JAVIER TOMAS
Sub Administrador
Veo las gotas de lluvia escurriendo sobre mi cristal. Buscando el camino, engordando en cada unión y acelerando su carrera. De mi apatía solo me saca el continuo crepitar de la leña ardiendo en la chimenea. A través de mi ventana veo el hayedo, viviendo con intensidad el otoño, cubriendo de una alfombra amarilla el suelo, que contrasta con el verde intenso de los zarzales que acompañan en su discurrir al pequeño río de alegres remolinos, de claras aguas, que baja desde lo más alto de la montaña hasta perderse por el frondoso valle.
Esta casa siempre me llenó de un sentimiento de paz, pero ahora no, la melancolía invade mi alma como como la marea a la playa, arrastrando hasta el último grano de felicidad. Hace ya dos meses que te fuiste, y bien podrían ser dos vidas. Lo he abandonado todo por este ahogo al que me somete mi corazón. Trabajo, amigos, familia, quedaron atrás, como un recuerdo nublado de tiempos muy lejanos. Solo vivo para sufrir. Solo sufro, y no, esto no es vivir. No puedo olvidarte ni un solo instante, ni de día, ni de noche. Tu sonrisa, tus ojos, tu piel...solo de pensar en volver a tocarla entro en un estado febril. Un día cerraste la puerta y todavía no se por qué. Perdí tus besos, y mi razón, y no creo que pueda jamás recuperarla. El peso de mi pena será la losa que sujete mi epitafio.
Esta casa siempre me llenó de un sentimiento de paz, pero ahora no, la melancolía invade mi alma como como la marea a la playa, arrastrando hasta el último grano de felicidad. Hace ya dos meses que te fuiste, y bien podrían ser dos vidas. Lo he abandonado todo por este ahogo al que me somete mi corazón. Trabajo, amigos, familia, quedaron atrás, como un recuerdo nublado de tiempos muy lejanos. Solo vivo para sufrir. Solo sufro, y no, esto no es vivir. No puedo olvidarte ni un solo instante, ni de día, ni de noche. Tu sonrisa, tus ojos, tu piel...solo de pensar en volver a tocarla entro en un estado febril. Un día cerraste la puerta y todavía no se por qué. Perdí tus besos, y mi razón, y no creo que pueda jamás recuperarla. El peso de mi pena será la losa que sujete mi epitafio.