Francisco Rubén Jorquera
Miembro Conocido
(Se me ha muerto un amigo, y esto es mi lamento por la partida de un gigante, un prohombre que sembró vidas y tareas, cuidó de todos y lo dio todo. Este es un hombre bueno, no fue, sino que lo será para siempre, porque solo es su cuerpo permaneciendo dormido, más su corazón latirá para siempre)
Pensamiento inmortal de un gigante dormido,
de repente golpea la mente de un hombre.
Conjunto innumerable de cerros azules
delante en su mirada, el acorde concluido.
Armonía del mundo invisible nos llega,
sufrimiento o alegría en nosotros formules,
comprender, percibir el destino que asombre,
el camino es de todos, igual que la brega.
Y subió las colinas de cerros que nombra
en las horas glaciales del día gastado.
Al oeste la lumbre ya ve la mirada
y en el este la noche cercana, la sombra,
por abajo la niebla, cornisas y arbustos,
lo rodean sus cerros de altura lanzada,
con las nubes de hielo ya el cielo colmado
y las cimas extrañas ardiendo a regustos.
Corazón ya completo de días y de años
con violencia le late en su centro perenne
y sus sueños de ayer le despiertan su cuerpo,
en su misma belleza, salud y sin daños.
Es por eso me encanta mirar a su tierra
a pesar de que no distingamos su cuerpo
y que el brillo en sus ojos así se recuerde.
Apagados del tiempo, pasiones y guerra.
Pensamiento inmortal de un gigante dormido,
de repente golpea la mente de un hombre.
Conjunto innumerable de cerros azules
delante en su mirada, el acorde concluido.
Armonía del mundo invisible nos llega,
sufrimiento o alegría en nosotros formules,
comprender, percibir el destino que asombre,
el camino es de todos, igual que la brega.
Y subió las colinas de cerros que nombra
en las horas glaciales del día gastado.
Al oeste la lumbre ya ve la mirada
y en el este la noche cercana, la sombra,
por abajo la niebla, cornisas y arbustos,
lo rodean sus cerros de altura lanzada,
con las nubes de hielo ya el cielo colmado
y las cimas extrañas ardiendo a regustos.
Corazón ya completo de días y de años
con violencia le late en su centro perenne
y sus sueños de ayer le despiertan su cuerpo,
en su misma belleza, salud y sin daños.
Es por eso me encanta mirar a su tierra
a pesar de que no distingamos su cuerpo
y que el brillo en sus ojos así se recuerde.
Apagados del tiempo, pasiones y guerra.