Reina Mora
Miembro Conocido
Dualidades
Mis días, jamás volverían a ser iguales, desde ese mismo instante en que me notificaban la resolución ministerial, con mi nombre y apellido en un extenso listado para integrar el equipo sanitario en la misión de paz de Naciones Unidas en Haití.
Semejante convocatoria, para integrar los Cascos Azules de la O.N.U., era muy movilizante. Nunca me interioricé demasiado por los padecimientos ajenos, tan alejados de los míos, rechazaba las imágenes del horror en un mundo cruel, del hombre huyendo del hombre, perseguidos por el hombre, vidas amenazadas por la propia especie, congéneres asediados por otros, depredadores ¿al servicio de qué ideales, de qué intereses, de qué necesidades?.
Haití me sonaba a paraíso terrenal, playas doradas, aguas transparentes, manjares al paladar de turistas privilegiados y otros placeres, pero también a catástrofes, a destrucción y oscuridad.
Parecía una interesante aventura, se trataba de cumplir una comisión de servicio, como tantas otras que vendrían. Integrar un equipo de trabajo, de representar a mi país en un cometido humanitario.
Ignoraba lo que encontraría detrás del difundido escenario turístico:
...... un espejo de cielo, roto por huracanes y terremotos, la tierra poseída por una fuerza destructora, con sus entrañas retorcidas. La máxima expresión de la naturaleza, ¿era la furia divina desatada contra el hombre?, más potente que la mismísima bomba de Iroshima, ¿una falla tectónica?.....La muerte apoderándose de todo, cargaba a sus espaldas más de cuatrocientos mil cuerpos mutilados. De una larga historia de dominaciones, aún queda el yugo del hambre, la miseria, la enfermedad, la ruina demoledora.
Los países comprometidos a mantener la paz, son meros espectadores de la desgraciada República de Haití, permaneciendo los equipos profesionales atrincherados en contenedores, con características de aislamiento (casi carcelario), rodeados de un muro perimetral que los separa de la población. El personal sanitario, trabaja en el Hospital Removible, brindando asistencia sólo a las dotaciones militares, excepcionalmente a los pobladores, que padecen carencias y enfermedades por el insuficiente cuidado de la salud, sin higiene, sin agua potable ni los servicios básicos, deficiente alimentación, sin atención médica responsable.
Puerto Principe se convertía en una pesadilla, un despliegue de grupos motorizados recorriendo la ciudad, que nunca volvió a estar de pie desde 2010, un desamparo hasta impúdico a la luz de los organismos de derechos humanos.
Cuando lo único que queda por resignar es el aire… niños y niñas violados, desnutridos e infectados de virus y de incertidumbre, no hay presencia alguna que inhiba conflictos.
Me preguntaba si todo el dinero destinado a ésta misión de paz, se invirtiera en el restablecimiento de las condiciones dignas de vida, en lugar de financiar ésta guardia simbólica, que no es eficiente para neutralizar el desamor, la malaria, el sida, la tuberculosis, la orfandad, tantas humillaciones encarnadas en seres inofensivos, inocentes, que no pueden causar ni resolver ningún conflicto, inmersos en la más profunda oscuridad y pobreza .....¿porqué tanto desencuentro entre el derecho, el deber, el querer y el poder?.
¿Quiénes son los señores que se sienten dueños del mundo, que planifican acciones y dirigen los designios de los más débiles para sentirse poderosos? ¿ Cómo es posible imponer o mantener la paz, donde la vida y la libertad no son apreciadas como bienes supremos, cuando las especulaciones encubren vínculos nefastos que atentan contra los derechos esenciales de las personas?
La presencia extranjera uniformada , funciona a modo de medida cautelar que prolongada en el tiempo, sólo garantiza cierta apariencia de estabilidad en la isla, que no deja de ser precaria y la aleja de una restauración definitiva, porque mientras se desvíen recursos hacia una ficción que no prioriza la vida de cada habitante, de cada ser humano, como sujeto de derechos, la crisis subsiste y la paz no reina en la tierra partida en dos, de un lado abandonada al infortunio camuflado con los cascos azules y del otro, a intereses hedonistas que venden al mundo un paraíso terrenal.
Esa patética dualidad, refleja las políticas contradictorias e indiferentes a los pueblos, que permanecen paralizados e inválidos bajo el arbitrio de los poderosos.
21 de Junio de 2015 ******Reina Mora******
Mis días, jamás volverían a ser iguales, desde ese mismo instante en que me notificaban la resolución ministerial, con mi nombre y apellido en un extenso listado para integrar el equipo sanitario en la misión de paz de Naciones Unidas en Haití.
Semejante convocatoria, para integrar los Cascos Azules de la O.N.U., era muy movilizante. Nunca me interioricé demasiado por los padecimientos ajenos, tan alejados de los míos, rechazaba las imágenes del horror en un mundo cruel, del hombre huyendo del hombre, perseguidos por el hombre, vidas amenazadas por la propia especie, congéneres asediados por otros, depredadores ¿al servicio de qué ideales, de qué intereses, de qué necesidades?.
Haití me sonaba a paraíso terrenal, playas doradas, aguas transparentes, manjares al paladar de turistas privilegiados y otros placeres, pero también a catástrofes, a destrucción y oscuridad.
Parecía una interesante aventura, se trataba de cumplir una comisión de servicio, como tantas otras que vendrían. Integrar un equipo de trabajo, de representar a mi país en un cometido humanitario.
Ignoraba lo que encontraría detrás del difundido escenario turístico:
...... un espejo de cielo, roto por huracanes y terremotos, la tierra poseída por una fuerza destructora, con sus entrañas retorcidas. La máxima expresión de la naturaleza, ¿era la furia divina desatada contra el hombre?, más potente que la mismísima bomba de Iroshima, ¿una falla tectónica?.....La muerte apoderándose de todo, cargaba a sus espaldas más de cuatrocientos mil cuerpos mutilados. De una larga historia de dominaciones, aún queda el yugo del hambre, la miseria, la enfermedad, la ruina demoledora.
Los países comprometidos a mantener la paz, son meros espectadores de la desgraciada República de Haití, permaneciendo los equipos profesionales atrincherados en contenedores, con características de aislamiento (casi carcelario), rodeados de un muro perimetral que los separa de la población. El personal sanitario, trabaja en el Hospital Removible, brindando asistencia sólo a las dotaciones militares, excepcionalmente a los pobladores, que padecen carencias y enfermedades por el insuficiente cuidado de la salud, sin higiene, sin agua potable ni los servicios básicos, deficiente alimentación, sin atención médica responsable.
Puerto Principe se convertía en una pesadilla, un despliegue de grupos motorizados recorriendo la ciudad, que nunca volvió a estar de pie desde 2010, un desamparo hasta impúdico a la luz de los organismos de derechos humanos.
Cuando lo único que queda por resignar es el aire… niños y niñas violados, desnutridos e infectados de virus y de incertidumbre, no hay presencia alguna que inhiba conflictos.
Me preguntaba si todo el dinero destinado a ésta misión de paz, se invirtiera en el restablecimiento de las condiciones dignas de vida, en lugar de financiar ésta guardia simbólica, que no es eficiente para neutralizar el desamor, la malaria, el sida, la tuberculosis, la orfandad, tantas humillaciones encarnadas en seres inofensivos, inocentes, que no pueden causar ni resolver ningún conflicto, inmersos en la más profunda oscuridad y pobreza .....¿porqué tanto desencuentro entre el derecho, el deber, el querer y el poder?.
¿Quiénes son los señores que se sienten dueños del mundo, que planifican acciones y dirigen los designios de los más débiles para sentirse poderosos? ¿ Cómo es posible imponer o mantener la paz, donde la vida y la libertad no son apreciadas como bienes supremos, cuando las especulaciones encubren vínculos nefastos que atentan contra los derechos esenciales de las personas?
La presencia extranjera uniformada , funciona a modo de medida cautelar que prolongada en el tiempo, sólo garantiza cierta apariencia de estabilidad en la isla, que no deja de ser precaria y la aleja de una restauración definitiva, porque mientras se desvíen recursos hacia una ficción que no prioriza la vida de cada habitante, de cada ser humano, como sujeto de derechos, la crisis subsiste y la paz no reina en la tierra partida en dos, de un lado abandonada al infortunio camuflado con los cascos azules y del otro, a intereses hedonistas que venden al mundo un paraíso terrenal.
Esa patética dualidad, refleja las políticas contradictorias e indiferentes a los pueblos, que permanecen paralizados e inválidos bajo el arbitrio de los poderosos.
21 de Junio de 2015 ******Reina Mora******
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