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LA AGONÍA DEL CÓNDOR

Nolberto Marin

Miembro Conocido



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En un risco nevado de los Andes,
un cóndor retozaba con delirio,
y agitando a la vez sus alas grandes
rogaba a Dios el fin de su martirio.

La noche es larga y agoniza el día,
y azotado por ráfagas del viento,
con aflicción su corazón latía
al soportar su trágico momento.

Aquel día funesto, en la alborada,
su amada compañera estaba inerte,
en el lar de su cálida morada,
inmóvil, a las puertas de la muerte.

Recordaba pasadas aventuras,
que al lado de su amada compañera,
desafiaban las místicas alturas
a la luz celestial de primavera.

Y náufrago en el mar de su fracaso,
soportando el dolor de su impotencia
aquella tarde umbría del ocaso,
rogaba al cielo el fin de su existencia.

Y el cóndor, majestad de los desiertos,
esperaba su eterna despedida
al gélido terruño de los muertos,
en busca de su amada consentida.

Y una noche, sumido en el mutismo,
abrió sus alas, temblorosa mente,
Y arrojándose al fondo del abismo
puso fin a su vida, eternamente.

 
Última edición:

José Luis Blázquez

JURADO - MODERADOR de los Foros de Poética Clásica
Extraordinario poema, Nolberto: una trama magníficamente desarrollada, enmarcada en unos versos impecables. Recibe mi efusiva felicitación.

Un abrazo.
 



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En las altas montañas de granito,
en los Andes, de inhóspitas alturas,
un cóndor exhalaba un débil grito,
abrumado por crueles desventuras,
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La noche es larga y agoniza el día,
y herido por la cruz de su tormento,
con aflicción su corazón latía
al soportar su trágico momento.
*****
Aquel día funesto en la alborada,

su amada compañera estaba inerte,
en el lar de su cálida morada,
inmóvil, en los brazos de la muerte.
******
Recordaba pasadas aventuras
cuando, juntos arriba de los montes,
desafiaban las místicas alturas
a la luz de los claros horizontes.
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Y náufrago en el mar de su fracaso,
soportando el dolor de su impotencia
aquella tarde umbría del ocaso,
rogaba al cielo el fin de su existencia.
*****
Y el cóndor, majestad de los desiertos,
añoraba, su eterna despedida
al gélido terruño de los muertos,
en busca de su amada consentida.
*****
Y una tarde, sumido en el mutismo,
abrió sus alas, sorpresivamente,
y arrojándose al fondo del abismo,
puso fin a su vida, eternamente.
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Nolberto Marín.








Un poema triste pero muy hermoso. Mis felicitaciones. Un abrazo.
Miguel
 

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