Yo ya no puedo elegir,
el destino ya lo hizo
la naturaleza no sabe fingir,
y la luz creó el hechizo.
Yo ya no puedo escoger;
el mar no prefiere la sal
pero en ella se recoge
como el desamor es el mal
que ante ella se encoge.
Ya di un paso sin vuelta
al coger sus largos dedos,
al tener mi cara envuelta
y perdida entre su pelo.
Salté al vacío por ella
al ver sus ojos abiertos
al verla fruncir el ceño.
besé tu boca… ¡probé la miel!
ahora es, mi mayor empeño
volver a acariciar su piel.
No, yo ya no puedo elegir
ni conformarme con menos
ni al destino cambiar o regir
y si hay que aceptar… ¡aceptemos!