LeticiaM
Miembro Conocido
UNA NAVIDAD DISTINTA
Sentada en su viejo sillón de ratán, no podía dejar de ver por la ventana, el frio arreciaba y los finos copos de nieve no dejaban de caer.
Hacía mucho frío en toda la casa pero no tanto como el frío que sentía en su corazón.
Cuanta soledad, pensó, mientras miraba el jardín cubierto de nieve. Sus hijos hacía varios años que habían emigrado buscando un futuro mejor y su marido, el amor de su vida hacia tres años que había muerto, no tenía más familia, estaba sola.
Elsa sufría mucho esa soledad, otra navidad sola, pensó, mientras veía por su ventana a la gente que iba y venía con mucha alegría.
Como extrañaba aquellos días en donde la navidad era alegría también para ella, en donde compraba regalos para sus hijos y los escondía hasta la navidad, para que ellos no perdieran la ilusión y para que ansiosos esperaran la llegada de Papá Noel.
Tiempos felices de risas y alegrías, tiempos lejanos pensó con sus ojos empañados por las lagrimas que ya brotaban de ellos incapaces de poderlos detener.
Las horas fueron pasando y la habitación se fue tiñendo con las sombras de la noche ya pocas horas la separaban de una nueva navidad y Elsa seguía sentada junto a la ventana.
La casa estaba tan triste, tan solitaria y tan silenciosa que se podía escuchar el sonido del suave corazón de Elsa que estaba muy enfermo de soledad y dolor.
La anciana cerró sus ojos buscando recuerdos en su memoria. De pronto se vio con sus padres, la abrazaban y la besaban con mucho amor, también estaba su hermano aquel único hermano que había muerto hacía diez años y su amor, el hombre con el que compartió su vida.
Se vio rodeada de todos ellos y por primera vez en mucho tiempo sintió una gran paz y mucha alegría, se sentía feliz y protegida.
Comenzaron a sonar las campanas del reloj dando las doce y con ellas la llegada de la navidad, Elsa abrió sus ojos miro por la ventana habían muchas luces de colores cerró nuevamente sus ojos y vio la llegada de esta nueva navidad, ya no estaba sola, esta navidad la compartiría con sus seres queridos aquellos que se habían ido pero que hoy estaban y que la abrazaban y la besaban.
Una gran sonrisa se dibujo en su rostro.
Así la encontró una vecina al día siguiente, quien alarmada por ver la puerta abierta de la casa entro a ver si la anciana estaba bien.
Sí así la encontró, sentada, con sus ojos cerrados para siempre pero con una gran sonrisa y con el semblante cubierto de paz.