Sola, de pie en una esquina,
un escotado vestido,
un cigarrillo en la mano
y calzado deslucido.
Sola, cansada, acabada
y con un disipado honor,
ofrecías tu grosero cuerpo
vendiéndote al mejor postor.
Después de muchos años
de una vida desenfrenada,
tu cuerpo mostraba signos
de una existencia...