Alessa
Miembro Conocido
Iba caminando, no recuerdo hacia donde quería llegar, pero sabía que debía seguir; caminaba, caminaba, caminaba. La calle estaba poco poblada, era una tarde fresca, que no llegaba a fría, a pesar de que había sol no era fuerte su luz.
Una mujer me abordó, no la conocía, jamás la vi, me tomó del brazo con firmeza, trataba de convencerme que tenía que ir a un psicólogo, ella misma me daría la dirección, decía que tenía problemas serios y debía resolverlos, que se me notaba a simple vista.
Le miré con rabia (lo admito a veces la dejo ganar), mis ojos buscaron los suyos y le dije con tono definitivo, que ella no me conocía, que no sabía nada de mí, que no actuara como si fuera así, que se fuera a buscar a otro más a quién salvar.
Me alejé de ella, que en un último intento seguía llamándome para hacerme reflexionar; seguí mi camino alterada por lo que me acababa de pasar, sentía el viento refrescarme las ideas, poco a poco perdí aquella sensación de incomodidad.
Escuche mientras avanzaba a una pareja joven discutiendo asuntos cotidianos, pasé junto a ellos sin mirar, al final de la calle, encontré a varios motociclistas que se disponían a arrancar; tuve conciencia entonces, que ese lugar me era totalmente ajeno y ya empezaba a oscurecer, doblé en la primera esquina que me salió al encuentro, era el final de la urbanización, no había casas, solo un largo tramo de yerba seca.
Mis sentidos se alertaron sin saber por qué, algo en mí decía que estar ahí era una mala idea, que debía regresar, noté que en la mano llevaba un bat de beisbol, estoy segura que ese fue un reflejo inconsciente de auto conservación, me llegó una sensación de que no estaba sola, pero por desgracia no fue lo suficientemente rápida mi reacción, al girar sobre mis pies para ver hacia atrás, sentí un cuerpo abalanzándose sobre mí. Literalmente me tacleó, salimos los dos despedidos a mis espaldas.
Todo el peso de su cuerpo estaba sobre mí, no podía moverme, el clavó las uñas en mi abdomen para obligarme a ceder, instintivamente clave las mías en su nariz, es una zona frágil y vital, forcejeando uno contra otro, sentí que la fuerza me abandonaba, pesaba tanto y el miedo empezaba a apoderarse de mí, miedo no pánico es mejor descripción.
De pronto reuní lo que me quedaba de fuerza y desperté; sudando, temblorosa en la orilla de la cama, con la respiración entre cortada, trataba de convencerme, ¡solo fue un mal sueño! Si eso es, solo una pesadilla, que pronto habré de olvidar, aún siento las uñas clavadas en mis costillas y esa tensa sensación de haber perdido el control.
Escribo mi mal sueño para ahuyentarlo de la realidad.
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