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El día que me muera

Lúcido quisiera estar en el día que me muera,
disfrutando de la vida y no en dolorosa espera;
ambiciono estar entonces satisfecho y sosegado,
con mis conflictos resueltos y todo error perdonado.

Aspiro morir feliz, sonriente en mi último aliento,
con la cabeza serena y el espíritu contento;
si pudiese sugerir, digo que morirme anhelo,
recostado en una hamaca, mirando directo al cielo.

Quisiera acoger la muerte en una clara mañana,
bajo la sombra de un árbol y al fondo una mar lejana,
que haya brisa refrescante y azul intenso en el cielo,
un jardín con muchas flores y un traslúcido riachuelo.

Para tal momento ansío no recordar los agravios
con que me han atropellado tantos engreídos “sabios”,
espero haber superado los odios que ahora siento
y albergarlos transformados en hidalgo sentimiento.

En el día de mi muerte no quiero llanto ni flores,
tampoco que alguien se empeñe en pregonar mis valores,
no quiero que asista gente a mirarme en un cajón,
a denigrar en susurros y actuar con falsa emoción.

Una vez legalizada, que donen todo tejido
y retiren cuanto sirva para sano cometido:
tendones, huesos, cartílagos, órganos, vísceras, músculos;
todos segmentos que sirvan sean grandes o minúsculos.

Y, devuelto lo inservible, dispongan su cremación,
sin ruidos ni ceremonias, me inclino por esa opción;
ya eso saben mis parientes, hace tiempo así dispuse,
que reduzcan a cenizas aquello que no se use.

Aspiro que mis cenizas se esparzan sobre el follaje
recóndito y primigenio de algún boscoso paraje,
donde existan animales, florestas y manantiales;
será un final apropiado, no unos sosos funerales.

Que el cuerpo vuelva a la tierra y recupere su esencia,
que una vez deshabitado regrese a su procedencia,
se amalgame con su ancestro y en renovada estructura,
conforme un nuevo organismo, encarne en otra criatura.

Así la noble materia que me acompañó en la vida,
activa estará en el cosmos y no enclaustrada y perdida;
no se aislará por centurias, anodina en una fosa,
sino que será ente vivo tras mutación prodigiosa.

Entre tanto mi conciencia, marchará en secreto viaje,
hacia donde nadie sabe, - no indica rumbo el pasaje -,
hacia la nueva morada que me tenga Dios dispuesta,
y allá llegaré confiando en su bondad y en mi gesta…
 
Lúcido quisiera estar en el día que me muera,
disfrutando de la vida y no en dolorosa espera;
ambiciono estar entonces satisfecho y sosegado,
con mis conflictos resueltos y todo error perdonado.

Aspiro morir feliz, sonriente en mi último aliento,
con la cabeza serena y el espíritu contento;
si pudiese sugerir, digo que morirme anhelo,
recostado en una hamaca, mirando directo al cielo.

Quisiera acoger la muerte en una clara mañana,
bajo la sombra de un árbol y al fondo una mar lejana,
que haya brisa refrescante y azul intenso en el cielo,
un jardín con muchas flores y un traslúcido riachuelo.

Para tal momento ansío no recordar los agravios
con que me han atropellado tantos engreídos “sabios”,
espero haber superado los odios que ahora siento
y albergarlos transformados en hidalgo sentimiento.

En el día de mi muerte no quiero llanto ni flores,
tampoco que alguien se empeñe en pregonar mis valores,
no quiero que asista gente a mirarme en un cajón,
a denigrar en susurros y actuar con falsa emoción.

Una vez legalizada, que donen todo tejido
y retiren cuanto sirva para sano cometido:
tendones, huesos, cartílagos, órganos, vísceras, músculos;
todos segmentos que sirvan sean grandes o minúsculos.

Y, devuelto lo inservible, dispongan su cremación,
sin ruidos ni ceremonias, me inclino por esa opción;
ya eso saben mis parientes, hace tiempo así dispuse,
que reduzcan a cenizas aquello que no se use.

Aspiro que mis cenizas se esparzan sobre el follaje
recóndito y primigenio de algún boscoso paraje,
donde existan animales, florestas y manantiales;
será un final apropiado, no unos sosos funerales.

Que el cuerpo vuelva a la tierra y recupere su esencia,
que una vez deshabitado regrese a su procedencia,
se amalgame con su ancestro y en renovada estructura,
conforme un nuevo organismo, encarne en otra criatura.

Así la noble materia que me acompañó en la vida,
activa estará en el cosmos y no enclaustrada y perdida;
no se aislará por centurias, anodina en una fosa,
sino que será ente vivo tras mutación prodigiosa.

Entre tanto mi conciencia, marchará en secreto viaje,
hacia donde nadie sabe, - no indica rumbo el pasaje -,
hacia la nueva morada que me tenga Dios dispuesta,
y allá llegaré confiando en su bondad y en mi gesta…
JORGE

¡Qué espléndidos versos!

Un fortísimo abrazo,

Guillermo.
 
Una muerte ideal que todos quisieramos, ya veremos como y de que modo la afrontamos, que de esa no nos libramos.
Excelente Jorge, claro y bello poema, muy profundo.
Un abrazo

En realidad ninguno quisiera morir mientras no le atormente la salud y/o la vida. Dado que aquella es inevitable, existen "mejores" maneras, aunque casi que nunca podremos elegir...

Muchas gracias JAVIER TOMAS, por tus palabras y por la reputación que me regalas.

Un abrazo.
 
¡ Excelente Jorge ! qué buena manifestación de deseo, sería lo que suelen llamar, "última voluntad", concuerdo con cada una de ellas con las que fuiste construyendo cada estrofa, como el escenario de la espera, una belleza con la que la vida merece ser despedida, realmente un magistral poema. A plena conciencia y en perfecto estado de todas las facultades....felicitaciones, está perfecta!!! hasta dan ganas de morirse

Besos
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Lúcido quisiera estar en el día que me muera,
disfrutando de la vida y no en dolorosa espera;
ambiciono estar entonces satisfecho y sosegado,
con mis conflictos resueltos y todo error perdonado.

Aspiro morir feliz, sonriente en mi último aliento,
con la cabeza serena y el espíritu contento;
si pudiese sugerir, digo que morirme anhelo,
recostado en una hamaca, mirando directo al cielo.

Quisiera acoger la muerte en una clara mañana,
bajo la sombra de un árbol y al fondo una mar lejana,
que haya brisa refrescante y azul intenso en el cielo,
un jardín con muchas flores y un traslúcido riachuelo.

Para tal momento ansío no recordar los agravios
con que me han atropellado tantos engreídos “sabios”,
espero haber superado los odios que ahora siento
y albergarlos transformados en hidalgo sentimiento.

En el día de mi muerte no quiero llanto ni flores,
tampoco que alguien se empeñe en pregonar mis valores,
no quiero que asista gente a mirarme en un cajón,
a denigrar en susurros y actuar con falsa emoción.

Una vez legalizada, que donen todo tejido
y retiren cuanto sirva para sano cometido:
tendones, huesos, cartílagos, órganos, vísceras, músculos;
todos segmentos que sirvan sean grandes o minúsculos.

Y, devuelto lo inservible, dispongan su cremación,
sin ruidos ni ceremonias, me inclino por esa opción;
ya eso saben mis parientes, hace tiempo así dispuse,
que reduzcan a cenizas aquello que no se use.

Aspiro que mis cenizas se esparzan sobre el follaje
recóndito y primigenio de algún boscoso paraje,
donde existan animales, florestas y manantiales;
será un final apropiado, no unos sosos funerales.

Que el cuerpo vuelva a la tierra y recupere su esencia,
que una vez deshabitado regrese a su procedencia,
se amalgame con su ancestro y en renovada estructura,
conforme un nuevo organismo, encarne en otra criatura.

Así la noble materia que me acompañó en la vida,
activa estará en el cosmos y no enclaustrada y perdida;
no se aislará por centurias, anodina en una fosa,
sino que será ente vivo tras mutación prodigiosa.

Entre tanto mi conciencia, marchará en secreto viaje,
hacia donde nadie sabe, - no indica rumbo el pasaje -,
hacia la nueva morada que me tenga Dios dispuesta,
y allá llegaré confiando en su bondad y en mi gesta…

Precioso poema muy buena forma de querer morir mirando al cielo,yo opino y he manifestado lo mismo sin velatorio y sin entierro solo cremación y directo al mar para navegar libremente,me encantó tu poema Jorge,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 
¡ Excelente Jorge ! qué buena manifestación de deseo, sería lo que suelen llamar, "última voluntad", concuerdo con cada una de ellas con las que fuiste construyendo cada estrofa, como el escenario de la espera, una belleza con la que la vida merece ser despedida, realmente un magistral poema. A plena conciencia y en perfecto estado de todas las facultades....felicitaciones, está perfecta!!! hasta dan ganas de morirse

Besos

Agradezco mucho tan elogiosas palabras, Reina Mora. Me gustó eso de "última voluntad"... Creo que es fiel a lo que expreso.

Lo de "dan ganas de morirse" lo interpreto como una simple broma!!!

Un abrazo.
 
Precioso poema muy buena forma de querer morir mirando al cielo,yo opino y he manifestado lo mismo sin velatorio y sin entierro solo cremación y directo al mar para navegar libremente,me encantó tu poema Jorge,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.

Hola SANDRA.

Estamos muy de acuerdo. No aspiro al mar porque soy "marinero de agua dulce", pero en lo de velatorios y entierros pensamos igual.

Muchas gracias por tus palabras y por la reputación que me obsequias.

Un abrazo.
 
Agradezco mucho tan elogiosas palabras, Reina Mora. Me gustó eso de "última voluntad"... Creo que es fiel a lo que expreso.

Lo de "dan ganas de morirse" lo interpreto como una simple broma!!!

Un abrazo.

Jorge: esa ironía /hasta dan ganas de morirse/ ,más que una broma, justamente sería para debatir, porque por un lado, en las condiciones elegidas para partir de éste mundo, más ganas de seguir viviendo te darían, de lujo poder elegir el momento, el lugar, etc. cuando generalmente terminamos nuestros días, con mucha suerte en un fatal accidente en contraste con una larga enfermedad que nos va consumiendo y ni nos despedimos en una terapia intensiva de hospital en la mayor soledad. Es un tema filosófico y hasta ahora la muerte llega y listo, si logras que alguien haga respetar lo que deseabas para después de tu último respiro sería lo máximo. El poema sigue siendo un gran poema !!!!
 

Jorge: esa ironía /hasta dan ganas de morirse/ ,más que una broma, justamente sería para debatir, porque por un lado, en las condiciones elegidas para partir de éste mundo, más ganas de seguir viviendo te darían, de lujo poder elegir el momento, el lugar, etc. cuando generalmente terminamos nuestros días, con mucha suerte en un fatal accidente en contraste con una larga enfermedad que nos va consumiendo y ni nos despedimos en una terapia intensiva de hospital en la mayor soledad. Es un tema filosófico y hasta ahora la muerte llega y listo, si logras que alguien haga respetar lo que deseabas para después de tu último respiro sería lo máximo. El poema sigue siendo un gran poema !!!!

Bueno. Al nacer todos compramos la segura muerte, pero no su hora ni su manera...

Un abrazo.
 

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