ruben el loco
Miembro Conocido
Iba yo caminando por las inseguras calles de esta vida, esquivando el insensato trófico de los seres humanos, tropezando de vez en vez con ellos y una que otra con los placeres mundanos. Esquivando los profundos baches del placer profano, y evitando caer en alguno del cual me fuera imposible salir.
Buscaba yo la ancha avenida del Amor verdadero, cuando un sujeto lanzò algo por los suelos.
Esta era una cosa mucho muy bonita. De fina y tersa piel con un nombre grabado en ella en letras resaltadas y doradas, todo èsto combinado con una muy suave seda.Era en verdad una cosa muy hermosa.
La levantè y admirè su belleza. Mis dedos se estremecieron al acariciar esa tersa piel, mis ojos se embelezàron al contemplar su admirable belleza. Disfrutè acariciando su fina hechura... Y la lleve conmigo.
Despuès supe que el sujeto que la tirò la habìa robado -de ahì que el nombre grabado en esta cosa no fuera el de èl- a un amigo suyo.
Despuès de haber extraìdo lo que en ella hubiere, la lanzò al arroyo del desdèn y el olvido. De donde yo la levantè.
Su dueño no sabìa que ya no la tenìa. Por esas cosas del destino su propietario y yo eramos conocidos -que conste, conocidos que no amigos- Quizà por que creia tenerla en lugar seguro o ya no le interesa y se ha olvidado de ella.
Por supuesto esta cosa ya no tenìa nada en su interior cuando yo la encontrè, aparte de su fina y hermosa hechura.
Y por eso la llevè conmigo. Aunque yo no tenìa nada con que llenarla -dinero, joyas o algo asì- la podrìa llenar de admiraciòn y cariño. Y con èsto la llene.
Cada que me era posible la admiraba. Mis dedos se regocijaban acariciando su fina piel, su tersa seda. Mis ojos se embelesaron admirando su extraordinaria belleza exterior. Mi corazòn y mente languidecieron al tenerla entre mis manos. Y muchas veces mis labios se posaron en esta cosa. Creì que era mìa.
Y sucediò que un dìa el tipo que la habìa robado y después lanzado, la reclamò, la reclamò a su manera -con cobardìa-. Me la robò a mi.
Hoy sè que èl la tiene, y tambièn sè que no la puedo reclamar por que al fin, yo tampoco soy su dueño.
Sin embargo -no me resigno- sigo sus pasos en espera de que la vuelva a lanzar -¿o serìa mejor decir tirar?- por los suelos. Porque, estoy seguro de ello, si ya se deshizo de ella en una ocasiòn, lo volverà a hacer en cualquier momento.
Y mientras le sigo me pregunto: ¿Podrà vaciarla otra vez? ¿Podrà extraer todo lo que yo puse en ella? ¿Podrà robar las ilusiones y los sueños con que la llenè? No lo sè.
Lo que sì sè, y con plena conciencia, es que el dìa que se vuelva a deshacer de ella, esta cosa podrìa estar muy ajada, maltratada y quiza rota... y fea. Y yo no tendrè màs que dos opciones; o mirarla de reojo y dejarla en el arroyo, o llevarla conmigo otra vez y lanzarla en algùn cajòn, quiza ya sin interès.
Sin embargo hème aquì, siguiendo sus pasos, en espera de que se vuelva a deshacer de ella. Y mientras le sigo dejo en el aire esta pregunta: Llegado el momento ¿què harè? Si al fin y al cabo no es màs que una cosa.
Buscaba yo la ancha avenida del Amor verdadero, cuando un sujeto lanzò algo por los suelos.
Esta era una cosa mucho muy bonita. De fina y tersa piel con un nombre grabado en ella en letras resaltadas y doradas, todo èsto combinado con una muy suave seda.Era en verdad una cosa muy hermosa.
La levantè y admirè su belleza. Mis dedos se estremecieron al acariciar esa tersa piel, mis ojos se embelezàron al contemplar su admirable belleza. Disfrutè acariciando su fina hechura... Y la lleve conmigo.
Despuès supe que el sujeto que la tirò la habìa robado -de ahì que el nombre grabado en esta cosa no fuera el de èl- a un amigo suyo.
Despuès de haber extraìdo lo que en ella hubiere, la lanzò al arroyo del desdèn y el olvido. De donde yo la levantè.
Su dueño no sabìa que ya no la tenìa. Por esas cosas del destino su propietario y yo eramos conocidos -que conste, conocidos que no amigos- Quizà por que creia tenerla en lugar seguro o ya no le interesa y se ha olvidado de ella.
Por supuesto esta cosa ya no tenìa nada en su interior cuando yo la encontrè, aparte de su fina y hermosa hechura.
Y por eso la llevè conmigo. Aunque yo no tenìa nada con que llenarla -dinero, joyas o algo asì- la podrìa llenar de admiraciòn y cariño. Y con èsto la llene.
Cada que me era posible la admiraba. Mis dedos se regocijaban acariciando su fina piel, su tersa seda. Mis ojos se embelesaron admirando su extraordinaria belleza exterior. Mi corazòn y mente languidecieron al tenerla entre mis manos. Y muchas veces mis labios se posaron en esta cosa. Creì que era mìa.
Y sucediò que un dìa el tipo que la habìa robado y después lanzado, la reclamò, la reclamò a su manera -con cobardìa-. Me la robò a mi.
Hoy sè que èl la tiene, y tambièn sè que no la puedo reclamar por que al fin, yo tampoco soy su dueño.
Sin embargo -no me resigno- sigo sus pasos en espera de que la vuelva a lanzar -¿o serìa mejor decir tirar?- por los suelos. Porque, estoy seguro de ello, si ya se deshizo de ella en una ocasiòn, lo volverà a hacer en cualquier momento.
Y mientras le sigo me pregunto: ¿Podrà vaciarla otra vez? ¿Podrà extraer todo lo que yo puse en ella? ¿Podrà robar las ilusiones y los sueños con que la llenè? No lo sè.
Lo que sì sè, y con plena conciencia, es que el dìa que se vuelva a deshacer de ella, esta cosa podrìa estar muy ajada, maltratada y quiza rota... y fea. Y yo no tendrè màs que dos opciones; o mirarla de reojo y dejarla en el arroyo, o llevarla conmigo otra vez y lanzarla en algùn cajòn, quiza ya sin interès.
Sin embargo hème aquì, siguiendo sus pasos, en espera de que se vuelva a deshacer de ella. Y mientras le sigo dejo en el aire esta pregunta: Llegado el momento ¿què harè? Si al fin y al cabo no es màs que una cosa.