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UNA HISTORIA DE MIEDO (no apta para cardiacos)

Os voy a contar una historia que me paso no hace mucho tiempo. Algunos de vosotros no os la creeréis, pero leerla y luego.......luego ya veremos.




Como todos los años en estas fechas, me dirigía a Zamora. Mi abuela insistía que era necesario una gran comida familiar, donde no faltase nadie, para dar fuerza y unión. Sin la familia no eramos nada.


Hacia cinco años que estudiaba en Salamanca, pero no era excusa, así que en este brumoso Noviembre tomé el tren a las ocho de la mañana, me esperaban dieciocho horas en estos incómodos asientos de madera que molían los huesos como si quisieran hacer de ellos harina.


Con mi pequeña bolsa de viaje busqué un departamento vacío en el vagón de cola, la noche anterior no dormí bien, la luna llena siempre me alteraba y la pase dando vueltas, eso sin contar los nervios por la reunión con los míos, que realmente adoraba. Necesitaba dar una cabezada.


Con el traqueteo, al principio agradable, cerré los ojos y busqué el sueño. Estas nuevas maquinas diésel evitaban los golpes continuos de las antiguas de vapor, lo que agradecí. Dormí varias horas, que pagué con un fuerte dolor de cuerpo que se quejaba de los listones de madera en que se apoyaba.


Salí del departamento paseando por el pasillo. Casi no había nadie, el grueso de la gente subía en Valladolid, con destino a Vigo y La Coruña.


Pasé unas aburridas horas entre cigarrillos mirando el paisaje, mi estomago rugía, desde la noche anterior no le había echado nada. Por fin llegamos a la capital, la estación de Valladolid, al igual que la de Salamanca, bullía de gente y de movimiento de mercancías que iban y venían de todos los puntos.


Entró en mi departamento una dulce muchacha con rizos de oro y largas pestañas que olía a rosas:


-Buenos días
-Buenos días
-¿Esta libre el asiento?
-Todos lo están señorita.........
-Paloma, señorita Paloma Cudillero
-Encantado, soy Eli Carnicero. Puede elegir el que más le guste.


Con finas maneras se sentó en frente mía, cogiendo la ventana. Apoyó sus manos en su regazo mientras miraba al exterior. Los rayos incidían en su tersa y blanca piel haciéndose objeto de mi deseo.


Irrumpió una mujer en el departamento. Llevaba un cesto de mimbre donde se adivinaba un surtido de viandas. Su aspecto denotaba un trabajo de los barrios bajos, hilandera, o quizás lavandera, y sus formas toscas, aunque simpáticas:


-Güenos días señoritos. Si a ustees no les molesta dejare caé aquí mismo mi cuerpo.


Según lo hacia, otro joven, alto, delgado y con su traje almidonado, bombin, grandes cuellos de camisa y una enorme corbata de la lazo según la moda, entró.


-Buenos días. No esperaba tener la suerte de una compañía tan bella en este viaje
-Gacias señorito, ute si que sabe tratar a una dama y no como el cochino del tabernero.


Paloma y yo reinamos con saña mientras aquel muchacho estirado miraba a la lavandera, que le hacia ojitos, con las mandíbulas apretadas y el ceño fruncido.


-Me llamo Pascual Alonso, soy pasante del abogado Don Luis Erriabieta, voy a Zamora por un pleito.


Sonó el silbato y los voceríos del jefe de estación. Reanudamos la marcha. En las siguientes horas mantuvimos una agradable conversación, única distracción de este lánguido viaje.


La lavandera, cuyo nombre era lo mas bonito que tenia, Rosalia, no paró de comer y de beber tintorro de sus interminables reservas, que a mi me acrecentaba el vació estomacal, y a ella la verborrea, resultando un pozo de chistes y chascarrillos.


Se fue echando la noche y los chismorreos empezaron a decaer, Morfeo hacía su trabajo ayudado de las tenues luces del tren y la niebla del páramo que impedía ver el paisaje. Un frenazo despertó y alborotó a todos. Salimos al pasillo intentando ver algo y especulando cual habría sido el motivo. Fueron unos minutos de confusión. El revisor vino a sacarnos de ella.


-No se preocupen señores y señoras. Un buey muerto interrumpía las vías. Gracias a la pericia del conductor no hemos tenido un accidente, pues la visibilidad es nula. Ya lo están retirando.


Mientras terminaba de dar explicaciones el solícito empleado se oyó el silbato de la maquina y la aceleración de los motores. Pero algo pasó. El ruido de las ruedas al marchar era claro, pero nosotros no nos movíamos, y el sonido se alejaba. Todo el mundo empezó a gritar pidiendo una explicación al revisor, este avanzó como pudo abriéndose paso hasta la puerta. Cuando la abrió su cara de sorpresa lo decía todo. ¡Nos habían dejado allí!, el vagón, misteriosamente, se había desenganchado, el convoy se alejaba y nadie nos vio.


-¡Tranquilícense señores!. ¡POR FAVOR!. No tengo ninguna explicación para esto, el vagón lleva dos anclajes de seguridad.


Las preguntas se atropellaban.


-Que nadie tenga miedo, no puede arrollarnos otro tren, por esta vía no pasa otro hasta mañana al medio día, y en dos horas llegara el nuestro a Zamora y se darán cuenta. Nos enviaran una maquina para remolcarnos.
-Nos quedaremos a oscuras en medio de la nada
-¡TRANQUILOS!, cada vagón lleva una batería que se carga para cuando la maquina se apaga no quede a oscuras el resto. Duran bastante. Encenderemos las lámparas de posición exterior para ser visibles cuando vengan. Apagaremos la mayoría del interior. Con eso bastará.


Así se hizo. Se dejó una luz por departamento y se apagaron las del pasillo. El efecto era de aislamiento total. La noche y la bruma dejaba un paisaje ciego, como si estuviéramos en un sueño. Intentaba ver algo por la ventana, cuando me pareció que brillaba en la oscuridad dos ojos, reflejo de la luz del interior.


-¡VIERON ESO!, dijo el pimpollo, tenia más miedo que sorpresa, ¡HA BRILLADO!


La alarma de su voz hizo que Paloma me agarrara el brazo con fuerza, sintiendo su turgente cuerpo contra mí. De inmediato me acordé del vació que tenia en el estómago.


-Puede ser un trozo de metal. Al lado de la vías suele haberlas.
-NO!, esos brillos se movían.


No volvimos a ver nada. La gente se impacientaba según pasaban los minutos. A pesar de las recomendaciones del revisor un grupo de cuatro o cinco paletas bajaron a estirar las piernas. Yo creo que no se fiaban de que viniera otro tren. A los pocos minutos se oyó un profundo alarido que cortó la silenciosa noche como un hacha. Terribles gritos cánidos salieron de todos lados mezclados con los de horror y dolor del resto de los que bajaron. Todo el mundo quedó paralizado de terror mientras aullidos de lobos llenaban el aire.


-¡Cierren todas las puertas!, ¡RÁPIDO!. Aquí no pueden entrar.


A pesar de la tajante orden se tardó un rato por el estupor de todo el mundo. Paloma se pegaba como una recién casada. Pascual temblaba y sudaba sin control, y por primera vez Rosalinda dejó de comer. Todo el pasaje miraba por la ventando intentando ver algo. De vez en cuando se adivinaba un movimiento fuera, pero poco más. La tranquilidad fue volviendo ante el sentimiento de seguridad, hasta que un tremendo golpe sonó en la puerta trasera.


-¡ESTAN INTENTANDO DERRIBARLA!


Cada uno corría y chillaba sin orden ni concierto convirtiendo el vagón en un manicomio. A cada aullido le respondía un coro enloquecido y a cada golpe una carrera sin sentido. Casi inevitablemente un cristal se rompió ante las embestidas, ¡Habían entrado!; vi al pimpollo salir disparado por la puerta delantera, saltó sin pensarlo con las alas que da el miedo; antes de tocar si quiera el suelo un enorme lobo, mucho más grande que una persona, lo atenazó entre sus fauces de una pierna, la sangre brotó como un surtidor empapando su bien almidonada camisa y su enorme corbata. Los ojos se le salían de sus órbitas mientras su cara se desencajaba en un rictus difícil de olvidar. En pocos segundos las diferentes dentelladas que le propinó le segaron el último suspiro de vida y convirtió su cuerpo en un despiece de matadero. Las escenas eran terribles, propias de Dante, los pocos que pudieron salir corrían hundiéndose en la niebla para ser cazados por esos monstruosos seres, ávidos de sangre y vidas, insaciables en su voracidad. Conseguí cerrar la puerta y apoyé la espalda contra ella para que no se pudiera abrir. Abracé a Paloma por la espalda, manteniéndola fuertemente contra mí. Siete lobos avanzaban lentamente, nosotros eramos los últimos. Notaba el corazón de ella pugnando por salirse del corpiño mientras un sudor frió empapaba todas sus ropas, era incapaz de articular palabra. Se pararon a escasos metros, mientras dejaban paso al más grande de ellos; por la actitud y el respeto del resto se notaba que era el líder de la manada. Quedó a un par de pasos de nosotros. El blanco cuello de la aterrorizada chica resaltaba ante mis ojos. Tomé una fuerte bocanada de aire; abrí la boca tanto como pude e hinque mis dientes en su tierna piel. Ni tan siquiera soltó un grito. Solo un suspiro y un ligero estertor. Su sangre caliente resbalaba por mi boca con ese dulzor agrio que tanto molesta a la gente; se desplomó cayendo al suelo. El gran lobo se mantuvo sin inmutarse. Levanté mi cara teñida de rojo, goteando. Le sonreí.


-Hola abuela, que ganas tenía de veros a todos. Me encantan estas cenas familiares.


El festín fue maravilloso y por fin pude acallar los rugidos de mi estómago.
Por cierto, me llamo Eli Carnicero, Elicántropo Carnicero y espero verte pronto en alguna noche de luna llena para que me invites a cenar
 
Última edición:

MARIPOSA NEGRA

********
jajajajajaja tremendo final, a mi también me encantan las cenas familiares, un día de estos te acompaño en la cacería, besos
 

MARIPOSA NEGRA

********
muchas felicidadessssssssss Javi, muy merecido reconocimiento a una familia tan unida sobre todo a la hora de la cena jajaja, besos
 

Filan

Miembro Conocido
Muy sobrecogedor tu relato, Javier! Lo que provoca la luna llena...jeje
He disfrutado mucho de la lectura y de tu rica imaginación.
Abrazosy felicidades por el premio merecido!
 

Esperanzapaz

Miembro Conocido
Ay Javier, te juro que no me subo mas a un tren, menos de noche, ningún interés en conocerte ni menos a tu familia. jajajaja. Increíble historia. buenísima, mantiene intrigado de principio a fin.
Saludos colmilludos y estrellitas para que iluminen tu noche.
Esperanzapaz
 
Vaya que apetito el tuyo poeta Javier, me gusta la forma en la que redactas tus relatos, en primera persona, aunque dejas en evidencia tus bajos instintos, con todo respeto, tengo una duda, tienes una gran inspiración con estos temas, pero no he visto temas tuyos en Verso a media luz, pero tal vez no he explorado lo suficiente, un saludo.
 

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