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Así, calladamente, lo deseo;
y rómpense equinoccios y solsticios
como olas por los ojos; precipicios
ante mí, torturado y ciego reo.
Tormentas y pulgares en solfeo
de acordes imposibles; nulos juicios
que, cabe el corazón, virtud de vicios
son todas tus arenas, coliseo.
Es hora de vivir...