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Tu copa y mi mano





TU COPA Y MI MANO



¡Ven, acércate!

no te recojas ante el retablo de mi frente,

ven y aférrate a la oración de mis ojos

y deja que me lleve de tu pecho

todos tus silencios.




Deja que tu voz se pegue a mi labio,

como hace el susurro del viento

cuando profana mi oído.



Que sean las uvas maduras


de tu palma

las que broten en mi vestido,

como la paz de los pájaros

cuando asoma el crepúsculo.




Deja que estas paredes seráficas,

fecundas de gloria y consuelo,

arropen la fronda

de nuestros talles inertes.




¡Y bebamos!

¡bebamos!




Que los oscuros hilos de este vino,

zurzan la fístula

de nuestros rumbos exhaustos;

zozobras de tiempos idos,

farolillos de mi amor herido.




¡Ay! cómo duele tu nombre

en la áspera corteza del destino,

cómo duele mi nombre

en tu labio fallecido,

cómo duele el invierno

en los marrones

campos de tus ojos.




¡Bebamos de este vino!

embriaguemos nuestra sangre con sangre;

bebamos de este almizcle;

preñez de la tierra

y de las coplas

de los vientos campesinos.




¡Vamos!

deja que nuestros cuerpos se disipen

entre las perennes sombras

incrustadas en el zaguán de la noche.




Caminemos arrogantes y vanidosos

entre estos jarrones añejos;

alguna vez fueron vid,

de nuestras castas cutículas,

y fueron flamas

en opulentos sembradíos.




Toma tu copa y mi mano

y caminemos,

ausentes de esta cobardía;

etéreos, sin huellas,

sin resentimientos.




¡Alcemos las copas!

caminemos, caminemos…





Myriam Riveros Navarro (Myrina)

12 de Noviembre del 2015

Valparaíso – Chile



 
Última edición:

Tony_Drüms

Miembro Conocido

TU COPA Y MI MANO



¡Ven, acércate!

no te recojas ante el retablo de mi frente,

ven y aférrate a la oración de mis ojos

y deja que me lleve de tu pecho

todos tus silencios.




Deja que tu voz se pegue a mi labio,

como hace el susurro del viento

cuando profana mi oído.



Que sean las uvas maduras


de tu palma

las que broten en mi vestido,

como la paz de los pájaros

cuando asoma el crepúsculo.




Deja que estas paredes seráficas,

fecundas de gloria y consuelo,

arropen la fronda

de nuestros talles inertes.




¡Y bebamos!

¡bebamos!




Que los oscuros hilos de este vino,

zurzan la fístula

de nuestros rumbos exhaustos;

zozobras de tiempos idos,

farolillos de mi amor herido.




¡Ay! cómo duele tu nombre

en la áspera corteza del destino,

cómo duele mi nombre

en tu labio fallecido,

cómo duele el invierno

en los marrones

campos de tus ojos.




¡Bebamos de este vino!

embriaguemos nuestra sangre con sangre;

bebamos de este almizcle;

preñez de la tierra

y de las coplas

de los vientos campesinos.




¡Vamos!

deja que nuestros cuerpos se disipen

entre las perennes sombras

incrustadas en el zaguán de la noche.




Caminemos arrogantes y vanidosos

entre estos jarrones añejos;

alguna vez fueron vid,

de nuestras castas cutículas,

y fueron flamas

en opulentos sembradíos.




Toma tu copa y mi mano

y caminemos,

ausentes de esta cobardía;

etéreos, sin huellas,

sin resentimientos.




¡Alcemos las copas!

caminemos, caminemos…

Precioso Trabajo querida Myriam! Si hasta me dieron ganas de beber contigo querida. Te felicito por tan delicada obra y deseo que sigas escribiendo así. Un beso. Tony.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO






TU COPA Y MI MANO



¡Ven, acércate!

no te recojas ante el retablo de mi frente,

ven y aférrate a la oración de mis ojos

y deja que me lleve de tu pecho

todos tus silencios.




Deja que tu voz se pegue a mi labio,

como hace el susurro del viento

cuando profana mi oído.



Que sean las uvas maduras


de tu palma

las que broten en mi vestido,

como la paz de los pájaros

cuando asoma el crepúsculo.




Deja que estas paredes seráficas,

fecundas de gloria y consuelo,

arropen la fronda

de nuestros talles inertes.




¡Y bebamos!

¡bebamos!




Que los oscuros hilos de este vino,

zurzan la fístula

de nuestros rumbos exhaustos;

zozobras de tiempos idos,

farolillos de mi amor herido.




¡Ay! cómo duele tu nombre

en la áspera corteza del destino,

cómo duele mi nombre

en tu labio fallecido,

cómo duele el invierno

en los marrones

campos de tus ojos.




¡Bebamos de este vino!

embriaguemos nuestra sangre con sangre;

bebamos de este almizcle;

preñez de la tierra

y de las coplas

de los vientos campesinos.




¡Vamos!

deja que nuestros cuerpos se disipen

entre las perennes sombras

incrustadas en el zaguán de la noche.




Caminemos arrogantes y vanidosos

entre estos jarrones añejos;

alguna vez fueron vid,

de nuestras castas cutículas,

y fueron flamas

en opulentos sembradíos.




Toma tu copa y mi mano

y caminemos,

ausentes de esta cobardía;

etéreos, sin huellas,

sin resentimientos.




¡Alcemos las copas!

caminemos, caminemos…





Myriam Riveros Navarro (Myrina)

12 de Noviembre del 2015

Valparaíso – Chile




Un precioso poema colmado de bellísimas metáforas que engalanan tus versos,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 






TU COPA Y MI MANO



¡Ven, acércate!

no te recojas ante el retablo de mi frente,

ven y aférrate a la oración de mis ojos

y deja que me lleve de tu pecho

todos tus silencios.




Deja que tu voz se pegue a mi labio,

como hace el susurro del viento

cuando profana mi oído.



Que sean las uvas maduras


de tu palma

las que broten en mi vestido,

como la paz de los pájaros

cuando asoma el crepúsculo.




Deja que estas paredes seráficas,

fecundas de gloria y consuelo,

arropen la fronda

de nuestros talles inertes.




¡Y bebamos!

¡bebamos!




Que los oscuros hilos de este vino,

zurzan la fístula

de nuestros rumbos exhaustos;

zozobras de tiempos idos,

farolillos de mi amor herido.




¡Ay! cómo duele tu nombre

en la áspera corteza del destino,

cómo duele mi nombre

en tu labio fallecido,

cómo duele el invierno

en los marrones

campos de tus ojos.




¡Bebamos de este vino!

embriaguemos nuestra sangre con sangre;

bebamos de este almizcle;

preñez de la tierra

y de las coplas

de los vientos campesinos.




¡Vamos!

deja que nuestros cuerpos se disipen

entre las perennes sombras

incrustadas en el zaguán de la noche.




Caminemos arrogantes y vanidosos

entre estos jarrones añejos;

alguna vez fueron vid,

de nuestras castas cutículas,

y fueron flamas

en opulentos sembradíos.




Toma tu copa y mi mano

y caminemos,

ausentes de esta cobardía;

etéreos, sin huellas,

sin resentimientos.




¡Alcemos las copas!

caminemos, caminemos…





Myriam Riveros Navarro (Myrina)

12 de Noviembre del 2015

Valparaíso – Chile




Bellos versos
con gran despliegue
metafórico,
un fuerte abrazo.
 

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