cocuzza3105
Miembro Conocido
UNA HISTORIA PARA CONTAR.
Allí estaba cada primavera como la flor más erguida,
sentada con tanta vida que daba envidia a quien la viera.
Descansaba cada tarde, con las caricias que le daba el sol,
después de cumplir su rol, sin que de ello hiciera alarde.
Mientras su pelo se encanecía, seguía contando historias,
que parecían ser sus memorias, al niño que atento oía.
Una pasión contagiosa, provocando siempre un estruendo,
como el reflejo que va cayendo cuando se piensa en una prosa.
Un día allí sentada, de ella el silencio se apoderó,
parecía un encanto feroz, pero no sabía lo que pasaba.
Su mirada se hizo opaca y su rostro sin expresión
ya no cantaba esa canción, que clavaba como una estaca.
De pronto allí no estaba, buscaba algo que se perdió,
y ese todo que ella dio veía cómo se esfumaba.
No se peinaba frecuentemente, no se abrigaba para salir,
y su risa pareció morir en el fondo de aquella mente.
No se acordaba de su pasado, no conocía su presente,
y en medio de tanta gente era como estar en el otro lado.
A ese lugar que después se fue, corroída por su pesar,
cuando invade por un azar y que apolilla como a una nuez.
Ángel César Cocuzza.
Allí estaba cada primavera como la flor más erguida,
sentada con tanta vida que daba envidia a quien la viera.
Descansaba cada tarde, con las caricias que le daba el sol,
después de cumplir su rol, sin que de ello hiciera alarde.
Mientras su pelo se encanecía, seguía contando historias,
que parecían ser sus memorias, al niño que atento oía.
Una pasión contagiosa, provocando siempre un estruendo,
como el reflejo que va cayendo cuando se piensa en una prosa.
Un día allí sentada, de ella el silencio se apoderó,
parecía un encanto feroz, pero no sabía lo que pasaba.
Su mirada se hizo opaca y su rostro sin expresión
ya no cantaba esa canción, que clavaba como una estaca.
De pronto allí no estaba, buscaba algo que se perdió,
y ese todo que ella dio veía cómo se esfumaba.
No se peinaba frecuentemente, no se abrigaba para salir,
y su risa pareció morir en el fondo de aquella mente.
No se acordaba de su pasado, no conocía su presente,
y en medio de tanta gente era como estar en el otro lado.
A ese lugar que después se fue, corroída por su pesar,
cuando invade por un azar y que apolilla como a una nuez.
Ángel César Cocuzza.