Maria Jose
Miembro Conocido
Una niña pescadora
con su red se fue a pescar,
donde descansan las olas,
a la orillita del mar.
En la cabeza un pañuelo,
en el talle un delantal
y en la cara lleva rosas
con destellos de coral.
Echa la niña las redes
sobre las aguas de sal
y la corriente las mece,
queriendo con ellas jugar.
Cuatro peces ha encontrado,
cuando las viene a sacar,
y una caracola enredada,
entre ellos ha ido a parar.
Acercándola hasta su oído,
una música cree escuchar
y piensa que es un nido
de sirenitas cantar.
Lleva la niña a su casa
ese regalo del mar,
y su madre le reclama:
devuélvela, niña, a su mar,
que las sirenas son almas
y en el fondo deben estar,
bajo las aguas azules,
en la gran profundidad.
Y la niña, apenada,
al agua la vuelve a lanzar,
donde lanzaba sus redes,
a la orillita del mar.
Veinte años pasaron,
veinte primaveras más
y la joven, aún pescando,
con papá se ha ido a embarcar.
Y una tarde de tormenta,
de vientos y vientos soplar,
la muchacha cae al agua;
de poco le sirve nadar.
Hasta el lecho submarino
su cuerpo ha ido a parar,
pero, acercándose a ella,
de ella empiezan a tirar,
cinco sirenas preciosas,
cinco perlas de mar
que nadando la devuelven,
a la orillita del mar.
con su red se fue a pescar,
donde descansan las olas,
a la orillita del mar.
En la cabeza un pañuelo,
en el talle un delantal
y en la cara lleva rosas
con destellos de coral.
Echa la niña las redes
sobre las aguas de sal
y la corriente las mece,
queriendo con ellas jugar.
Cuatro peces ha encontrado,
cuando las viene a sacar,
y una caracola enredada,
entre ellos ha ido a parar.
Acercándola hasta su oído,
una música cree escuchar
y piensa que es un nido
de sirenitas cantar.
Lleva la niña a su casa
ese regalo del mar,
y su madre le reclama:
devuélvela, niña, a su mar,
que las sirenas son almas
y en el fondo deben estar,
bajo las aguas azules,
en la gran profundidad.
Y la niña, apenada,
al agua la vuelve a lanzar,
donde lanzaba sus redes,
a la orillita del mar.
Veinte años pasaron,
veinte primaveras más
y la joven, aún pescando,
con papá se ha ido a embarcar.
Y una tarde de tormenta,
de vientos y vientos soplar,
la muchacha cae al agua;
de poco le sirve nadar.
Hasta el lecho submarino
su cuerpo ha ido a parar,
pero, acercándose a ella,
de ella empiezan a tirar,
cinco sirenas preciosas,
cinco perlas de mar
que nadando la devuelven,
a la orillita del mar.