penetra directo a mis sentidos.
Que más que esto me pregunto:
ver arrugas en el cemento pisado por mis pies
laxos, congelados, esqueléticos, húmedos.
Un cadáver de ave que no volará nunca más,
un vuelo perdido de mi núcleo vital.
¡Y a mí nadie me abraza!
¡Nadie siente mi sombra helada!
Que más podría decir,
si las mariposas evitan
el invierno de las flores.
La paz nocturna de lo inerte
me llena de un dolor de agónico,
a un vacío sutil de la pena compacta
todo lo que al gusto de la tristeza
llama a la hambruna eterna.
Polvo húmedo en las esquinas heladas,
lluvia sinfónica en los techos,
malezas inermes escondidas una tras otra,
cunetas que cansan a las hormigas
y un aroma único que me llena de placer el espíritu.
Mientras tanto, estas calles lánguidas
piden auxilio tanto como yo.
Menos que yo.
Drümz.
de mi libro EL ARTE DE LA SOLEDAD.
TODO INSCRITO EN EL REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL.
Te podría contar miles de llantos,
el día a día de mi humilde prosa,
para imaginarse cuando el mar
traga la tierra con sus alas náuticas;
tácito sorbo los momentos perdidos
directo a lo más simétricamente interno
de los átomos de mis entrañas
que me hacen cobarde y despoblado.
Así pierdo el reloj difícil,
entre el tiempo que me carcome día a día
mientras cada historia que vivo,
apaga las ampolletas del telón
y la luna escupe sus rayos contagiosos
a mis paredes ricas en penumbra.
Bambolea mi experiencia rígidamente absoluta.
He sacudido en el silencio toda mi soledad,
y cambio los movimientos por un canto
tan triste como la de los grillos sin pareja.
Invierno, no es nada el invierno;
que sería el invierno sin tipos como yo,
que lloran y miran entre los vidrios las hojas
y los cantos del viento aterrador.
Solo trepo entre el frío que no me hace daño
y al salir directo a ver su cuerpo poco acogedor
penetra directo a mis sentidos.
Que más que esto me pregunto:
ver arrugas en el cemento pisado por mis pies
laxos, congelados, esqueléticos, húmedos.
Un cadáver de ave que no volará nunca más,
un vuelo perdido de mi núcleo vital.
¡Y a mí nadie me abraza!
¡Nadie siente mi sombra helada!
Que más podría decir,
si las mariposas evitan
el invierno de las flores.
La paz nocturna de lo inerte
me llena de un dolor de agónico,
a un vacío sutil de la pena compacta
todo lo que al gusto de la tristeza
llama a la hambruna eterna.
Polvo húmedo en las esquinas heladas,
lluvia sinfónica en los techos,
malezas inermes escondidas una tras otra,
cunetas que cansan a las hormigas
y un aroma único que me llena de placer el espíritu.
Mientras tanto, estas calles lánguidas
piden auxilio tanto como yo.
Menos que yo.
Drümz.
de mi libro EL ARTE DE LA SOLEDAD.
TODO INSCRITO EN EL REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL.
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